Sobre el origen de la tradición de las tablas se pueden distinguir hasta tres versiones diferentes, unas más históricamente documentadas y de mayor rigor que otras, pero la gran mayoría de ellas nacidas de la tradición oral.

Tal y como refiere un trabajo de fin de máster de Adrián García Luis, el arrastre de las tablas no guarda una relación directa con la onomástica de San Andrés, más allá del día de su celebración. Sin embargo, popularmente se han instalado en la memoria colectiva «historias que vinculan los inicios de la tradición con motivos religiosos». González de León señala los cuentos «acerca de la borrachera del Santo Andrés como origen de la fiesta», quien en estado de embriaguez decidió usar una tabla y arrastrarse calle abajo. Ahora bien, actualmente esta explicación de carácter religioso no está tan arraigada entre la población.

La versión más asentada es la que establece un vínculo con el renglón bodeguero. De acuerdo con León Rodríguez, Delgado López y González de León «el arrastre surgió debido a la necesidad de los viticultores de lavar con agua salada sus barricas o toneles, eliminando la acidez y características de los vinos que habían sido almacenados con anterioridad, para que así el vino nuevo no adquiriese esas propiedades». De esta manera, los viticultores se veían obligados a transportar los pesados toneles desde sus bodegas hasta la bahía de San Marcos, lugar donde se procedía a la limpieza. Así, cuesta abajo y sobre unas tablas que protegían los toneles de la fricción y de los golpes, los viticultores los transportaban para su limpieza con agua de mar, aprovechando las inclinadas calles del municipio icodense.

No existen dos iguales, ya sea por tamaño, forma, color, peso, dimensiones...

La última teoría está relacionada con la industria maderera. Desde un punto de vista científico es la versión más respaldada, ya que existen referencias bibliográficas sobre este planteamiento. «La ruta de la madera no finalizaba en el casco de Icod, sino que continuaba hasta la Playa de San Marcos para abastecer distintas necesidades del lugar», señala Adrián García. Las evidencias apuntan a que el arrastre y uso de tablas comenzó debido al aprovechamiento de las inclinadas calzadas y a la necesidad del transporte maderero.

No existen dos tablas iguales. Desde el material de construcción, el tamaño, la forma, el color, el peso, dimensiones, etc. Su elaboración ha ido evolucionando con el tiempo, y las tablas y corsas que en un principio se utilizaban para arrastrar la madera desde los montes al casco de la ciudad poco tienen que ver con las actuales, que ya no transportan maderas, sino a una o varias personas.

El principal material con el que se construye es la madera, concretamente la tea, obtenida tronco del pino canario, utilizado debido su abundancia, la dureza y resistencia de la madera, durabilidad y por supuesto su facilidad de deslizamiento sobre las inclinadas calles. También es habitual el uso de la riga, de una calidad inferior, de menor precio y más fácil de adquirir y extraer que la del pino.

Actualmente, una tabla que esté construida íntegramente de tea es concebida en el contexto del arrastre como una tabla verdaderamente tradicional.

La tabla es la parte principal, la base donde se fijan los demás elementos; el chanfle es un corte o rebaje que se realiza principalmente en la parte delantera de la tabla para que así pueda superar las imperfecciones de la calzada con más facilidad; las traviesas suponen dos pequeños listones de madera, tan anchos como la propia tabla, que se colocan transversalmente en la parte delantera y trasera para que sirvan de límite o tope; las barras pueden ser metálicas o de cualquier otro material resistente y van ancladas desde la parte delantera hasta la trasera, más los remos, dos palos o ramas de brezo o faya que se utilizaban para guiar la tabla hacia donde se deseara durante el arrastre.