Los investigadores de B-Charmed, el proyecto europeo que estudia la importancia, papel y extensión de los bosques de coral negro que viven a partir de los 45 metros de profundidad en la costa de Puerto del Carmen, en Tías, iniciaron as primeras inmersiones en las aguas que acogen estos complejos ecosistemas.  

La situación vivida por la pandemia de coronavirus forzó un aplazamiento de varios meses en el inicio de los trabajos de investigación, que finalmente han podido arrancar con las primeras exploraciones del área que se mapeará con una novedosa tecnología que combina sistemas de sónar de barrido lateral y ecosonda multihaz con buceos de profundidad. La campaña continuará con nuevas exploraciones durante los meses de febrero y abril de este año. 

Los primeros trabajos en el agua han servido para empezar a determinar la metodología de muestreo, poner a prueba el material tecnológico que se empleará para mapear los bosques de coral negro y establecer las zonas de trabajo desde donde realizar las mediciones.  

B-Charmed tiene como objetivos el estudio ecológico integral de los bosques de coral negro en la Macaronesia (Lanzarote será empleada como zona modelo para el estudio), así como el desarrollo de herramientas acústicas que permitan determinar su extensión. Está liderado por la Asociación Biodiversidad Atlántica y Sostenibilidad (ABAS), asociación ubicada en las Palmas de Gran Canaria, el Laboratorio de Ecogeoquímica de Ambientes Bentónicos, en Banyuls sur Mer (LECOB – Francia) y el Instituto Leibniz de Investigación del Mar Báltico en Warnemünde (IOW - Alemania).  

En la primera semana de trabajos en Puerto del Carmen han participado tres investigadores: Francisco Otero-Ferrer, investigador principal del proyecto, de la Asociación Biodiversidad Atlántica y Sostenibilidad (ABAS); Fernando Espino, asociado al Instituto Universitario de Acuicultura Sostenible y Ecosistemas Marinos (IU-Ecoaqua) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), que interviene como colaborador principal en el proyecto; junto a Lorenzo Bramanti, investigador del CNRS (Centro Nacional de la Investigación Científica) perteneciente a Lecob.

Según explica Francisco Otero Ferrer, los primeros días servirán para preparar toda la planificación de las inmersiones que empezarán a medir las dimensiones de los bosques lanzaroteños. “La profundidad donde se encuentran estos bosques de coral, que se extienden a partir de los 45-50 metros, hace que cada minuto debajo del agua sea valioso”, afirma Otero Ferrer, por lo que hay que definir y ajustar los protocolos experimentales que se emplearán con el objetivo de planear adecuadamente el tiempo de inmersión y las medidas de seguridad correspondientes. 

El proyecto B-Charmed (acrónimo de The Black Coral forests as unexplored Biodiversity Hotspots in the MAcaronesian Region: ecosysteM functions and sErvices analyseD) permitirá conocer el alcance e importancia de estos todavía poco conocidos bosques marinos en Lanzarote. Si bien en países tropicales se han estudiado a fondo los bosques de coral negro, aún hay muchas cosas por descubrir de estos ecosistemas en aguas de los archipiélagos de la Macaronesia, como es el caso de los de la isla conejera. 

Animales coloniales

Los corales negros son animales coloniales formados por cientos de individuos denominados pólipos, parecidos a pequeñas anémonas de mar, que están conectados físicamente y funcionan como una sola unidad. Los pólipos suelen medir tan solo unos pocos milímetros y poseen una serie de tentáculos urticantes, generalmente seis, que rodean la boca por la cual ingieren los alimentos. 

Los corales negros son propios de aguas profundas, aunque muchas especies aparecen en un rango de profundidad muy amplio. Con morfologías similares a verdaderos árboles, las comunidades de corales pueden agregarse de manera abundante en los fondos submarinos de las Islas Canarias a partir de los 30-40 metros de profundidad, formando auténticos “bosques submarinos” que modifican el paisaje e influyen en la presencia de otras especies de fauna y flora, funcionando así como verdaderos “bioingenieros” de los ecosistemas marinos.

A diferencia de otros corales como los formadores de la Gran Barrera de coral en Australia, cuyo esqueleto está formado por carbonato de calcio, los corales negros tienen un esqueleto compuesto por proteínas (alrededor del 50%) y quitina, otro compuesto flexible y resistente que forma parte de las paredes celulares de los hongos o de los esqueletos de muchos insectos. A pesar de tener diferentes apariencias y colores llamativos debido a los pólipos, el esqueleto de estos animales suele ser negro (de ahí su nombre), pudiendo estar recubierto por una serie de espinas que se utilizan para diferenciar las especies. Por ello a los corales negros también se les conoce como “corales espinosos” (thorn corals, en inglés).