Maestras y maestros de ayer

El hermano Ramón llenó las aulas y también la calle Viana en 2001

En 1975 se le dedicó una calle en el barrio del Rosario y en 1989 recibió la Medalla de Plata de La Laguna

Un momento del homenaje y presentación de su estatua en la calle Viana (2001), donde la multitud bloqueaba la propia vía y también en la de La Carrera. | | E.D.

Un momento del homenaje y presentación de su estatua en la calle Viana (2001), donde la multitud bloqueaba la propia vía y también en la de La Carrera. | | E.D. / Domingo J. Jorge

Domingo J. Jorge

Pocas veces una persona que quiere pasar desapercibida, se ve en la realidad de que la aúpan alcanzando el éxito merecido, sobre todo, por ser una persona entregada a los demás. Esa es la realidad del maestro que hemos traído a nuestras páginas el pasado lunes y este en el que volvemos a retomar el gran recuerdo que merece tener el hermano Ramón.

A la pregunta de quién es el hermano Ramón, el periodista Gilberto Alemán escribía en sus Crónicas laguneras lo siguiente: «Había en el colegio Nava-La Salle –aún está– un personaje entrañable para muchos miles de antiguos alumnos: se trata del hermano Ramón, gomero de nacimiento pero lagunero ya hace más de medio siglo. El gomero siempre es distinto», aclaraba. «Tiene un don especial, imaginación, de fantasía, de calidad humana. El hermano Ramón es un testigo de un tiempo. Yo diría que es casi la memoria del colegio Nava-La Salle. El hermano Ramón aquejado de algún problema en los pies, era infatigable en su trabajo y muchos hombres hoy profesionales y en los oficios le deben un consejo a tiempo, un amable tirón de orejas o una frase amistosa», recuerda. «El hermano Ramón, con el pelo blanco, se asomaba todos los días a la puerta del antiguo colegio Nava-La Salle en la calle de La Carrera para sonreír, saludar a todos cuantos pasaban, pero no con la actitud de la estrella, sino con la profunda humanidad de un hombre sencillo que supo moldear, con sus manos prodigiosas, a un montón de muchachos que necesitaban de él. El hermano Ramón era el profesor de las clases de los niños pobres».

50 años orientando a jóvenes

El 1 de abril de 2001 se le reconocía todo lo hecho por los jóvenes en La Laguna al hermano Ramón. Fue el día en el que La Laguna se reunió en la calle Viana, frente al edificio del Colegio Nava-La Salle para nombrarlo Hijo Adoptivo de La Laguna y colocarle una escultura en la allí ubicada Plaza de los Capitanes. La razón de este homenaje fue, sin duda, el reconocimiento y gratitud por su labor de educador de laguneros durante más de 50 años.

Tuvo otros tres reconocimientos, todos ellos otorgados en vida del Hermano Ramón. De esta forma, en 1975 se le dedicó la calle Hermano Ramón en el barrio del Rosario o Viña Nava. Luego, en 1989, recibió en el Ayuntamiento de La Laguna la Medalla de Plata, de manos del en aquel entonces alcalde, Elfidio Alonso. En 1994 se le otorgó el Premio al Trabajo por parte del Club de Leones de La Laguna.

El hermano Ramón, en una Primera Comunión de tantas que asistió.  | | ED

El hermano Ramón, en una Primera Comunión de tantas que asistió. | | ED / Domingo J. Jorge

En el acto de la calle Viana, en 2001, la alcaldesa Ana Oramas decía: «La estatua que hoy descubrimos en su honor es el modesto modo que los laguneros hemos encontrado de agradecer todo el amor que el hermano Ramón dejó entre nosotros. Bondad infinita que no sólo supo transmitir a quienes educó desde sus clases en el colegio Nava-La Salle, sino que consiguió imprimir en los corazones de todos aquellos a quienes su presencia, su sabiduría, impregnó de esos valores que hoy demuestran orgullosos como herencia de años de felicidad… que su memoria y su figura perduren como reconocimiento en las calles de La Laguna para siempre», arengaba. Una frase propia del Hermano Ramón célebre y útil todavía hoy es: «¿Quieres ser feliz? ¡Haz felices a los demás!».

Dejó muchos recuerdos

El autor de la escultura del Hermano Ramón, que preside el último tramo de la calle Viana hacia Heraclio Sánchez, Fernando Garcíarramos, afirmaba en EL DÍA, el 31 de diciembre del 2000, que «un grupo de antiguos alumnos del Colegio de los Hermanos Cristianos de La Salle, en La Laguna, decidieron que era justo dedicar al Hermano Ramón Padilla un monumento que rindiese su tributo a la bonhomía, buen carácter y dedicación a la enseñanza durante muchos años». Fue la primera estatua de cuerpo entero que se exhibió en el casco histórico de La Laguna. Garcíarramos también añadió en aquel momento que «se trata de una estatua dedicada a un sacerdote y docente que ha dejado huella en su comunidad religiosa y en la memoria cultural y humana, de San Cristóbal de La Laguna».

En otra valoración escrita en un artículo de opinión firmado por Enrique González en EL DÍA, éste titula su columna como Un hombre y una puerta, y refrenda su opinión de la siguiente manera en estas líneas, con una sana descripción de cómo era el hermano Ramón: «Cosido a una puerta estaba. Como una pintura enmarcada. Su cuerpo delgado, ligeramente torcido, sostenía un cuello ladeado. La cara, pálida y con arrugas, traspasaba los límites del edificio. Sus ojos rastreaban la calle de arriba abajo y de abajo arriba. Su mirada fisgoneaba a los transeúntes. Muchos se paraban, otros seguían. Algunos hablaban con él. Su voz era suave. Sus palabras, sencillas. Conocía a todos. Recordaba los primeros pasos escolares de cada uno. Sabía los caminos tomados y las metas conseguidas. Penetraba en frustraciones y éxitos. Conocía a todos y todo de todos. Conservaba su memoria intacta», comenta.

«El hermano Ramón, del Colegio Nava La Salle, estuvo muchos años de pie, pisando y repisando las mismas baldosas, enmarcado por el portón del edificio del colegio. Entonces estaba en la calle de La Carrera esquina a la calle Viana. Y como la imagen se repitió durante muchos años, se asoció el hombre y la puerta. Y ya nunca más se separarán hombre y puerta. Quizá no puedan existir divididos nunca más. El hermano Ramón está unido a la puerta, y la puerta constituye el marco que lo envuelve y lo realza. Símbolo. Un hombre con significado. Sólo quien significa algo, es alguien».

La vida del hermano Ramón, aún en su ancianidad, está rodeada de humildad, de bondad, sencillez, amabilidad y delicadeza; se podría decir que lleva la paz en sus manos, su fuerza está en el interior. Le han bastado siempre las cosas sencillas –los niños, los pobres, las Primeras Comuniones–, todo llevado con reflexión y transparencia con virtud y suavidad. Él siempre señalaba: «Lo que los niños necesitan, hoy y siempre, es encontrarse con personas reales, sencillas, cercanas y profundamente buenas».

El hermano Ramón falleció el 2 de diciembre de 2002. El sepelio tuvo lugar en la iglesia de La Concepción y allí se congregó toda La Laguna que quería recordar y despedir a un gran hombre que pasaría a ser aquel Hermano Lasaliano y maestro que puso su gran humanidad al alcance de la gente sencilla con que se rozaba diariamente.

El próximo lunes continuaremos caminando en la búsqueda de nuevas maestras y maestros quienes nos relatarán su amor por el magisterio. Lo haremos aquí en las páginas de EL DÍA–La Opinión de Tenerife.

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