Encontrar una casa rural en la que poder pasar unos días en agosto se está convirtiendo en misión imposible en Tenerife. La actual situación sanitaria, derivada de la pandemia provocada por el Covid-19, hace que muchos quieran optar por este tipo de alojamientos más aislados y menos masificados, pero que cuentan con todos los encantos necesarios para pasar unas vacaciones extraordinarias. El sector estima que la ocupación el próximo mes roce el 90% en las casas rurales de la Isla y asegura que las peticiones de información se han incrementado de forma muy significativa, respecto a las que han recibido en años anteriores.

Así lo afirma la miembro de la junta directiva de la Asociación Tinerfeña de Turismo Rural (Attur), María Polegre, que también gestiona la Finca El Picacho, en Tejina. "Hemos tenido muchas peticiones, porque se trata de instalaciones que normalmente son grandes, en los que no hay mucho contacto", sostiene. De hecho, en julio el nivel de ocupación alcanza el 50%.

El sector se prepara para aprovechar un buen mes de agosto, con unos porcentajes de ocupación que no tienen nada que ver a los que se registraron hace un año, cuando los establecimientos de la provincia de Santa Cruz de Tenerife mantuvieron una ocupación media por plaza del 30% en agosto, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Sin embargo, Polegre advierte de que las previsibles buenas cifras que registrarán en agosto no serán suficientes para compensar las pérdidas que han sufrido desde el mes de marzo, debido al cero turístico y el confinamiento. "En términos generales la temporada ha ido mal, como al resto del sector turístico", lamenta y asegura que tampoco los alojamientos rurales pueden sostenerse en el tiempo si no comienzan a llegar los visitantes extranjeros. "El cliente local suele hacer reservas de fin de semana o puentes y con eso no podemos hacer frente a los gastos de mantenimiento de las casas de estas características", explica.

Además, insiste en que a pesar de que han recibido numerosas llamadas para solicitar información acerca de este tipo de alojamiento "el porcentaje que se traduce en reservas es poco".

Polegre valora que los clientes "han sufrido también el golpe de la crisis y muchas economías se han visto perjudicadas", algo a lo que achaca que se hayan conseguido menos reservas de las esperadas. "No vemos que por ahora el sector despegue más allá de agosto", aclara.

La portavoz de Attur manifiesta que a pesar de las pérdidas de los últimos meses, los propietarios "no han incrementado los precios", pero sí han visto aumentados sus gastos, ya que debido a la pandemia del nuevo coronavirus las limpiezas deben ser muchos más exhaustivas y frecuentes.

La incertidumbre que existe ahora mismo acerca de cuál va a ser el comportamiento del sector turístico hace que muchos de los que gestionan este tipo de alojamientos "todavía no haya reabierto, a pesar de que ya podrían hacerlo", concluye.

Además, Polegre indica que en los últimos años muchos propietarios han tirado la toalla, ya que el turismo rural ha experimentado "muchas dificultades", a las que ahora se une esta nueva crisis.

Dificultades

Bajo su punto de vista, las casas rurales de la Isla se han visto muy afectadas por la irrupción, sobre todo hace unos años, de las conocidas como viviendas vacacionales. Casas o pisos que pueden estar o no dentro de centros urbanos y que han atraído a buena parte de los viajeros que llegaban a la Isla.

El problema ha sido según Polegre que estas viviendas "cuentan con una regulación más laxa que la nuestra" y por lo tanto "tienen que hacer frente a menores requisitos". Aunque reconoce que no se dirigen exactamente al mismo mercado, sí que considera que buena parte de los clientes que antes podrían alojarse en casas rurales han optado por esta nueva modalidad.

Polegre afirma que en el Archipiélago no se ha apostado por el turismo rural y el sector "ha estado olvidado por las administraciones, que han impulsado otro tipo de turismo". Algo que ha motivado que la asociación haya perdido miembros en los últimos años al darse de baja en esta actividad.

La portavoz de Attur advierte que para los propietarios es muy difícil mantener las casas rurales, ya que en la mayor parte de los casos se trata de inmuebles antiguos o tradicionales que requieren de un cuidado especial.

Pero afirma que la pérdida de esta actividad no solo afectaría al turismo sino también "a la conservación de estas casas antiguas", que forman parte del paisaje etnográfico de la Isla, ya que si dejan de funcionar como alojamiento será difícil encontrar una nueva función que aporte rendimiento económico a sus propietarios y podrían quedar abandonadas. Algo que también afectaría a los núcleos de las medianías, donde algunos negocios se nutren del gasto que dejan sus visitantes.

Por eso, Polegre espera que en los próximos meses se recupere el turismo internacional, ya que esta es la única alternativa que considera podrá salvar al turismo rural en Tenerife.