Baskonia, primer semifinalista

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La noche de Wow Larkin (90-81)

El Baskonia es el primer semifinalista de la Copa del Rey 2017 tras un intenso partido frente a un corajudo Iberostar Tenerife (90-81). Shane Larkin (26 puntos y 8 asistencias), imperial en la dirección y anotación, fue el motor del triunfo del anfitrión

Daniel Barranquero
@danibarranquero
ACB.COM

Se llama Shane Larkin, es uno de los grandes bases de la Liga Endesa y, desde este estreno copero, ha presentado su candidatura a ser uno de los grandes protagonistas de esta Copa del Rey de Vitoria-Gasteiz 2017.

26 puntos, 8 asistencias y 34 de valoración para convertirse en el héroe baskonista en un partido vibrante, con un enorme Baskonia y un Iberostar Tenerife lleno de corazón y fe, que creyó de la mano de Grigonis y Bogris en un pase a cuartos de final que hubiera sido histórico. Pese a tener controlado el duelo al descanso (45-34), los locales sufrieron hasta los minutos finales… hasta que Larkin dio un paso al frente para llevar al anfitrión a semifinales (90-81).

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El corazón de Bogris, la dimensión de Diop

El Buesa Arena vibraba con los suyos, que querían desquitarse de esa especie de doble maldición que jugaba en su contra desde la misma previa. La maldición del anfitrión tenía un pase -que le pregunten a Bennett si es que acaso no hay antídoto-, sí, mas la maldición frente al equipo aurinegro preocupaba más. Seis derrotas en nueva partidos desde el regreso a la élite de los canarios, parecía un presagio. Que el corazón de Bogris empezara a latir tan fuerte, empezó a asustar más.

Vaya minutos, Georgios. Complicado encontrar a un jugador más motivado en pista que el griego en estos cuartos de final. Ocho abajo en el marcador, tras forzar una falta en ataque, Bogris se puso a festejarlo cual triple de la victoria con San Miguel, dando inicio a una serie de gestos que, por pura inercia, metieron a su equipo en el partido. Daba igual que Bargnani encestara el triple (28-19, m.14). Cualquier acción positiva de sus compañeros tendría mirada a la grada, un “más, más”. Un “no os escucho”, un pique con su defensor. Y todo pasaba por él. Un bloque directo por aquí, una canasta forjada con cincel por allá (31-28, m.15). Habían vuelto.

El corazón de Bogris como arma de destrucción masiva. Y la sangre baskonista como refugio nuclear. De doble temperatura. La fría, le permitió mantener la calma pese a que su rival tuvo un triple para adelantarse y otro para igualar, con grandes minutos de White y Grigonis. La caliente, la propia de un anfitrión, condujo al partido hasta una nueva dimensión. Allá donde Ilimane Diop parecía medir mucho más de 210 centímetros. Allá donde la luz perdía carreras con Larkin. Allá donde el ruido del pabellón se transformaba en puntos, en parcial, en despegue. El mate del propio Diop (45-34), guinda y símbolo al mismo tiempo de un partido en el que unos latían mientras los otros volaban.

El encuentro se nivela

¿Quién no soñó un buen día con ver a Ilimane Diop? El niño maravilla, el gigante. El que llegó a Tenerife, procedente de Dakar, con 14 años. Jugó con el Adeje, coqueteó con el Real Madrid y acabó en el Baskonia. Prodigio cadete, oro en Mannheim 2012, eterna sensación de que este año sí, de que este es el año de su explosión. Con más minutos así, las hipótesis no tendrían ni hueco. Otro mate con su sello abría el tercer cuarto, antes de que su exceso de motivación le costase caro a su equipo, con una antideportiva que acabó en jugada de 6 puntos, tras 3 tiros libres de White y un triple de Doornekamp (47-42, m.23).

El Baskonia, que había doblado en el rebote a su oponente durante la primera mitad (22-11), empezaba a sufrir las capturas ofensivas del Iberostar Tenerife. Los canarios movían el balón como los ángeles, mas siempre faltaba algo, un pequeño empuje más. Y no era por falta de ganas, no era por falta de ganas. Los vitorianos siempre encontraban la forma de estirar unos minutos más su dominio. Ya fuera un triple de Tillie o las apariciones sin pedir permiso de Budinger, puntos con hielo (55-49, m.27). Ni Kirksay colocando más cerca que nunca a los insulares (55-53, m.28) conseguía que tartamudeara el Buesa Arena. Ya llegaría Hanga al rescate.

Para más inri, una intencionada a Kirksay presagiaba un final de cuarto parecido al segundo, con un rush final baskonista que hiciera añicos cualquier mérito rival. Empero, los de Sito Alonso solo anotaron un punto y el encuentro llegó con todo por decidir al periodo final (61-55), algo que, en realidad, se merecían tanto unos como otros. Llegaba la hora de Larkin.

La sentencia de Wow Sharkin

Malditos tópicos que todo lo estropean y que parecen redundantes a base de repetirlos. No obstante, esta era una de las veces en las que merecía la pena hacerlo. Si en la previa a uno le hubieran preguntado cómo perder, hubiera pedido que así, con su público orgulloso. Y el guion del victorioso hubiera incluido siempre un rival con tanto corazón, como se empeñaba en demostrar Bogris una y otra vez, a veces solo contra el mundo (65-59, m.33) desde la misma pintura. Un guion con sitio para el juego vistoso, para la sobriedad y hasta para los héroes. Shane pedía paso.

Quizá a DeShane le comenzaron a llamar Shane para acelerar el grito, para exagerar la onomatopeya. Un Shane que bien podría haber sido Wow. Wow Sharkin, tirano y seductor, ejecución con dulzura, tomó el partido, lo acarició, lo paseó un rato por sus manos y se lo dio sonriente al público baskonista, al que vistió de semifinalista con unos minutos de vértigo. Impulsado por un 2+1 imposible, que deshojó la margarita hasta que se decidió por convertirse en canasta, Wow Larkin se erigió en el héroe que todo público local necesita.

Con una superioridad insultante, como si jugara en la actualidad contra los rivales de su instituto de Dr. Phillips, allá por Orlando. Con la magia de sus mejores días con los Miami Hurricanes. Con los destellos mostrados en Knicks o Nets, uno tras otro, en cadena para implosionar el partido. Y qué importaba que Grigonis -enorme, bravísimo- se resignara a lo ya escrito (72-66, m.35). El americano respondía una y otra vez. Asistencias, penetraciones que solo él pudo imaginar, carácter, liderazgo. Un buen puñado de tiros libres y un par de triples decisivos. Uno para el despegue, otro para la sentencia a falta de tres minutos: 83-71.

Solo el amor propio de los aurinegros convirtió en un final emocionante (84-79 a falta de minuto y medio) lo que ya era todo un show, el de Wow Larkin, retirado a pocos segundos del 90-81 final con honores de estrella, con tres letras como himno: MVP. Desde luego, este jueves lo fue.