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Premio Canarias de Cultura Popular
Manuel J. Lorenzo Perera Premio Canarias de Cultura Popular

«Somos un pueblo sin orgullo»

«Tenemos el folclore más rico del mundo y da pena que no se salga de las folías y malagueñas», afirma el Premio Canarias de Cultura Popular

Manuel Lorenzo Perera en la Facultad de Educación de La Laguna. Carsten W. Lauritsen

Manuel J. Lorenzo Perera (La Orotava, 1947) está considerado como el mayor estudioso contemporáneo de la cultura tradicional canaria. Autor de más de 40 libros, maestro, licenciado en Filosofía y Letras y doctor en Historia, fue docente en la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna y, ya jubilado, sigue al frente del Aula de Etnografía de la ULL y del grupo folclórico de su facultad de siempre.  

¿Qué recuerda de la Canarias de su infancia?

Mi Orotava querida. Recuerdo una calle de tierra y piedras por la que pasaba un coche cada cinco horas. Y cuando pasaban aquellas guaguas de chapa, los chicos y las chicas nos pegábamos a la pared y le cantábamos al cobrador, tocando las tortas y moviendo las patitas, que son los instrumentos más antiguos que conoció la humanidad: el cobrador de la guagua / tiene una novia en El Llano/ y cuando pasa por ella / le dice adiós con la mano. Y él se moría de risa. Nuestras madres se asomaban a la ventana y nos llamaban con el silbo. Si te alejabas mucho y no escuchabas, al volver te daban un par de cholazos.

¿Desde pequeño sintió pasión por la música?

Esa fue mi escuela. La calle era un auténtico museo etnográfico viviente. Por las tardes-noches, como no había televisor y pocas casas tenían radio, en la sala se reunían mis abuelos, mis padres, mis tíos y algunos vecinos. Hasta 20 personas que se juntaban para hablar y nosotros a escuchar. Nos formamos en esa escuela, en la de la oralidad cultural. Eso se acrecentaba en la época de fiestas, cuando venían los parientes de la capital. Fueron tiempos de cariño. Éramos más pobres, pero había más roce.

¿Algún otro recuerdo que le marcara?

Pues recuerdo ver a los cabreros, que no iban a la Villa de Abajo, donde vivían los señoritos, porque las cabras cagan y algunos no querían que les estropearan las calles. Siempre estaban en la Villa de Arriba. Los veíamos también vender la leche por las calles. El cabrero ha sido siempre un personaje muy renunciado, mal considerado. No se les ha valorado, pero creo que habría que hacerles monumento. Los pastores mantienen la cultura más antigua de Canarias: la pastoril. Ellos son los descendientes más directos de los viejos guanches.

¿La cultura popular en Canarias ha sido tan maltratada como los cabreros?

La cultura tradicional ha sido muy mal considerada. Siempre suelo decir que somos un pueblo sin orgullo. Los pueblos orgullosos luchan por las viejas tradiciones, las defienden y mantienen. Pero eso no ocurre aquí. La cultura tradicional es el apartado más olvidado y menospreciado del panorama cultural canario, pese a que pervive en todos los pueblos del Archipiélago. De la cultura tradicional de cada pueblo se pueden escribir un montón de trabajos de investigación, un montón de libros.

¿Esa cultura tradicional vive tiempos peores en el siglo XXI?

Creo que va a peor. Veo la cosa mal. La cultura tradicional está marginada en Canarias, pese a que está en todos los lugares, incluso en las zonas turísticas. Hay tradiciones milenarias que han desaparecido de todas partes del mundo y se han mantenido en una ciudad turística como el Puerto de la Cruz, en Tenerife. Y me refiero al Baño de las Cabras en el mar o a la tradición de matar la culebra. Esta última, en Cuba sólo es un recuerdo de los más viejos. Aquí la conservamos en el Puerto de la Cruz, donde la recuperamos en 1997. Sacamos un libro, hicimos una exposición y preparamos todo para repetirla anualmente y enseñársela a los escolares.

El Baño de las Cabras también ha sido una tradición ancestral amenazada...

Sí, llegó a desaparecer en los años 60 del siglo XX, y se recuperó gracias al Colectivo Cultural Valle de Taoro, del que formaba parte. Lo recuperamos en 1985. El año anterior, algunos cabreros se atrevieron a llevar sus cabras a El Charcón y unas peninsulares vieron a las cabras en la playa y llamaron a la policía. Cuando los iban a echar intervenimos y les explicamos que eso obedecía a una tradición milenaria, que con mucha probabilidad tiene su origen en el mundo guanche.

¿De qué rescate cultural se siente más orgulloso?

Pues todo ha tenido una razón de ser. Nos sentimos orgullosos de todo. Por ejemplo, en 1998, en Buenavista del Norte, donde resido desde hace más de 20 años, recuperamos el Baile de las Libreas del Lugar de Buenavista del Norte, que se había perdido en la guerra. Murió cho Juanico Gualón, se apagó el motor y eso había desaparecido.

¿Se repite de forma habitual el drama de que la muerte de algunas personas signifique también el final de viejas tradiciones?

Lamentablemente, cuando se mueren algunas personas, desaparecen tradiciones. Eso lo hemos comprobado muchas veces. Lo más curioso es que todas esas tradiciones, si se quisiera, se podrían recuperar. Si hubiera orgullo, sería posible. Pero si somos un pueblo chafalmeja, no recuperaremos nada. El 1 de diciembre de 2021 se presentó una tesis, de la que fui director, sobre las representaciones zoolátricas de Canarias. La hizo el antropólogo Ricardo Fajardo. Tiene 650 páginas y ahí aparecen 52 representaciones zoolátricas en Canarias, casi todas desaparecidas. Él las rescató de la oralidad cultural. Si quisiéramos, esas tradiciones podrían recuperarse y revivirlas. ¿Pero en qué se ha convertido nuestro carnaval? En murgas y comparsas, contra las que no tengo nada, pero olvidamos las viejas tradiciones.

«Tenemos el folclore más rico del mundo y da pena que no se salga de las isas, folías y malagueñas»

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¿En qué consisten esas representaciones zoolátricas?

Son representaciones de animales, como los carneros de la isla de El Hierro; matar la culebra; los Diabletes de Teguise; el Bicho de Pinolere, que pasó al olvido y se podría recuperar; la Máscara del Cochino Negro de Sabinosa, o el Oso de El Palmar, en Buenavista, donde hasta los años 60 se sacó un personaje vestido de oso por los carnavales, y eso tiene su origen en los tiempos de los celtas. Correr los carneros se remonta a los tiempos de los romanos, a las fiestas lupercales. Tenemos auténticas joyas culturales sumidas en el olvido. ¿Y saben una cosa? Los viejos se mueren. Y si no hablamos con ellos se desvanecen en el olvido para siempre.

¿Ha sido su vida una lucha constante contra el olvido de tantas tradiciones canarias?

Sí, muchas veces lo he intentado. Hemos estudiado e investigado para revivir las tradiciones. Y a eso se dedican también el Aula de Etnografía y el grupo folclórico de la Universidad de La Laguna. Es su finalidad principal: estudiar, investigar y difundir las viejas tradiciones. Nuestro grupo folclórico es tradicional no recreativo. Somos absolutamente respetuosos con la tradición y eso no ocurre ni con el 2% de los grupos folclóricos actuales.

¿Qué manifestaciones folclóricas han podido recuperar?

Pues por ejemplo los cantos de trabajo. Nos ponemos la mochila y las botas de caminar para hablar con la gente y eso nos ha permitido rescatar los menos cotidianos. Han aparecido a punta pala. Se podría decir que Canarias es el país del mundo más rico en cantos de trabajo. Una riqueza tremenda. Los últimos, en la isla de El Hierro, para mecer la leche o espantar a los cuervos. En La Gomera, otro para encontrar las setas y las turmas. En Tenerife hay cantos de trabajo de la gente pobre que iba a rebuscar papas, para llamar a las abejas o para vender pollos por la calle. Tenemos el folclore más rico del mundo y es una pena que los grupos no se salgan de isas, folías y malagueñas. Tenemos más de cien géneros folclóricos, pero si consideramos sus variantes, serían más de 300. Considerando lo pequeño que es nuestro país y la relativa poca cantidad de gente que vive aquí, su valor se acrecienta. No podemos dejar que se pierda. Sería un sacrilegio.

¿Le gustaría tener unas cuantas vidas más para seguir rescatando tradiciones?

Sí, yo siempre digo que nunca podré escribir todo lo que tengo pendiente. En Canarias hay miles y miles de trabajos de investigación y libros pendientes de escribir.

¿Le enorgullece ser Premio Canarias de Cultura Popular?

Dos cuestiones. La primera: nunca he corrido detrás de nadie para que me den un premio. Ha sido voluntad de la gente. La segunda: este no es un premio individual, es el premio que le han dado a un montón de personas que nos han ayudado. Nuestros informantes, maestros y maestras de la tierra. Gente que muchas veces no sabía ni leer ni escribir, porque no pudieron ir a la escuela, pero fueron capaces de transmitirnos tanto. La mayoría de ellos ya no están. Más del 95% de mis informantes han muerto, pero creo que estarán orgullosos del premio que hemos obtenido entre todos. Y está bien que se premie a la cultura tradicional porque es lo más grande que puede tener un pueblo. La herencia de nuestros padres y abuelos. La que más nos identifica. Y, al mismo tiempo, el apartado más olvidado y marginado del panorama cultural canario. Y eso es vergonzoso e inconcebible. Tenemos que ser un pueblo orgulloso, como las vascos.

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