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«Sería guay decir algo así como Baréin, Jerez y Tenerife»

«Para toda la afición del motor será genial tener un circuito bien hecho en Tenerife», afirma la integrante del equipo Veloce de 'Extreme e'

Christine Giampaoli Zonca. NSN

Nació en la India y residió en Italia, pero se siente tinerfeña. La vida de Christine Giampaoli Zonca, embajadora del Circuito de Tenerife, es de película, una en la que ella es directora, guionista y actriz. O mejor dicho, un carrera en la que ella lleva el volante, repara el motor y cuadra los presupuestos. Siendo una niña se enamoró de un Corolla. Ahora es referente mundial. Pura luz. Todo un ejemplo.

Elegida para apadrinar el Circuito del Motor de Tenerife junto a Carlos Sainz y Carlos Checa. En su caso, corriendo en casa.

Por fin se ha presentado el Circuito de Tenerife. Es un honor formar parte del proyecto y ser embajadora. El hecho de haber estado fuera durante un tiempo y volver ahora con este proyecto, es súper importante. Ojalá también podamos incluir un circuito de tierra algún día. Estamos intentándolo para que haya un poco de todo. ¿Qué siento? He vivido en Tenerife muchos años. Estoy por todo el mundo por el deporte al que me dedico, pero me conocen como la canaria. Poder ser parte de un proyecto que me trae a casa con lo que más quiero, que son los coches, es genial.

Comenzó la respuesta con un ¡por fin! ¿Notaba ganas en su sector de conseguir algo así?

Escuché muchas veces que lo querían hacer y que no habían podido. Para toda la afición del motor será genial tener un circuito bien hecho en Tenerife, como este.

No es por falta de afición.

De hecho, cuando empecé a correr rallyes en el Campeonato de Canarias, solo estaba el circuito de tierra de Arico. Faltaba tener algo más, proyectos de este tipo. Para la afición, ir a un circuito es otro nivel. Estará a la altura de un Moto GP o algo así. Sería guay decir algo así como Baréin, Jerez y Tenerife.

Hablando de aficiones, ¿cuándo y cómo nació la suya?

En mi familia, a nadie le gustan los coches. Cero. Ni les interesa, ni les gusta, ni han seguido nada. Pero sí me cuentan que, siendo pequeña, ya tenía mis pósters y mis maquetas de cochecitos. Nací en la India y viví en Italia, pero me mudé a Canarias con 12 años, así que Tenerife es mi casa. Recuerdo que empecé con la locura de que me gustaban los coches, pero no sabía bien qué era un rallye. Un día vi pasar un Corolla y me enamoré. Era un coche de color amarillo cantoso. Pasó a fondo por mi casa y dije: ¿Qué es eso? A partir de ahí, me propuse saber más. Esperé a que aquel coche volviera, tuve la oportunidad de subir en él y sentí que necesitaba dedicarme a esto. No sabía muy bien lo que era, pero tenía claro que esa debía ser mi vida. Pero el mundo del motor es un poco caro, es complicado entrar en él, sobre todo si no vienes de una familia con dinero o con tradición en este deporte. Entonces, en esas circunstancias, alguien me dijo que si me animaba a trabajar como mecánica, iba a poder empezar a hacer mi propio coche. Y así fue. Poco a poco monté un Golf, un MK2 del 89. De ahí compré un chasis de un Toyota e hice el mismo Corolla del que me había enamorado. Con él corrí el Campeonato de Canarias.

Por partes. ¿A qué edad se produjo ese flechazo?

Tenía 16 o 17 años. No tenía ni carnet de conducir.

¿Ya vivía en Tenerife?

Me mudé entre las Islas. Iba girando un poco, aunque Tenerife siempre ha sido mi casa. Cuando vi el Corolla, solo oía el ruido, veía aquellos colores tan llamativos...

¿Dónde está ese coche?

No sé si siguen compitiendo con él, pero sí lo he visto por las redes sociales. Dani Guerra, que es un piloto de Fuerteventura, ganó el Campeonato de Canarias de Tierra con ese Toyota. Fue mi primer amor. Así empecé.

Y poco después se atrevió a montar un Golf.

Compré un chasis en un desguace y empecé poco a poco.

Por iniciativa suya.

La gente me ayudaba, pero sí fue cosa mía. El chico que tenía el Corolla me prestó un espacio de su jardín para que pudiera preparar mi coche. Me iba dando pautas: hoy aprendes a soldar, mañana haces otra cosa... Poco a poco. Aquel coche no era una gran cosa, pero yo estaba súper enamorada. Tardé un año en montarlo. Y como quería correr el campeonato, comencé a buscar algún sponsor.

¿Cómo se lo tomó su familia?

No lo sabían. Pasaba muchas horas fuera de casa, porque trabajaba para reunir algo de dinero. Mi madre pensaba que después iba a jugar al voleibol. Pero no, aprendía mecánica y montaba mi coche.

A eso se le llama descubrir una vocación y llevarla a cabo.

Mis amigos tenían claro lo que querían: uno deseaba ser abogado, otro quería ser médico... Yo estaba ahí, en el limbo; me gustaba surfear, los coches... Y cuando me subí a aquel Corolla, el chico fue poniendo las marchas, tiró del freno de mano y el coche empezó a girar, pensé que esa debía ser mi vida.

¿Tenía edad para conducir?

Como tardé un año en montar el coche, tuve tiempo para sacarme el carnet.

¿A la primera?

Sí. A la semana siguiente ya estaba conduciendo mi coche.

¿Cómo lo compaginó con su formación académica?

Yo seguí con mi coche, pero llegó un momento en el que pensé que tenía que estudiar. Me fui a Praga, siguiendo el plan que tenía mi familia. Me inscribí en Economía y Marketing, pero al poco de llegar sentí que no quería estar ahí. En ese tiempo era seguidora de una de las mejores escuelas de rallyes del mundo, una academia italiana, pero sabía que la inscripción era muy cara. A pesar de ello, como quería correr, me fui de Praga a Italia para hacer uno de esos cursos. A todo esto, supuestamente tenía que ir a la Universidad, así que al volver a casa le dije a mi madre: mamá, yo quiero correr, esta es mi vida. Ella se volvió loca, porque quería que estudiara. Entonces le propuse un trato, tomarme un año sabático para terminar bien mi Corolla y volver a estudiar al año siguiente. Eso fue lo que hicimos. Completé el Toyota, empecé a correr y en septiembre viajé a Inglaterra para estudiar Economía y Marketing. Sabía que ya no podía liarla, que me tenía que quedar. Pero iba clase y notaba que aquello no era lo mío. A las dos semanas me pasó algo muy curioso. Un compañero que vivía en Australia contactó conmigo para intentar ir a Inglaterra para realizar un Erasmus, así que empecé a mirar cursos para él. De repente descubrí uno que se llamaba Motorsport Engineering. Me interesó mucho y contacté para saber si era posible cambiar de carrera. A la semana siguiente estaba estudiando el curso que me gustaba.

¿Cuánto tiempo?

Es una carrera de cuatro años y la hice en tres. Quería volver a competir. Pero me encantó.

¿Había más alumnos que alumnas?

Todos chicos menos yo.

¿La única?

La única. De hecho, cuando llegué, el tutor me advirtió de que allí solo había chicos. Le respondí que no iba a pasar nada, que me iba a vestir de mecánica y que iba a ir. Durante el primer año estudié como una loca; no me daba la vida. Todo era muy técnico, muchas matemáticas y física; y yo venía de estudiar lengua y cosas totalmente distintas. Fue muy duro, pero me metí a fondo. Al segundo año busqué la manera de seguir corriendo. Y me fue bien. Como todos sabían que quería competir, hasta ponían los exámenes los lunes para que pudiera viajar y no me perdiera ninguna prueba universitaria.

Entonces, estudiaba en Inglaterra y también competía.

Volvía a Canarias cada fin de semana. Viajaba los viernes, corría y regresaba para asistir los lunes a clase. En ese año logramos ganar el Campeonato de Canarias.

Pero no se conformó.

Quería más. A mí me encanta Canarias y me quedaría a vivir aquí para siempre, pero quería más.

¿Cuál fue el siguiente paso?

Acabé en la Península con un Peugeot R2. Creamos un equipo todo femenino, con mecánicas e ingenieras. Decidimos unirnos a un proyecto con un equipo de Barcelona llamado Mavisa. Corrimos los campeonatos de España de tierra, una prueba del campeonato de asfalto y otra prueba del Mundial. Fue brutal. Ganamos en tierra, que era nuestro objetivo, y corrimos en asfalto. Al llegar al Mundial nos dijeron que iba a ser muy caro. Solo la inscripción nos iba a costar unos 4 mil euros. Recuerdo que me iba dormir y le daba vueltas a la cabeza para poder encontrar una solución. Al final, se me ocurrió la idea de crear un crowdfunding. Publicamos un vídeo en el que contaba que mi sueño era correr el campeonato del Mundo, el RAC, y prometí que cada persona que me echara una mano, iba a salir en el coche conmigo. La respuesta fue increíble. Salí con todo el coche firmado por las personas que habían ayudado. La gente hacía colas para firmar el coche. Fue muy bonito. Se me pone la piel de gallina al recordarlo. Pero este mundo es muy complicado: un día estás arriba y otro te ves abajo. Sabía que iba a resultar difícil conseguir el dinero para la temporada siguiente, así que decidí empezar como instructora de conducción deportiva. Pensando qué más hacer, conseguí meterme en una selección de pilotos de Estados Unidos. De repente me vi allí, con unos coches enormes y raros, unos buggies súper preparados. Me preguntaban si alguna vez había conducido alguno y yo les decía, sí, sí... Pero no tenía ni ida. Al final entré en la selección y me quedé tres años allí.

¿Cómo fue la experiencia?

Hacíamos los campeonatos americano y mexicano con buggies. Me quedé dos años en Los Ángeles y uno en México. Fue genial, un cambio drástico, otro tipo de carreras. Muy emocionante. En Estados Unidos se vive el deporte de otra manera, con mucha pasión. Aprendí muchísimo. Las carreras son muy largas y muy duras.

Es otro concepto.

Totalmente. Allí tienes un start y un final. No hay tramos, ni tiempos, ni copilotos con notas... Vas a saco y ya está. Puedes recorrer mil millas, casi dos mil kilómetros de carrera, así, de golpe. Una vez, en la Baja 1000, hice 17 horas sin parar. Tenía los ojos rojos, no veía nada.

¿Fue el momento más duro?

Sí. Esa carrera fue mortal.

Pero nunca se arrepintió.

No. Pero sí hay momentos en los que tienes tus bajones, en los que piensas que lo has dejado todo por esto. Creo que los que estamos en este mundo somos iguales. Le tenemos tanto amor a los coches, que es difícil que lo dejemos.

¿Y el más emocionante?

Hay muchos. Cuando ganamos el Campeonato de Canarias pensé que ya podía dedicarme a esto. Y de ahí, a correr carreras grandes del Campeonato del Mundo, a ganar el de España de categoría femenina... El hecho de seguir en otra modalidad distinta y poder hacerlo bien... Son etapas y es difícil quedarse con una, pero la Baja 1000 es mucho, cuando la acabas, no paras de llorar; y no por correr y ganar, sino por poder terminarla. En nuestro segundo año hicimos un top 5, que es algo muy difícil.

¿Qué sintió cuando se puso por primera vez a los mandos de un coche de competición?

La primera carrera fue en La Palma. Ese rallye de tierra es mortal, súper estrecho. Tenía 19 años. Tenía mi grúa y todo, e iba a ir con mi Corolla, pero cuando fuimos a montar el coche, nos dimos cuenta de que no arrancaba. Empecé a llorar, no me lo podía creer. Iba a ser mi primera carrera. Ahí fue cuando Dani (Guerra) me dijo que me podía llevar el suyo, su Toyota. Y así fue. No me lo pensé dos veces. Lo subí a la grúa para competir por primera vez. El viaje en barco fue larguísimo. Salimos de Fuerteventura y pasamos por Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife hasta llegar a La Palma. Tardé tres días, acompañada por mi madre. Ella y yo en aquella grúa. Para colmo, la carrera fue horrible. No tenía dirección asistida. Se me rompieron los guantes y me sangraban las manos. Me paraba en los tramos de enlace llorando, y mi familia me decía que no tenía por qué seguir. Pero quise acabar. Llegar al final.

¿Cómo fue recibida por la gente del motor en ese debut?

Muy bien. En este mundo somos pocos y nos conocemos todos. Aquí, en Canarias, todos fueron muy buenos conmigo, me ayudaron muchísimo. Se preguntaban, ¿de dónde ha salido esta niña con su Toyota en su grúa? Pero la gente fue súper amable.

Hablan el mismo idioma.

Total. Es verdad.

Volviendo al presente, sigue demostrando que no deja de evolucionar como deportista.

Ahora mismo estoy en el Extreme E, que es un campeonato totalmente diferente a los habituales, porque se utilizan vehículos eléctricos y se defiende la igualdad, porque cada equipo tiene un chico y una chica. Está basado en la sostenibilidad. Me encanta la idea, y el campeonato es buenísimo. Estamos compitiendo contra los mejores del mundo: Loeb, Carlos Sainz, Nasser, Kristoffersson, Hansen... Para mí es el máximo nivel al que puedes llegar. Estoy con un equipo inglés que se llama Veloce y estoy encantada, me están ayudando mucho y me han dado una oportunidad enorme. Es un campeonato muy interesante con vistas al futuro, porque une la sostenibilidad y la igualdad. Es algo que no se había visto nunca en otra competición de motor. Además, competimos en las zonas más extremas del mundo: Groenlandia, Arabia Saudí, Dakar, Senegal... Vamos a zonas no tocadas por el hombre y las dejamos mejor, y eso es difícil. Ahora, ese es mi trabajo. Nos quedan dos carreras (Chile en septiembre y Uruguay en noviembre). En cuanto a objetivos futuros, el Dakar.

¿Ahí pone la siguiente meta?

Sí, seguro. Es la meta que hemos tenido en estos cinco años. El problema está en que, como comenté antes, este mundo circula alrededor de dinero y eso es complicado. Al tener que elegir entre el presupuesto para correr el Dakar y estar todo el año en otra competición, hemos optado por lo segundo. Pero creo que vamos a llegar. Me gustaría hacerlo siendo representante de Canaria. Veremos.

De momento, estará en Chile en septiembre. ¿Recuperada ya de la fractura que sufrió en la carrera de Arabia Saudí?

Sí. Tuve un accidente cuando íbamos en el primer puesto, por delante Carlos Sainz, y sufrí una lesión en el pie. Me operaron en Barcelona. Me dijeron que iba a estar unos cuatro meses de baja, pero a los dos ya estaba entrenando y preparándome. Así soy.

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