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Parlamento de Canarias | Arranca el último tramo de la legislatura

Yo no soy ni quiero ser tu bizcochito

El Gobierno ya no rechaza los argumentos de la oposición. Simplemente se niega a escucharlo y vive engatusado por su imagen

La diputada Loli Corujo se hace una foto con la consejera Elena Máñez antes del inicio de la sesión. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Ayer los diputados y diputadas dispusieron de dos horas para almorzar, pero existe gente seria, como Casimiro Curbelo, que se quedó en la Cámara para ser entrevistado por un programa vespertino de la televisión canaria: a medio kilómetro de distancia se podía escuchar la incontenible caída de las babas sobre la moqueta. Los del programa vespertino entrevistaron a Curbelo sentado de espaldas a la puerta principal de acceso del salón de pleno, como si el Parlamento, tras su eminente colodrillo, fuera suyo, lo que no es absolutamente falso. Cuando acabaron el líder gomero se permitió incluso vacilar en el vacío salón de plenos, subir a la tribuna de oradores, empezar un discurso («…lo que había que decirles a estos…»), siempre acompañado de un hombre que en Lilliput se consideraría un caballero muy bajito. Después fueron llegando algunos diputadas y rodearon a Curbelo, ya incorporado a su escaño, para charlar un rato, incluida Vidina Espino, que de un momento a otro está a punto de descubrir lo que le cuesta el peluquero a Ángel Víctor Torres para escandalizar al mundo. Finalmente apareció Julio Pérez –que tampoco almuerza mucho, tiene el estómago delicado– y se acercó sonriente. «¿Se puede?». Claro que podía. Curbelo explicaba que no había descansado mucho en vacaciones, «no tanto como quería», pero que había que ponerse a trabajar enseguida, «porque tenemos algunos problemillas que solucionar».

El principal problemilla que preocupa al César gomero es su gran atracón de final de investidura: un PERTE que anhela meterse entre pecho y espalda antes del próximo mayo. Los PERTE son Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica, incluidos en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España y financiados con fondos europeos. Curbelo quiere el suyo: un PERTE insularizado con una inversión pública de cien millones de euros que incluya energías alternativas, economía circular, coches eléctricos, investigación y desarrollo. Un tanto imprudentemente el presidente Torres le aseguró que le facilitaría las cosas. Le consiguió una reunión con el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y 48 horas antes de salir hacia Madrid, Curbelo recibió una llamada: por razones sobrevenidas el ministro suspendía la reunión. Desde entonces el líder de la ASG está muy mosqueado y sus recientes piropos al Ejecutivo y a Torres no han tenido otro propósito que indicar que sigue esperando. Hasta que deje de hacerlo. Por el momento el 80% del primer PERTE con fondos de la UE ha quedado desierto. Y el de Curbelo ni siquiera está redactado.

El pleno empezó con la dimisión como secretaria segunda de la Mesa de la Cámara de Luz Reverón, que pasa a ser la portavoz del grupo parlamentario del PP, mientras que la hasta ayer portavoz, María Australia Navarro, sustituía a Reverón. La diputada tinerfeña fue muy felicitada, la grancanaria, qué ingrata es la memoria del mundo, mucho menos. En los nuevos escaños del Parlamento se ha impuesto la inelegancia del sincorbatismo, al que ya estaban abonados muchos diputados. Antes lo hacían por comodidad y ahora para impedir la extinción de los osos polares. Hacía calor, en efecto, pero alguien ordenó que ya estaba bien de tonterías y se puso el aire acondicionado otra vez a 23 grados. Y empezaron las preguntas, primero, al presidente, que después de su jupiterización en el último comité regional del PSOE ya habla con un tono oracular, como un padre que a veces no comprende la torpeza o la maldad de sus hijos. Le despejó el balón de la ecotasa a Ricardo Fernández de la Puente, recibió modestamente el homenaje de Luis Campos por las transferencias en costas y esbozó una ligerísima sonrisa de comprensión cuando Manuel Marrero –ese hombre perpetuamente justo al que la Historia y la sintaxis absolverán– le anunció que Podemos presentará una proposición de ley sobre el establecimiento de una ecotasa a los establecimientos turísticos, que antes, cabe imaginar, será debatida en el seno del Gobierno, le explicó a Pablo Rodríguez que Madrid ha destinado más dinero en Canarias que en ningún lado para subvencionar el transporte público; si la gente paga más en sus desplazamientos que en la Península quizás sea porque no saben para dónde van. Rodríguez lo observaba incrédulo mientras el presidente era aplaudido ruidosamente por la bancada socialista. Jamás un juego de manos tan zafio ha sido celebrado en la Cámara con tanto entusiasmo.

Entonces llegó Manuel Domínguez, mandamás del PP, y en apenas tres minutos demolió la imagen de moderación y diálogo que se había construido en los últimos meses. Creyó que podía devorar a Torres como si fuera un bizcochito. Domínguez acusó al presidente de estar buscándose un sueldo vitalicio para cuando deje de serlo. Fue una pequeña bajeza y Torres no iba a ser su merienda. En ningún momento ha propuesto que los expresidentes de Canarias reciban un sueldo (o una jubilación) vitalicia. Y el presidente le exigió a Domínguez, precisamente, que o demostrara que ha sostenido eso o pidiera disculpas. Empeorando aún más su situación Domínguez no hizo ni lo uno ni lo otro e intentó ironizar. Inútilmente. Torres lo machacó sin hacer gala de ninguna indignación impostada. Este Gobierno tiene múltiples flancos (económicos, fiscales, sociales, asistenciales) que necesitan una fiscalización crítica, a veces una descalificación terminante y siempre una alternativa. Resulta absolutamente innecesario inventarse declaraciones presidenciales, cuando Torres ya se inventa tantos problemas solucionados. Es un Gobierno que, como dice Rosalía, tiene todo lo que tiene delito. Ha sido un resbalón de Domínguez, que no debería confiar tanto en el arrastre de la ola favorable del PP en las próximas elecciones autonómicas y locales. Igual aquí no llega más que un vaso de agua para aclararse la garganta.

Todo el resto de las preguntas y las comparencias se basaron, por parte de la mayoría, en el habitual baño de cifras y silencios. Porque el Gobierno de Torres es básicamente un Gobierno cuantitativo que celebra incesantemente la cornucopia de millones que llueven desde Madrid y Bruselas y si se apura es capaz de precisar cuántos nuevos médicos, enfermeros y profesores ha contratado, pero que no ofrece una sola reforma sustancial en ningún campo: ni en las administraciones públicas, ni en la gestión sanitaria, ni en el sistema público de educación, ni en el modelo de I+D+i, ni en nada concretamente. Y por supuesto acostumbrado cada vez más desoladoramente a la vaciedad argumental, al riquirraca bobalicón, a la soberbia e incluso a la chulería. Cuando la oposición pregunta, por ejemplo, a Julio Pérez, por qué ha dimitido el gerente de una importante empresa pública, el consejero de Administraciones Públicas le contesta: «Pregúntele usted al gerente». Por supuesto, la diputada que pregunta no sabe nada de dicha empresa, no se entera de nada, no conoce su valoración entre los ciudadanos. Esa música imbécil y ventajista, el chachachá de un Gobierno genial que nos hace cotidianamente felices a los ciudadanos –Torres solo ve rostros sonrientes en las romerías: lo raro es que se encontrase ahí gente llorando– es la que suena en casi todas las sesiones plenarias. En sus dos comparecencias de ayer el vicepresidente y consejero de Hacienda, Román Rodríguez, no contestó a ninguna de las preguntas de la oposición, y menos que a ninguna a las más atinadas, que procedieron del portavoz de CC, José Miguel Barragán. Ni una. Todo fue una ducha interminable de optimismo egomaníaco y el enésimo anuncio de la continuidad en la oposición por muchos años de CC y el PP. Uno tiene que soportar –por remedar a Rodríguez– que se diga que jamás se ha registrado tanta gente trabajando en Canarias o que el PIB crece por encima de la media española y la media española por encima de la media europea. Respecto a lo primero, es cierto en términos absolutos, pero no relativos: la tasa de desempleo en las islas sigue siendo de un escandaloso 18%, con un paro juvenil que supera el 42%. Y sobre lo segundo, en 2020 el PIB canario descendió más de un 20%. Es absolutamente lógico que al reanudarse la actividad política el crecimiento del PIB escale, pese a lo cual todavía no ha llegado al nivel de diciembre de 2019. Pero el Gobierno ya no rechaza los argumentos de la oposición. Simplemente se niega a escucharlo y vive engatusado por su imagen en un espejo mágico bruñido por miles de millones de euros europeos. Sí, hay cosas que democráticamente tienen delito.

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