Carnaval 2024 | Entierro de la Sardina

Santa Cruz celebra en tres horas y media el entierro de la Sardina más divertido y multitudinario

El cortejo tardó una hora en bajar de la calle Juan Pablo II, el mismo tiempo que invirtió el año pasado en llegar de Capitanía a la esquina de Méndez Núñez con El Pilar

A una una y media de la madrugada se procedió a la quema de la sardina diseñada por Elena González y confeccionada por el taller Dos Manos, de Patricia Vara

Entierro de la Sardina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife 2024

N. P. A.

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Santa Cruz fue escenario anoche de uno de esos días donde mejor no es que te lo cuenten sino vivirlo en primera persona; de lo contrario, no te perdonarías haber faltado al Entierro de la Sardina más divertido y multitudinario que se recuerda en décadas. Imposible no acordarse ante este hito del que fuera gerente de Fiestas y desde desde noviembre del año pasado Hijo Predilecto de la capital, Juan Viñas Alonso, un apasionado de este acto del Carnaval por lo que supone el nexo de unión con la antigua mascarita. O del exalcalde Miguel Zerolo, quien incluso llegó a pactar a comienzos de este siglo el secuestro de la Sardina con los Mamelucos en su afán por cambiar de día la celebración –pasó del miércoles de Ceniza al Viernes de Piñata– en aras de resucitar este divertido funeral.

El periodista Paco Pomares deseó a su interlocutor: «pásalo bien en ese entierro», y el deseo se tornó en realidad. Hasta uno comienza a pensar que Santa Cruz ha ganado con Javier Caraballero, un concejal de Fiestas que entró en política después de ser diseñador y hasta escenógrafo, con la suerte debajo del brazo. Suerte o trabajo.

La Sardina, elaborada por el taller Dos Manos de Patricia Vara y según diseño de Elena González -la hija del célebre Enrique González-, tardó tres horas y media en recorrer el trayecto comprendido desde la calle Juan Pablo II hasta la avenida Marítima, cerca de la plaza de España, donde se procedió a su quema, a la una y media de la madrugada.

Pueden parecer tópicos y frases hechas, pero Santa Cruz vivió anoche una velada de esas que enamoran... no en balde era 14 de febrero. En este Entierro de la Sardina se alinearon los astros, y en particular los amantes del Carnaval más tradicional en el único acto del programa festivo que tiene más protagonistas que público. Y no por una asistencia escueta; al contrario. anoche las calles fueron testigos del funeral más multitudinario de Carnaval. 

Miércoles 14 de febrero, y a las 23:30 horas se registraba una temperatura de diecisiete grados. Antes de que arrancara el cortejo, la organización ganó metros atrás y desplazó la cabecera del funeral en la calle Juan Pablo II, desde Jesús y María hacia arriba.

A las nueve y media de la noche se vio a los guardias británicos de la Casa del Miedo desde Ramón y Cajal a la plaza de Weyler con corona en mano. Seguro que no se imaginaban la muchedumbre que se iba a reunir. De hecho, fue la última vez que se les vio en el desfile pues quedaron diluidos entre los miles de participantes. Y eso que iban en la cabecera. Tampoco pensó el éxito de participación el concejal de Fiestas, Javier Caraballero, un anónimo entre la multitud al quitarse la barba e ir enfundado en riguroso luto con una elegante fantasía Kennedy. 

La guagua dejó en la calle Ramón y Cajal a los profesores que integran la batucada Anva Percusión, que dirige Raquel Cruz, la hija de José Juan Cruz, el promotor de la Sardina de la Inclusión que protagonizará el mediodía de este jueves la programación de Carnaval. Anoche, con traje de viuda, velo incluido; este jueves, al frente de los más de 2.600 niños que se esperan en la primera edición de este proyecto educativo que comenzó en Icod de los Vinos hace dieciocho años.

Para que el lector se haga una composición de lugar, el Entierro de la Sardina tardó en bajar el nuevo tramo ganado en la calle Juan Pablo II, que solo se había pensado para ordenar el cortejo fúnebre, una hora, el mismo tiempo que el año pasado se invirtió desde la sede de capitanía al cruce con Méndez Núñez y El Pilar.

En la cabecera del Entierro, lección de historia desde los altavoces del jeep de I Love the World, que ponía en alerta al poco público asistente de que iban a presenciar un acontecimiento histórico que se remonta a finales del siglo XIX. Y todo ello con la voz y entonación de Alexis Hernández, lo que le da más crédito aún.

Diez de la noche y la nueva gerente de Fiestas, Patricia Castillo, con fantasía propia de alta pasarela de moda, sube Juan Pablo II para tirar de la carroza de Pepe Benavente y Rafael Flores El Morocho, después de que la Sardina ya estuviera en la esquina de Capitanía. No dejó de ser un simple deseo, pues la hora no se la quitó nadie, tiempo que permitió disfrutar de fantasías ya clásicas, como las lápidas, la curia de siempre, que este año incorporó hasta confesionario mientras la Cofradía del Chicharro se había confiado al anterior presidente de la Ni Fú-Ni Fá, Carlos Fumero, para aguantar el tipo –desbordados por la gente– más que marcar el paso. Junto a la Afilarmónica, su madrina, Carmita Tejera, la presidenta del Rastro. 

La carroza de la Sardina, muy bien, pero donde realmente estaba la fiesta era en la de Pepe Benavente y El Morocho, que estaban acompañados por el diseñador de reinas Antonio Santos Arteaga y su candidata a reina de los mayores, Carmen Díaz, que resultó elegida segunda dama de honor.

Del Santa Cruz en Carnaval, al Quédate, entre una tropa de monjas y dos elegantes arlequines venecianos, un carrito del tanatorio Siempre Vivo, para seguir la canción ¡Qué hiciste, abusadora!, y en medio el Cilindro XXXIII, la canción del Africano... Se acercó entre la multitud alguien que vio tomando nota al redactor: «¿Se aceptan recomendaciones? Música un poco más alta, por favor». Y siguió Abre tus ojos. Y aún en Juan Pablo II. La calle fue un clamor cuando Pepe Benavente cantó aquello de... Por medio peso y El Polvorete. El Morocho aguantó el pulso con Mi catirita... y ajenos a ese mano a mano, Los Legionarios de Paco Sánchez y Javi El Abogado, consiguieron incorporarse a la comitiva desde la esquina de Capitanía. 

Ya en la comitiva, desde Harpo a la generación Okaidi, de Diablos Locos, que con su director, Tomy Carvajal, desenterraron la fantasía con la que ganaron en 2022.

Había pasado una hora y la Sardina estaba por El Orche y la carroza de Pepe Benavente y El Morocho no había llegado a Méndez Núñez. Gente, mucha gente. Y un ambiente de escándalo. Una cita de esas que ensanchan el pecho para mostrar orgullo por la grandeza de este Carnaval. Cerca del Galcerán, dos hombres con hábito de monja de clausura hablaban con una azafata de vuelo que les prestó el móvil y hasta el carmín para que en medio del blanco y negro no faltara el rojo.

Doce de la noche. Y la Sardina ya bajaba por El Príncipe y la carroza de Pepe Benavente y El Morocho... pasito tun tun entre la multitud.