José Ricardo Suárez, nacido en Puerto de la Cruz en 1981, es uno de los centenares de herederos de la tradición centenaria de las tablas, quien remite al Capijo para abundar en el origen de la costumbre del 29 de noviembre. Vecino del barrio de San Antonio, corazón de las tablas de Icod, hablar con él tal día como ayer es casi misión imposible, pues programa su agenda a sabiendas que tiene una cita inexcusable con las calles empedradas de la Ciudad del Drago.

En sus 38 años nunca ha faltado a la cita desde pequeño a una tradición que desde que la conoció la ha hecho propia. Hijo de un chicharrero, que por destinos laborales acabó residiendo en Icod y de una vecina de El Toscal de Santa Cruz, José Ricardo asegura que la tabla de tea es una joya que se hereda de generación en generación, y recuerda algunos grupos como los Tea Negra, al que pertenece José Antonio Vera, director de la murga Tiralenguas, y que está formada por un total de cinco amigos.

"La ciudad vive todo el año para las tablas", cuenta José Ricardo, que explica que días antes de la víspera de San Andrés los jóvenes se entregan a alisar la tabla y cuando llega el día emplean sus trucos para que se arrastre más y mejor. Para ello coloca cera o cebo de cochino, apunta casi como un secreto este amante de la tradición, empeñado en trasmitir las costumbres a las nuevas generaciones, al igual con el Carnaval en la murga infantil Tiralengüines, en Icod y Santa Cruz.

Ayer, con su tabla a cuestas, no faltó a la cita con los adoquines.