De la veteranía de Rafa González, Mención Especial al Murguero del Año por designación de Factoría de Carnaval, al reconocimiento a uno de los componentes del género rey elegido por votación popular entre Juan Hernández El Mirinda, de Mamelucos; Palmiro Díaz, componente de Diablos Locos; Esteban Cano, también de la murga trónica; Juan Díaz, alma mater de la desaparecida La Traviata, Tatiana Rodríguez, de Tras Con Tras, o Amelia Casanova, de Burlonas.

En esta cuarta edición del Murguero del Año, de Factoría de Carnaval por votación popular, Amelia sigue los pasos de los ganadores Luis Maya El Medusa, de Mamelucos, en 2018; Luis Moro, de Diablos Locos, en 2019, y Juan Cabeza, de Diablos, en el año 2020.

No había cumplido los nueve años –nació el 25 de abril de 1986–, y ya participó como una de las componentes más pequeñas de Mamelones, formación infantil en la que desembarcó en 1994 de la mano de su tío Jorge. Luego hizo un paréntesis y cambió los pasacalles por el fútbol, hasta que de 2001 a 2004 se incorpora a la disciplina de la también murga infantil Melositos, cuando cumplió la entonces edad límite para estar en esta modalidad, los 17 años.

En 2005 se suma a Clónicas, de Raquel García, y desarrolla su faceta como letrista, junto a otros murgueros, con temas de Melositos 2006 y 2007 –ya en 2005 y 206 estuvo tocando las congas, hasta que desistió–. Cerrada la historia de Clónicas en 2011, arranca Burlonas, la plenitud de Adela Peña como directora y del tándem con Amelia Casanova; juntas son el ADN de un estilo propio de murga femenina: el de Burlonas.

Una conversación con Amelia permite descubrir que no existe la primera persona del singular; de todo hace partícipe a las componentes o al grupo de trabajo. Ella no hace tocados y zapatos; «los hacemos todas». De ahí la clave del éxito, de hacer equipo.

Con sangre de Carnaval por sus venas –prima del recordado Falo Santana, de Bambones, o de Eric y Lolo Tavío, en Bambones; Judit, de Chaxiraxi, o Graci Martín, de Lenguas Largas–, lejos de ver en el resto de formaciones a rivales, admite su admiración por Triquikonas, por ejemplo: «he visto cómo las murgas femeninas han llegado de la nada hasta lograr hasta un segundo de Interpretación, como Triquikonas. Y las echo de menos porque me motivaban».

Con 36 años recién cumplidos, puede presumir de llevar más de media vida en murgas, y admite que conforme creces es más difícil salir porque tienes que compaginar con otras responsabilidades, como el trabajo, y al final quitar horas para salir en la murga».