Cinco de la tarde. El alcalde de la capital tinerfeña, José Manuel Bermúdez, acude a la cita con un grupo de vecinos de Añaza entre los que se encuentran miembros de la familia que hace tres semanas –el 21 de octubre pasado– perdió su vivienda. En la rambla que se localiza junto a la Biblioteca José Saramago, Tamara Rodríguez –una de las cuatro hijas de los titulares de la vivienda de alquiler– espera al alcalde. Recuerda el día fatídico, que afortunadamente solo le provocó pérdidas materiales.

Eran las diez y media de la noche del miércoles 21 de octubre. En la casa, junto a la abuela y los sobrinos, vivían tres nietos. Uno de ellos había enchufado su patinete a la corriente... de donde surgió un fuego voraz que acabó con toda la vivienda; solo tuvieron tiempo para sacar los perros y salir corriendo. Allí quedaron sus pájaros y todo el mobiliario que en la visita realizada ayer estaba totalmente calcinado, como las paredes y el techo.

Tras saludar al alcalde y su comitiva, en la que destaca la presidenta de la asociación de vecinos 8 de Marzo, María del Carmen Guanche, Tamara nos dirige a su vivienda, a la que se accede después de subir a pie los cinco pisos para llegar al quinto siniestrado. Ya desde el cuarto se olía lo que pudo ser una tragedia. En la escalera de acceso a la vivienda, restos del enfoscado en el suelo, antesala de una puerta de madera calcinada que, cuando la abre Tamara, deja ver un pasaje desolador que no permite la vida.

“Aquí vinieron los peritos del Instituto Canario de Vivienda y verificaron que no hacía falta apuntalar porque la estructura no está afectada”, cuenta Tamara, que disculpa que su madre no puede estar porque “la tristeza de ver la fachada de la vivienda, que evidencia el incendio, le produce todavía hoy ataques de ansiedad”. “Ni puede ir de compras y pasar por delante porque le dan ataques de ansiedad”, añade.

Bermúdez, en el campo de fútbol de Añaza. | | MARÍA PISACA

En el interior del piso, junto al alcalde, el concejal de Distrito Suroeste, Javier Rivero, que le echa un capotazo al concejal de Urbanismo, Carlos Tarife, ausente en la visita. “Si vinieron los técnicos del Instituto de Vivienda fue porque la gerencia los requirió para que informaran sobre el estado de la vivienda y si había riesgo”. Y lo repite dos veces.

Tamara calla. Sabe que dejaron de pagar el seguro de la vivienda en junio, tres meses antes de que se registrara en incendio, y ahora la aseguradora no se hace responsable. “Caray, y precisamente en el confinamiento”, entró en complicidad el alcalde. “Claro, y tampoco tienen recursos ustedes para afrontar esta reforma”, apostilló, mientras el concejal de distrito le dijo a su jefe de filas: “Es hacerlo todo nuevo”. Solo basta con ver los restos.

Bermúdez se interesa por cómo han rehecho su vida. “Éramos cocho en la casa y entre unos vecinos y unos familiares nos hemos repartidos en la zona”. Javier Rivero aprieta: “Encima ellos son demandantes de vivienda social”, como para intentar buscar un techo. El alcalde marca el tiempo: “¿Y qué solución te dieron?”. “Los servicios sociales me propusieron una pensión”, recordó Tamara, pero estamos acogidos en casa de amigos y familiares, una decisión que comparte el alcalde de Santa Cruz. Desde el Palacio de los Dragos, Bermúdez le garantiza a Tamara: “Descuida, voy a hacer la gestión con el consejero de Vivienda, Chano Franquis, que es un vivienda”.

Cuando ya se iba a marchar el alcalde, llega una vecina con su hija que saluda a Bermúdez y le agradece que desde hace cuatro años ya tiene una vivienda social, después de haber permanecido varios años de okupa en el barrio de La Salud, según le recuerda.

Mari Carmen, la presidenta de la asociación de vecinos, pone en valor a esta vecina: “Fue la primera que a la mañana siguiente al incendio vino a limpiar y a echar una mano”. Cuando se iba a marchar, le grita al regidor: “¡Bermúdez, avisa si le arreglan la vivienda a esta gente, si no vuelvo a ponerme en la puerta de Vivienda!”. El mandatario le pide calma y le dice. “No te preocupes, si no nos hace caso, yo se lo digo a la presidenta de la asociación de vecinos y ella te avisa para que te movilices... pero eso es del Gobierno de Canarias, no es municipal”.

Recorrido por Añaza

El alcalde sigue su paseo por Añaza. A la salida de la urbanización, hace un alto en la Biblioteca que lleva el nombre de José Saramago, Nobel que la visitó gracias a las gestiones que entonces Sergio de Armas. El gestor informa al alcalde que están pendiente de que se resuelvan unas oposiciones a las que se han presentado 650 personas... pero las medidas Covid impide hacer los exámenes. Un breve paseo muestra unas instalaciones cuidadas, hasta con wifi para niños y adultos, con sala de lecturas... pero limitadas por la normativa.

Bermúdez sigue al campo de fútbol, en un paseo que saludo a comerciantes. En el terreno de juego, a la entrada, control de temperatura e hidrogel. No pierde la vez el alcalde para recordar a la directiva que pinte los sitios separados en la grada. Y de ahí, al colegio, donde asiste a la entrega de alimentos a las familias de cuota cero. Una cita con la realidad de la ‘nueva normalidad’.