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Montes | Aprovechamientos forestales

Los últimos pinocheros de Tenerife

La recogida de hojas de pino pervive en especial en Acentejo, el Valle de La Orotava y El Rosario

La pinocha en los márgenes de las vías aumenta el riesgo de incendios. El Día

El uso más extendido en la actualidad para las acículas secas de los pinos canarios es el de preservar la humedad y evitar las malas hierbas en los cultivos de plataneras.

Hubo un tiempo en el que muchísimos vecinos de las medianías tinerfeñas vivían del monte. De la recogida de la pinocha, el cisco y la leña. El progresivo abandono de las labores agrícolas y ganaderas redujo estas actividades a lo anecdótico. Y la regulación del aprovechamiento de la pinocha, a finales de los años 90 del siglo XX, que se desarrolló con la intención de evitar abusos y de preservar el ecosistema del pinar, obligó a la profesionalización de unos pocos pinocheros. Las acículas secas de los pinos canarios sirven como alimento y refugio de algunos animales, evitan la erosión del terreno y colaboran en el mantenimiento de la humedad y la fertilidad del suelo, de ahí que se decidiera ordenar la actividad y terminar con la recogida libre, gratuita y descontrolada. Los últimos responsables de este trabajo duro, y con escaso margen de beneficio, son ahora un puñado de pinocheros que en su mayoría provienen de Acentejo, el Valle de La Orotava y El Rosario.

Dos pinocheros recogen pinocha en los montes de La Orotava. | | E.D.

Los pinocheros profesionales participan en subastas públicas y pujan por lotes como el que ofreció el pasado mes de enero el Ayuntamiento de El Tanque: 40.000 kilos a un precio de salida de 120 euros. Su objetivo es adquirir la pinocha para su venta posterior, un negocio cada vez más complicado y escaso. El Plan Anual de Aprovechamientos Forestales en los Montes Públicos, que elabora y aprueba del Cabildo, establece los lugares, las cantidades, el coste y las normas que hay que seguir en la recogida.

Domingo Salcedo, de La Esperanza, es uno de esos últimos pinocheros de Tenerife. Y le viene de cuna, ya que, aunque parezca una exageración, nació literalmente junto al tronco de un pino. Su madre, Donina, lo parió mientras trabajaba en el monte. Desde muy pequeño, acompañó a su padre y a su madre a sacar algo de lo que el monte ofrece: «La cosa no es fácil, pero gracias al monte nunca me ha faltado un plato de comida. Y hubo un tiempo en el que, en mi pueblo, casi todo el mundo vivía de esto». Ahora la situación ha cambiado y los pinocheros tienen que acudir a subastas «a sobre cerrado», que les obligan a adelantar el pago sin saber si más tendrán ganancias.

Domingo percibe que las ventas merman, especialmente en tiempos de sequía, y reconoce que la parte más importante del negocio está ahora en los cultivos de plataneras: «La pinocha ayuda a conservar la humedad y evita que salgan las malas hierbas, así que en las plataneras del sur de Tenerife se nota mucha diferencia entre las fincas que usan la pinocha y las que no. Como de la noche al día. Y hasta ayuda a ahorrar agua. Cada vez quedan menos cuadras y en las que quedan están usando más paja que viene de la península, aunque el estiércol sea de peor calidad. Supongo que lo hacen porque la paja es más barata que la pinocha», reflexiona.

«La luz, el gasoil, el agua... Todo está más caro, menos la pinocha. A nosotros cada vez nos cuesta más conseguirla, pero no sube de precio. Tampoco nos facilitan la labor, pese a que ayudamos a conservar el monte y a evitar los incendios forestales. Los políticos nos hacen pagar siempre a tocateja», lamenta. Las condiciones de trabajo en el monte son duras y muchas veces se sienten «como si estuviéramos robando, pese a tener los permisos. No es raro que te pongan una multa por ponerte a recoger la pinocha de los arcenes, pese a que saben que así se evitan los incendios».

Con rastrillos y ‘belgos’

No pueden usar maquinaria y siguen, como hace décadas, «juntando la pinocha con rastrillos, a mano, para luego subirla con los belgos (ganchos de cuatro puntas) a los camiones». El trabajo a veces se pierde, puesto que aún hay quien sube al monte a robar la pinocha que juntaron antes los pinocheros. La parte final del trabajo es atar y cubrir con mallas este material vegetal antes de llevarlo a las fincas de la isla donde aún se demanda, «de Buenavista al Sur».

El padre de Domingo trabajó sacando madera y pinocha de los montes, una labor que continuó su madre y más tarde él, junto a su hijo. Acaba de cumplir 65 años de edad, pero ha tenido que pedir una «jubilación activa» para poder mantener el negocio hasta que su hijo, afectado por una enfermedad, pueda continuarlo. Las subastas marcan el trabajo del año y «si no puedo coger el pinocho en El Rosario, pues tendré que irme a La Victoria o a Candelaria. Si no gano alguna, no como», recalca Salcedo, quien reconoce que «cada vez quedan menos pinocheros, algunos en Las Lagunetas», que son familiares suyos, «y en Los Realejos, pero cada vez está la cosa más difícil, aunque la labor que hacemos, la de limpiar el monte, sea algo fundamental».

Regulada por un plan anual

Eva Padrón, técnico del área de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife, explica que la recogida de la pinocha se regula anualmente en el Plan Anual de Aprovechamientos Forestales en Montes Públicos de Tenerife, pero que son los propios ayuntamientos los que sacan a licitación esta actividad, de acuerdo con los límites establecidos en cuanto a zonas y cantidades. El Cabildo se limita a autorizar la actividad, ahora de una forma más sencilla, ya que basta con una declaración responsable. Desde la administración insular se considera que hay una base de pinocheros «más o menos estable» que cada año sigue aprovechando este material vegetal de los montes públicos, aunque en una cantidad muy alejada de lo que se extraía hace 40 o 50 años. |

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