«Gracias, Richi», artículo de Víctor Belinchón en KIAenZona.com

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Víctor Belinchón

Veintiún años, cuatro meses y siete días. Es el tiempo que ha transcurrido desde su primera canasta (08/01/1995) como profesional hasta la (de momento) última (16/04/2016). Entre ambas más de 600 partidos de baloncesto. Más de tres cientos partidos disputados en la LEB Oro, 291 en la Liga Endesa y otros muchos en EBA. Dos décadas viviendo un sueño y con un único objetivo en mente: superarse. Constante, elegante, valiente, decidido, optimista y ambicioso. Son palabras que llevan acompañándole en un viaje que decidió emprender cuando solamente era un adolescente. Abandonó su Tenerife natal buscando un sueño que nacería en la Costa del Sol y que -de momento- se ha prolongado hasta casi sus 40 años.

Quién le iba a decir entonces, cuando cogió el avión destino a Málaga, que él iba a ser uno de los principales protagonistas en la categoría reina de la Federación Española de Baloncesto. Ricardo Guillén ha marcado un antes y un después en las competiciones FEB. Ha hecho grande a una liga que tristemente ha pasado desapercibida en los últimos años por la grave situación económica en la que se encuentra. Temporada tras temporada ha viajado de este a oeste y de norte a sur, siempre con su aparente rostro de hombre tímido que rápidamente ha desaparecido cuando éste se quitaba el chándal y se vestía de corto para pisar el parquet. Es un gentleman y como tal, tiene en la elegancia su principal arma.

Nunca ha necesitado contar con un físico privilegiado para destacar. Ha sabido usar su cuerpo y sobre todo su cabeza, siempre ha sido el más listo. Intuitivo al mismo tiempo que inteligente. Ha sabido siempre entender el baloncesto y convertir en fácil lo que parecía difícil. Cuando ha pisado el poste bajo no había forma de frenarle, siempre supo saber qué hacer y cómo hacerlo. Ha bailado como quizás nunca nadie ha bailado en la zona durante tantos años en esta categoría. Desde su debut en la élite a sus 18 años hasta el pasado 15 de abril, ha creído y trabajado para no dejar nunca de superarse y ser mejor. Y eso es lo que le convierte en especial. Porque difícilmente volveremos a ver a alguien que con 39 años haya tenido unos promedios en una liga tan competitiva como la LEB Oro de 18,7 puntos (58.3% en tiros de dos y 41.5% en triples), 6,7 rebotes, 2,2 asistencias y 22 de valoración en 30 minutos por partido. Una barbaridad que le ha válido para ser el segundo jugador más valorado de toda la liga.

Más de 5.000 puntos anotados en la LEB Oro y más de 1.700 en la Liga Endesa le engrandecen aún más. Tenerife, Málaga, León, Gijón, Granada, Algeciras, Los Barrios, Santander, Santiago de Compostela y Palma de Mallorca… una decena de ciudades donde el bueno de Richi ha dejado huella con su innato talento dentro y fuera de la pista.

Richi es una leyenda. Una leyenda sin un palmarés demasiado amplio. Desde que apartó la natación y el fútbol de su vida para centrarse en el baloncesto, el tinerfeño solamente ha conseguido un ascenso a la ACB y una Copa Príncipe (2011-12) cuando defendía la camiseta del equipo de su ciudad. Además de las dos medallas de bronce (Europeo sub-18 y Mundial sub-19) y otra de plata (Europeo sub-22) conseguidas cuando jugaba y era uno de los referentes en las categorías inferiores de la selección española. Pero los éxitos, quizás, han sido lo menos importante en un jugador que con 38 años firmaba 51 de valoración para impedir que su Clínicas Rincón descendiera de categoría.

Siempre ha sido el hombre para todo. El que hacía de todo y no se quejaba de nada. El que cuando aparecía un problema buscaba una solución hasta encontrarla. Difícilmente se le pueda recordar por un mal gesto hacia alguien, siempre ha sido -fuera de las pistas- un tipo sencillo, humilde y muy familiar. Es el prototipo de jugador que por sus muchas cualidades cualquier entrenador habría querido tener siempre en su equipo. Diferente y único. Muy bueno pero nunca demasiado para él. Es la mejor definición de ambición sobre una pista de baloncesto en competiciones FEB. Nunca ha tenido suficiente, siempre quiso y querrá más.

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“Yo juego a esto porque esto me divierte. Tengo ilusión por seguir compitiendo”.

Fueron palabras del propio Richi Guillén a este portal hace solamente dos meses. La temporada ha terminado para él y su equipo, pronto cumplirá los 40 años y con ellos parece estar más cerca el final. El final de una historia romántica. Porque no hay que olvidar que la de Richi Guillén con el baloncesto es una historia de amor. Amor por un deporte que le ha enfocado su vida y le ha transmitido unos valores de honestidad, responsabilidad y educación que jamás se irán. Siempre irán junto a él, sea cual sea la siguiente parada de su viaje.

El propio Richi todavía no se ha pronunciado sobre qué hará. Tal vez siga deleitándonos con su pasión una temporada más y eso será una magnífica noticia. Verle jugar siempre gusta. Calidad para seguir compitiendo a alto nivel -visto está que- sigue teniendo para seguir incluso siendo el líder de ambiciosos proyectos o (¿por qué no?) regresar y aportar su granito de arena en proyectos de la máxima categoría del baloncesto español. No sabemos qué decisión tomará, solamente sabemos que el adiós se acerca conforme pasan los días. Sus (casi) 40 años, obligaciones familiares y otros asuntos podrían ser motivo de colgar las botas e iniciar nuevos proyectos que desde hace tiempo llevan tomando forma en su siempre privilegiada cabeza.

A la espera de conocer su decisión, solamente podemos darle las gracias. Las gracias por tantas noches de viernes ofreciéndonos exhibiciones que eternamente serán recordadas. Las gracias por haber hecho (aún más) grande nuestro deporte y sobre todo la LEB Oro. Porque el baloncesto con él es mejor. Y la LEB Oro siempre tendrá una cuenta pendiente con este gentleman

Por eso, decidas lo que decidas. Y por todo lo que das a la canasta.

Gracias, Richi.