Un camarero brasileño se hacía pasar por un jeque árabe dispuesto a invertir grandes fortunas en empresas españolas. Captaban sociedades con deudas, les decían que buscarían un jeque que invertiría en ellas y, a cambio, les cobraban una comisión por su trabajo. Enseñaban fotos con chóferes, coches de lujo e incluso utilizaron como tapadera una imagen real con la que nada tenían que ver: la firma del Club de Fútbol de Getafe firmando con un jeque, pero real.