Fin de trayecto para el ministro Soria que, cosas que pasan, ha perdido la cartera en el tiempo de descuento. Cesado, lo que se dice cesado, llevaba como todos los ministros, desde diciembre, tras las elecciones. Así que en los minutos de la basura (que se dice en fútbol) y llegado el escándalo de los papeles no cabía ni cesarle ni dimitir. La opción formal era la renuncia "voluntaria" al ejercicio de sus funciones. Y así ha sido. A las nueve y veinte de la mañana, Soria vía comunicado asume lo irremediable: dice que se va "por la sucesión de los errores cometidos (...) en relación a mis explicaciones". O sea, no por lo de los paraísos fiscales en sí, sino por errores en la explicación que achaca además "a la falta de información precisa sobre hechos que ocurrieron hace más de veinte años". Vamos que confundió, porque le confundieron. Insiste en que las tales sociedades no tenían "ni relación ni vínculo" con sus responsabiliadades políticas, pero lamenta el daño, eso sí, y ha dejado todos los cargos.