“Los primeros pasos del basket femenino en Tenerife”, por Charo Borges (XVI)

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Saldando deudas

Llegados a este punto y para que no me quede nada en el recorrido del camino que estoy a punto de acabar, quiero hacer mención a otra actividad cestista que algunas de las compañeras del OM también compaginaron con su participación en las ligas de la Federación Provincial, Regional y Nacional. Fue su condición de estudiantes universitarias la que propició el que formaran parte del equipo de baloncesto que representaba al Distrito de La Laguna en los Juegos Universitarios, el de la Facultad de Filosofía y Letras. Podía hacerse y no desaprovecharon la oportunidad. Pero, vayamos por partes.

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En la temporada de 1970-71, Conchy Ramírez y Ángeles García fueron entrenadoras y jugadoras del grupo de esa Facultad que, como campeones del Distrito lagunero, se desplazaron a Zaragoza para participar en la Fase de Sector. Entonces y ahora, esos equipos suelen integrar a jugadoras que forman parte de las plantillas de otros conjuntos que militan en las divisiones y categorías nacionales o regionales y que están matriculadas en alguna facultad o escuela universitaria. Además de ellas dos, contaron con Concha Elena de Armas, del Canarias; Magaly González de Ocón y Mª Jesús Brito, del Náutico y, por último, Thais Santacreu, Juany Peña y Aracely Núñez, del Pureza Kaiser. Antes de irse a Zaragoza, Ángeles y Conchy le pidieron a Jeromo disputar un partido amistoso con el resto de compañeras del OM, con el fin de recaudar fondos para el viaje de Fin de Carrera de las alumnas de Magisterio del Hogar Escuela y, de paso, coger algo de más rodaje con vistas a su intervención en tierras mañas. El resultado fue de 41-41, después de reñidos momentos para lograr vencer a las campeonas regionales. En la capital del Ebro, se clasificaron para la Fase Final, que se jugó en Madrid. Aquí, ya costó más hacerse con los mejores del resto de Sectores nacionales, quedando últimas de esa Final.

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En la temporada siguiente, la 71-72, volvieron a ganar su participación para las fases peninsulares, quedando otra vez, campeonas de Distrito. La dirección del equipo estuvo a cargo, solamente, de Conchy, porque Ángeles se había casado y esperaba su primer hijo. La sustituyó, como jugadora únicamente, Charo Borges, mientras que el resto de chicas ofreció pocas variaciones. Se incorporaron Conchy del Castillo Cossío, que, como Concha Elena, pertenecía al Canarias, y del Pureza llegó Adela Izquierdo Guzmán. En esta ocasión, la Fase de Sector tuvo lugar en Valencia y allí se quedó invicto de nuevo y, por lo tanto, se obtuvo el derecho a intervenir en la Final que se celebró en Barcelona. Los otros campeones de sector también eran de las Facultades de Filosofía y Letras de Barcelona, Madrid y Bilbao.

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Con el primero, las de La Laguna ganaron de un punto, 58-59, y con los otros perdieron. Para el partido contra las de Bilbao no pudieron contar con la aportación de Charo. Ese partido coincidía con el que debía disputar el OM al Teresianas de Las Palmas, para conseguir el campeonato de Canarias y ella se desplazó a la Península, con las universitarias, bajo aquella condición, la de regresar a Tenerife para participar en ese decisivo encuentro regional.

Lo mejor de esta experiencia fue que se consiguió, por primera vez para la facultad lagunera, ganar una medalla en los Juegos de este deporte: la de bronce. Recuerdo que las compañeras decían que si hubieran contado con nuestra jugadora, muy posiblemente podía haber sido la de plata, porque el equipo vasco resultó ser el más débil de los tres contendientes que tuvieron.

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Para ella, fue todo un éxito, ya que, a la consecución de aquella medalla, se unió el haber ganado al conjunto grancanario y, con ello, de nuevo, la inclusión de nuestro equipo en la Liga Nacional.

Otra actividad, en esta ocasión muy curiosa, fue la de que algunas de las jugadoras del OM tuvimos la oportunidad de participar en un partido exhibición de Balonkorf o Korfbal. Fue en el verano de no recuerdo qué año de los 70, y sólo unas pocas estuvimos disponibles para hacerlo. Muchos se preguntarán a qué responden esos extraños nombres y voy a tratar de resumir, en pocas palabras y con algunas fotos, en qué consiste.

Su nombre proviene del holandés korfball, en donde «korf» significa «cesto». Nació en Holanda a principios del siglo XX, gracias a un maestro, Nico Broekhuysen, quien, en 1902, ideó un pequeño reglamento para un deporte cuyo objetivo fundamental era organizar un juego de equipo en el que interviniesen chicos y chicas simultáneamente. La composición de los equipos, por lo tanto, es mixta, con cuatro chicos y cuatro chicas por cada equipo. Lo más peculiar son las canastas y el lugar en el que éstas se sitúan, a 6’5 m. del centro de los lados más cortos de un rectángulo de 40×20 m.

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Toda esta información, como es fácil imaginar, la he conseguido gracias a esta valiosísima herramienta que es Internet y a través de uno de sus más potentes buscadores, Google. Si hubiera tenido que dar estos datos en aquel entonces, probablemente, lo hubiera tenido bastante más complicado. Con esto quiero decirles que si quieren saber más de esta modalidad, utilicen el mismo recurso. Se encontrarán muchas páginas sobre el tema.

Debió ser una campaña de promoción de los que querían extender este deporte por España, la que hizo que llegara a nuestra isla en aquellos años.

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Jugamos en la cancha del Palais Royal, lo que hoy es el Centro de Arte La Recova, situado frente a un lateral del Teatro Guimerá. Sobre la marcha, nos explicaron en qué consistía y como tiene muchas coincidencias con el baloncesto de siempre, no nos costó mucho aprender lo básico. Se formaron varios grupos de jugadores que nos relevábamos continuamente y, aunque resultó muy divertido, no debió cuajar por estas latitudes, porque nunca más volví a saber de él. Tiene un reglamento más sencillo que el de su hermano mayor y a mí me gustó mucho. Hoy leo, no sin cierta sorpresa, que se introdujo en España en 1968, por la ciudad de Málaga, que se sigue practicando por varias zonas del país y que Cataluña es, actualmente, una potencia internacional en las competiciones de balonkorf.

Las imágenes del relato muestran momentos de nuestras compañeras en la liga universitaria y fotos y esquemas de una cancha de korfbal, extraídas de la Red. Con ellas, considero atados los cabos a los que aludí en mi anterior entrada y saldada la deuda con las compañeras que dedicaron parte de su tiempo a jugar, aún más, al baloncesto y a su sucedáneo.

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Me pudo el pudor

Hola, de nuevo. Después de mucho pensarlo, he vuelto otra vez. No es cuestión de nostalgia o de escritura compulsiva que ya no pueda parar, no. Es cuestión de cumplir con lo que, allá por Agosto del año pasado, dejé por escrito en este espacio bloguero. En uno de mis primeros posts, me comprometía a rescatar de mi memoria lo ocurrido en casi veinte años de intensa vida deportiva. Entonces, no reparé en que llegaría un momento en que, para quienes siguieron con cierta regularidad las ligas femeninas de aquellos tiempos y hoy han tenido la amabilidad de interesarse por algunos de mis relatos, iba a ser fácil descubrir quién está detrás de esta poco frecuente palabra Septena.
Con la temporada 75-76, formando parte del Medina Santa Teresa, han sido catorce las revividas, lo cual lleva a pensar que no debí retirarme cuando tuve intención de hacerlo. O hice mal las cuentas o seguí jugando, no queda otra. Puestos a escribir con absoluta propiedad, sí que, en esa temporada, me retiré de la categoría y la competición en la que tanto tiempo había participado. Con lo que no conté nunca es con que pudiera interesar a ningún otro equipo.
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Para cumplir con ese objetivo de continuar la narración sin abandonar el anonimato, pensaba recurrir a alguna “mentirijilla” piadosa que, bien mirada, no tenía sentido y sería poco creíble. Y aquí llegó mi dilema: mostrar o no, a los cuatro vientos, quién se esconde bajo el nombre de Septena. Después de darle muchas vueltas a esta disyuntiva, me he encomendado a todas las diosas y dioses posibles y he llegado a la difícil conclusión, para mí, de descubrirme. Hacer un streep-tease de mi personalidad, vaya.
Me va a costar bastante continuar en esto de los recuerdos deportivos, una vez revele, para unos, y confirme las posibles sospechas, para otros, quién soy. Creo que debe notarse, después de tantas vueltas y re-vueltas para hacerlo, que sigo estando muy reacia a ver mi nombre escrito por mí misma, dentro de estas ya numerosas líneas. Antes de continuar, pido a aquellos que dijeron suponer o intuir quién era el autor o autora de estas historias, no queriendo yo ratificárselo, que me perdonen por no admitir su acierto en ese momento. Me pudo, (y me sigue pudiendo), el pudor. Pero, ya no queda otro remedio que reconocerlo. Sí, estimado Agustín Arias y sí, estimada Jane, soy la que pensabais que era. Soy Charo Borges, la número 7, la séptima o la septena de mis queridos equipos, durante esas diez temporadas de jugadora federada (¡uff, ya lo he soltado).
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Vuelvo a pedir disculpas, – en particular a ustedes dos -, porque han sido los que han dado forma escrita a esa suposición. Pero, también les ruego, a ustedes y a los demás, que entiendan que, en algunas situaciones puntuales de esas historias, si quería transcribir los datos objetivos sobre lo que ocurría en torno a mis equipos, me daba mucha vergüenza contar, en primera persona, los avatares que me tocó vivir en hechos concretos en los que tuve algún protagonismo.
Desde el primer instante en que decidí abrir este blog para dejar constancia de la vida y obras de un grupo de enamorados del baloncesto (entre los cuales me encontraba), tuve muy claro que sería bajo un pseudónimo. Ese recurso me iba a solucionar la papeleta de hablar, de manera distanciada y a modo de narradora aséptica y objetiva, de aquellas peripecias en las que estuve más involucrada. Sólo así, me he atrevido a hacerlo. Quienes me conocen bien, saben lo mucho que me incomoda referirme a mí y a mis cosas.
Como pueden imaginar, de esta autoría están al tanto algunas de mis compañeras de entonces, porque he recurrido a ellas para precisar determinados detalles y contrastar unos cuantos recuerdos compartidos, en nombre de la mayor rigurosidad y precisión a la hora de revivirlos. A todas les rogué que mantuvieran mi deseo de anonimato y, desde aquí, quiero agradecerles que lo hayan hecho. Sin embargo, no todas saben que llevo casi un año hablando de nosotros y espero que en algún próximo encuentro, de esos que hacemos de vez en cuando, pueda contárselo e invitarlas a entrar en este espacio común que pretende ser un homenaje y un reconocimiento a lo mucho que ellas significaron en el baloncesto femenino de esta tierra nuestra.
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Esta última razón, también ha hecho que reconsiderara mi continuidad en esto de los recuerdos. Sería muy injusto no dejar constancia de las experiencias que tuve el placer de vivir con otro grupo de jóvenes deportistas. Ellas, igualmente, aunque en una época posterior, forman parte de otra etapa gloriosa del básquet de nuestro archipiélago. No en balde, fueron las primeras en acceder a la tan ansiada categoría de honor femenina y este otro hecho histórico, merece los mismos reconocimientos que he tratado de recuperar en sus predecesoras.
En futuras entradas, las que cubran mis dos últimas temporadas en activo, será el equipo por el que fiché durante ese tiempo, el Tenerife Krystal, el hilo conductor de los recuerdos. Los primeros serán los de cómo llegué a formar parte del recién ascendido a la División de Honor… Pero, eso será dentro de unos ocho o diez días. Así pues, hasta entonces.
CONTINUARÁ…