Entrevista | Chicha Arozarena Periodista

«Hacer periodismo sin móviles era difícil pero sigue siendo difícil ahora»

«Viví una época en la que había interés en que la radio desapareciera; no sé por qué, era extraño», afirma

La periodista Chicha Arozarena.

La periodista Chicha Arozarena. / Andrés Gutiérrez

Almudena Cruz

Almudena Cruz

María Luisa, Chicha, Arozarena es un referente del periodismo en el Archipiélago y recibirá, en el acto oficial del Día de Canarias que tendrá lugar el próximo día 30 en el Auditorio de Tenerife, una de las 14 Medallas de Oro que entrega el Gobierno de Canarias. La que fuera directora territorial de Radio Nacional de España en Canarias habla sobre su trayectoria, recuerdos y los retos que debe sortear la profesión.

¿Se esperaba esta Medalla de Oro?

No, nadie me había prevenido de que estaba en una lista para ello. Lo primero que pensé cuando me lo dijeron fue en toda la gente que me ha ayudado a lo largo de mi carrera. Lo segundo, confié en no tener ningún viaje para poder estar aquí y recoger el galardón. Sería un feo muy grande.

¿Cuántos años han pasado desde que empezó a trabajar como periodista?

Empecé en el periódico EL DÍA, donde me sentí muy querida por varios de sus integrantes que ya no están entre nosotros como Ernesto Salcedo o Manolo Rodríguez Ramírez. Y luego don Ricardo Acirón, por ejemplo. Y los actuales, por supuesto, que me estiman mucho. Empecé a hacer prácticas de tercero a cuarto de carrera y de cuarto a quinto. Después me quedé un año completo, que fue cuando viví el accidente de Los Rodeos. Empecé aquí con 19 años y volvía todos los veranos de prácticas. Aprendí mucho y tengo muy buenos recuerdos de muchos compañeros. Cuando terminé, iba a hacer el doctorado y Ernesto Salcedo me propuso trabajar aquí. Son, desde entonces, exactamente 50 años de trabajo.

¿Por cuantos medios ha pasado en esos años?

Pues por EL DÍA, Diario de Avisos y fui corresponsal de Europa Press durante 12 años. En 1989 tuve que dejar de serlo porque me nombraron jefe de Informativos en Radio Nacional. Fui subdirectora de Radio Nacional y después directora territorial. Aparte, he sido jefa de Gabinete de la Presidencia del Cabildo de Tenerife, una vez dejé Radio Nacional.

¿De todo eso –prensa, radio y comunicación institucional– con qué se queda? Es difícil elegir.

Sí, lo es. Tengo muy buenos recuerdos de todo el mundo. Creo que no te debes decantar nunca por un medio. La prensa te da la oportunidad de conversar con la gente y transmitirlo a un periódico –que ya no tiene que ser en papel– que se puede leer las veces que se quiera, incluso cuando ha pasado un tiempo. La radio es el medio por excelencia para conversar. La televisión ofrece también unas grandes posibilidades, llega a mucha gente. Las agencias son las grandes desconocidas y tienen un potencial tremendo: la inmediatez. Hablo de inmediatez desde mi punto de vista de cuando yo era corresponsal. Ahora puedes ser igual de inmediata en la radio e incluso en el periódico. Ahora se juega con la rapidez y unas buenas fuentes de información. Mantengo, y lo recomiendo, que hay que confirmar bien las noticias. Puedes hacer el mayor de los ridículos, sobre todo cuando hay fallecidos por medio.

¿Y de la parte institucional?

Esa parte fue un aprendizaje tremendo. Te curte. Tiene su aquello, porque al ocupar un puesto tan importante ves cosas que sospechabas y que puedes confirmar, como las visitas interesadas. Adán Martín –que es una cosa que me gusta resaltar– me riñó en su momento porque pensaba que yo había anunciado con mucho tiempo que me iba de Radio Nacional. No, eso no fue así, no lo anuncié, era un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) y era un tema público. Me dijo entonces una frase que he llevado siempre conmigo: Chicha, vas a notar que cuando dejes de ser directora ya no existirás para todos aquellos que te llamaban para pedirte favores. Se dio el caso de mucha gente. Luego me volvieron a llamar cuando estaba en el Gabinete del Cabildo. Llevo a Adán Martín siempre en mi cabeza.

¿Tuvo siempre claro que quería dedicarse a esto?

No. Era un culo inquieto, un fueguito. Mi primera intención fue hacer Arquitectura. Para ello hice los dos bachilleratos, el de ciencias y el de letras. Tenía dudas. Aquí no había ni Arquitectura ni Periodismo. Me decanté por lo segundo porque vi algunas entrevistas y oía a Victoriano Fernández de Asís en la radio, que luego fue profesor mío. Empecé Ciencias Políticas y al tiempo jugaba al baloncesto en el Colegio Mayor y en el Moscardó. No tenía tiempo de todo. Fui una privilegiada, pude escoger entre preuniversitario y COU. Me incliné por el Preu e hice las pruebas aquí en La Laguna. Escogí el Periodismo. Bueno, también me gustaba ser trapecista, pero eso entraba ya dentro de otro capítulo (risas). Lo que sí tengo claro desde que empecé es que el periodismo es un servicio a la sociedad. La gente tiene derecho a saber lo que pasa, cómo pasa y por qué pasa. Y hay una cosa que está clara, muchas veces uno tiene que disimular si la noticia es mala y tratar de no transmitir más preocupación, sobre todo si te están viendo o con la voz en la radio. Hay que tener un cierto tono.

Esta profesión vive casi en una constante crisis. Las hubo profundas en esos años. La televisión iba a acabar con la radio, no pasó, y la prensa siempre está muriéndose –en teoría– pero aquí seguimos. ¿Qué reflexión tiene sobre eso?

Muchas veces se lanzan consignas interesadas. Es duro. Viví una época en la que había un extraño interés en que la radio desapareciera. Y no sé por qué. Y la radio está más viva que nunca, más hoy con todas las posibilidades técnicas. También es verdad que hay que saber manejar esas nuevas herramientas. Muchas veces hay intereses e intuyo que va a haber una gran movida en los medios informativos. Hay mucho interés en hacer desaparecer a algunos medios y eso es malo, muy malo.

Hay ahora otro desafío: distinguir entre lo que es información y las tristemente famosas fake news...

Sí, y podríamos incluir ahí el clikbait: los titulares engañosos en internet. Todo, con tal de conseguir lectores. Esta profesión, te repito, es un servicio a la sociedad. Me preocupa la situación actual de los medios informativos porque veo muchos intereses. Nos viene encima la Inteligencia Artificial (IA). Mal asunto. Hay que atajar a la IA, no nos lleva a nada bueno.

Nombraba antes el accidente de Los Rodeos. En estos 50 años habrá vivido miles de momentos, buenos y malos.

Los peores, indudablemente, fueron el accidente de Los Rodeos el 27 de marzo del 77 y el del 11 de septiembre de 84 –a siete días de haber ingresado en Radio Nacional por oposición– el incendio forestal de La Gomera donde murieron más de 20 personas, entre ellas amigos míos. Y luego, en agosto de 2008, el accidente de Spanair. En medio de eso, he vivido muchos otros accidentes como el de la Tres de Mayo en el que un camión mató a mi compañero Juan José García. Luego hay otros buenos, como cuando pudimos darle la alegría a las islas periféricas de que iban por fin a tener Frecuencia Modulada (FM). Fue un empeño muy grande. Otra cosa que viví de cerca fue la decisión de no cerrar la delegación de La Palma. El tiempo nos dio la razón, remitámonos a septiembre de 2021 con el volcán. Hay muchas noticias, algunas satisfactorias como poder cubrir las primeras elecciones autonómicas, las insulares o las locales.

Es difícil explicar las sensaciones que se viven en una redacción en una noche electoral.

Yo he asistido a recuentos de votos en pizarras en el antiguo Gobierno Civil, no te quiero ni contar. Te das cuenta ahí de cómo una persona puede serlo todo y de repente ya no en una noche electoral. Es emocionante y ahora con la inmediatez más.

¿Cómo se hacía periodismo sin teléfono móvil ni internet?

Pues se hacía con mucho trabajo. Viví la época de los primeros móviles. Me hice famosa porque el primero que me dio Radio Nacional era un Motorola enorme que pesaba muchísimo. Diego Carcedo, entonces director de Radio Nacional, decía «ahí viene Chicha con su elemento disuasorio» (risas). El periodismo era muy difícil pero ahora también es difícil por otro motivo. Todos momento tiene su dificultad. Ahora cuesta controlar el exceso de información y en aquellos momentos era muy difícil para llegar a tiempo a todo, todo se basaba en el teléfono fijo.

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