Entrevista | Pep Coll Escritor, autor de 'La larga siesta de Dios'

"Los nazis se quedaron a medio paso de 'controlar' Canarias"

“A nadie le gusta que lo relacionen con todas las monstruosidades que cometió Hitler”

Pep Coll

Pep Coll / El Día

Su amplía obra literaria contiene dos patrones que suele repetir por inercia: escribe en catalán y sobre Los Pirineos. Esta vez, en ‘La larga siesta de Dios’ (Planeta), Pep Coll (1949, Pessonada, Pallars Jussà) solo recurre a la alta montaña para narrar en español las animaladas lideradas por los nazis en la frontera española-francesa. «Franco miraba a otro lado para que las tropas de Hitler se dieran gusto».

Este «viaje literario» a la alta montaña, a diferencia de otras aventuras, lo hace en pleno auge nazi.

La huida de los exiliados judíos a través de Los Pirineos es un tema incómodo. Lo es porque fueron los franceses [y a veces los «amigos» de Franco] los que se vieron obligados a perseguirlos, no los alemanes... Eso en 1940 y 1941 chocaba con el ideal de la Francia libre. Este asunto se silenció entonces y empezó a circular tardíamente.

¿Tardíamente?

Sí, los historiadores lo empezaron a trabajar en la década de los ochenta e incluso un poco más tarde. El principal problema es que hay poco material [archivos] de las barbaries que se cometieron en esa zona pirenaica.

Los Pirineos, en este caso, fueron un pasillo hacia la libertad, ¿no?

O hacia la muerte... Todo lo que pasa cerca de casa me interesa, pero en esta oportunidad estamos hablando de miles de judíos que lograron escapar del exterminio.

¿Por qué se congeló en el tiempo una historia con una carga humanitaria tan profunda?

A nadie le gusta que lo relacionen con todas las monstruosidades que hicieron los nazis... Ni a los franceses ni a los españoles. Para la Francia de Vichy era muy vergonzoso tener que reconocer que persiguió a los judíos. Por esa razón siempre han preferido hablar más de la Resistencia, o incluso de los maquis, que de las persecuciones mortales que abanderaban en Los Pirineos. España tampoco puso mucho de su parte para que se conocieran esas duras historias... Franco las conocía de primera mano, pero prefirió callarse.

¿Franco fue cómplice?

Al principio, en 1940, devolvía a Francia a los judíos que eran capturados en territorio español, pero a partir de 1943 ya los empezó a tolerar un poco más... Los judíos siempre han sido muy poderosos [ríe] y nadie tiene dudas del bando en el que jugaba Franco... Él solía mirar con exceso a otro lado para que las tropas de Hitler se dieran gusto. Yo diría que fue algo más que un cómplice...

¿Un actor necesario?

En los años buenos del nazismo él no ocultó su cercanía con Hitler, pero en cuanto los aliados dieron la vuelta a la tortilla y empezaron a ganar la guerra, Franco se inclinó por nadar y guardar la ropa. Canarias era un punto estratégico para los alemanes y él nunca puso muchos obstáculos para que se movieran a sus anchas. Los nazis se quedaron a medio paso de «controlar» las Islas.

Sí, ese valor de las Islas como plataforma estratégica era conocido...

...no todo se decidía en Casablanca;eso solo ocurrió así en la película. El Archipiélago era clave para desarrollar las campañas en África y algún nido de espías se desactivó en las Islas. Eso sí, siempre contando con el permiso de Franco. No es necesario recordar desde dónde tomó impulso el franquismo.

¿A qué se refiere cuando dice que Franco empezó a tolerar a los judíos?

Solo al hecho de que permitió que los americanos sacaran a los judíos a través de Barcelona: España se convirtió en un lugar de paso a partir de 1943, pero no se podían quedar...

¿Podemos volver a Los Pirineos?

Por supuesto [sonríe].

La larga siesta de Dios sitúa en ese punto un espacio conflictivo.

Era el único punto al que podían huir, entre otras cosas, porque Suiza no los quería. Era un país neutral, pero sus autoridades argumentaban que eran una pequeña barca que corría el riesgo de hundirse si acogían a todos los judíos que escapaban de la muerte... Esa es una metáfora humanitaria parecida a lo que sucede hoy en las Islas con los migrantes que tratan de hacer realidad su sueño europeo... En Canarias no caben todos, ¿no?

¿Suiza también se achicó frente al poder alemán?

Digamos que pudo haber salvado a mucha gente y, en cambio, hizo oídos sordos... Esa neutralidad es muy difícil de explicar.

¿Cómo es esta novela?

La larga siesta de Dios es una novela coral que tiene un buen número de personajes. Uno de ellos [Samuel Silverstein] sufre una transformación personal después de sobrevivir a un bombardeo de la Luftwaffe. Él decide convertirse en un vendedor ambulante que se mueve de granja en granja llevando todo tipo de pequeñas cosas [prendas de vestir, latas de conservas, perfumes...] y en un momento dado se cruza con los integrantes de un orfanato de niños judíos, que al final ya no son tan pequeños porque la guerra está durando mucho...

¿Ese superviviente acaba siendo una «réplica» de Ángel Sanz-Briz, es decir, el Ángel de Budapest?

Él está siendo muy presionado en el sur francés, tanto por los gendarmes como por los nazis, y la única vía de escape que encuentra son Los Pirineos. El problema es que los alemanes saben que ese es un punto estratégico porque temen que los británicos puedan desembarcar en Gibraltar. De alguna manera, percibían cierta desconfianza por parte de Franco y tenían motivos de sobra para dudar de su fidelidad... Los nazis dominaron el mundo poco tiempo, sus años de esplendor se concentran entre 1940 y 1941, pero cometieron demasiadas canalladas. En ese periodo dominaron el norte de África y las Islas se convirtieron en un enclave decisivo... En Francía existía un grupo armado clandestino que básicamente se dedicaba a salvar a niños judíos de los campos de concentración y balnearios en los que habían sido confinados.

¿Por qué le cuesta tanto bajar de la alta montaña?

Yo nací en el prepirineo, en el Pallars, que está en la parte sur, y desde niño quedé atrapado por las leyendas que escuché a mis abuelos. Aquí sigo, esta vez con una historia muy hermosa.

Suscríbete para seguir leyendo