Lo mejor de El último tahúr es que cuenta una historia que, si no sucedió, hubiera podido ocurrir. La ficción en esta novela gráfica escrita por el asturiano Rodrigo Sopeña (Gijón, 1977) es la excusa que explica la verdad que oculta la realidad contante y sonante. Y eso está más que requetebién: un tebeo que cuenta un cuento, un cuento que explica de qué va el mundo, la verdad es la historia que la HISTORIA acuerda que es verdadera. Cuatro evangelistas para explicar que hubo un tipo perdido en una historia de amor, en una traición, en una crucifixión y en una resurrección de las buenas.

Sopeña es el guionista de esta maravillosa historia del salvaje Oeste. Antes lo había sido de la película La habitación de Fermat, puzles para airear la realidad. De eso va El último tahúr, de discernir la verdad en el cuento. Y todo esto a propósito de un mago que fue un tramposo, el autor del primer manual de trucos para limpiar carteras de idiotas o para conseguir aplausos sin cuento. La verdad es el cuento que explica la coherencia que nos explica. Somos el cuento que escuchamos cada mañana delante del espejo, las bombillas, la cuchilla de afeitar.

El último tahúr es un tebeo al que Juande Pozuelo, el de Tadeo Jones, da forma a tinta y color, una historieta que Sopeña hace y rehace para llenar los agujeros que la verdad ha desvaído. Un tramposo que decide descubrir sus trucos, un tramposo que se junta con buenos como Harry Houdini y malos como John Wesley Hardin. En El último tahúr hay tiros, hay amor, hay historia verdadera? y todo eso mezclado con cuentos y sólo cuentos.

Somos historia y somos historias. Sopeña lo defiende en este tebeo que es más que un tebeo: es uno de los libros de 2019, un libro sin aliento, una colección de viñetas que dan para un salto mortal a la realidad.

Y no es poco.