Lo ha pedido como "última voluntad" porque se muere. Ya apenas le quedan fuerzas para resistir más que unos pocos días más: Solo quiere ver a su hijo antes de morir. Este es el deseo de Ablaye Mboup, cuya vida no ha sido fácil y está a punto de expirar. Emigró a España buscando un futuro mejor, pero la enfermedad le dio un zarpazo y no pudo cumplir sus sueños. Ablaye sufre hipertensión arterial pulmonar, una patología rara que le detectaron en 2010 y que afecta a uno de cada 100.000 habitantes. En su caso le ha ido consumiendo de forma acelerada en un hospital de Málaga. No tiene familia en España y ahora sus allegados son los sanitarios que le cuidan.

Tiene 60 años y solo pesa 35 kilos. "Tiene una delgadez extrema, está desnutrido. Ya no puede alimentarse", explica Rafael Bravo, su cardiólogo en el Hospital Costa del Sol que, junto a la Asociación Nacional de Hipertensión Pulmonar, lleva meses intentando que se cumpla la última voluntad del paciente: "Él solo quiere que venga su hijo de Senegal y poder despedirse", señala.

El doctor Rafael Bravo y Ablaye Mboup, al inicio de su tratamiento.

Derribar los muros de la burocracia

Este médico, ha manifestado en la Televisión Autonómica andaluza, Canal Sur, que lleva seis meses intentando derribar los muros burocráticos y lograr que el hijo de su paciente terminal pueda venir a Andalucía a pasar con él el tiempo que le quede. Ha llamado a embajadas, consulado, asociaciones de pacientes, gobierno central. Ha hecho todos los informes médicos que le han pedido, pero el hijo de Ablaye continua en la puerta del consulado de España en Senegal sin poder entrar a pedir cita para un visado especial.

"Su hijo está preparado para venir pero no consigue que le den cita para el visado. Ha llegado a dormir en la puerta del Consulado de España en Senegal pero le dicen que sin cita no lo atienden; es un bucle", explica el doctor a NIUS. El tiempo se acaba. "Es cuestión de semanas, quizá días", lamenta. Ablaye ya ha aceptado que le queda poco pero la esperanza en ver a su hijo lo mantiene con un hálito de vida. Ni siquiera tiene la opción de irse a casa a pasar los últimos días. "Vive en un piso compartido con otros compañeros senegaleses y no podría recibir los cuidados necesarios", apunta el doctor que pasa a verlo y hacerle compañía cada día.