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«Los suicidios se pueden prevenir; hace falta voluntad, profesionales y dinero»

El psicólogo Felipe Lagarejo presenta este viernes en el Parlamento canario un plan para la prevención de estas muertes | Un total de 197 personas se quitaron la vida en 2019

Bomberos y policías nacionales en el rescate de una persona tras un intento de suicidio. E. D.

Este jueves un hombre quería suicidarse y se tiró por el puente Serrador, frente al Tenerife Espacio de las Artes (TEA), en Santa Cruz de Tenerife. No murió y fue llevado al hospital. Pero, una vez que se cure de las heridas físicas, no tendrá asegurado un seguimiento y acompañamiento apropiado con el fin de evitar que consume su objetivo. Así le ocurrió recientemente a una mujer, quien, después de no lograr quitarse la vida una primera vez, fue trasladada a un centro hospitalario, pidió y le concedieron el alta voluntaria sin que ningún psicólogo la atendiera y, varias jornadas después, se fue a otro municipio y se mató. Hace casi dos décadas que las autoridades tomaron conciencia de la gravedad del fenómeno de la violencia de género y adoptaron leyes y protocolos contra el mismo. Sin embargo, las administraciones todavía no han aprobado medidas eficaces, desde una perspectiva integral, para intentar reducir estos hechos. Felipe Lagarejo es coordinador del Grupo de Suicidios del Colegio Oficial de Psicólogía de Santa Cruz de Tenerife y recalca que este problema «se puede prevenir, solo hace falta voluntad política, buenos profesionales y dotación económica suficiente».

Un vídeo elaborado por el Colegio Oficial de Psicología y la Escuela de Actores divulga el problema

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Prevención del Suicidio y, por ese motivo, el colectivo que lidera Lagarejo registrará en el Parlamento de Canarias una iniciativa para que se ponga en marcha un plan en este ámbito, con el objetivo de que el Gobierno autónomo inicie los pasos para reducir las muertes voluntarias. Durante el 2019, último año del que existen cifras oficiales, 197 personas se quitaron la vida en el Archipiélago. Es decir, en las islas se registra un suicidio antes de que se cumplan las 48 horas del anterior. La Escuela de Actores de Canarias (EAC) y el Colegio Oficial de Psicólogía han grabado un audiovisual en el que exponen esta realidad y la falta de recursos públicos para hacer frente al problema.

En opinión de Felipe Lagarejo, «esta es una pandemia silenciada», por lo que invita a reflexionar sobre la misma. Dicho profesional recuerda que el suicidio no obedece a una única causa, sino a muchas, y afecta a todos los ámbitos y estratos sociales. Precisamente por esa razón, cree que las administraciones deben aportar soluciones que engloben a toda la sociedad y que resulten eficaces.

En opinión de este psicólogo, el Gobierno canario quiere sacar un programa preventivo a través de la Consejería de Sanidad, «pero deja huérfanos al resto de ámbitos sociales y entra en desacuerdo con los profesionales de la Psicología y el dinero que se invierta en el mismo no servirá para nada». ¿Por qué? A juicio de Lagarejo, «solo el 20% de los suicidas pasan por recursos de Sanidad». No es necesario tener una enfermedad mental para decidir quitarse la vida, apunta dicho profesional.

Para este representante del órgano colegial, el Ejecutivo autónomo debe implicar en el Plan de Prevención de Suicidios a los centros educativos, los departamentos de Asuntos Sociales, fuerzas de seguridad, bomberos, servicios de emergencias, líderes comunitarios y representantes vecinales, residencias de mayores o centros penitenciarios, entre otros muchos.

En base a los datos conocidos del 2019, en el Archipiélago el índice de suicidios ronda las 9,8 personas por cada 100.000 habitantes cada ejercicio. Las cifras de este tipo de muerte voluntaria no han variado de forma considerable en los últimos 15 años, de acuerdo a la población que existe en cada momento. Es decir, que sin implantar planes específicos para actuar contra dicho problema social no se logrará frenar.

En el Archipiélago el índice de suicidios ronda las 9,8 personas por cada 100.000 habitantes

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En las regiones y países europeos en los que se han establecido programas serios contra esta realidad, las cifras de suicidios se han reducido en hasta un 30 por ciento, aclara Lagarejo. Y repite que la receta para iniciar el camino consiste en voluntad política, buenos profesionales y presupuestos adecuados. Otra de las asignaturas pendientes en España es la falta de suficientes psicólogos. Si la ratio en la Unión Europea se sitúa entre 40 o 70 por cada 100.000 habitantes, en el territorio nacional no pasa de seis.

«Por mucho que miremos a otra parte», indica el coordinador del Grupo de Suicidios del Colegio de Santa Cruz de Tenerife, «esta es la primera causa de muerte entre los jóvenes que tienen entre 15 y 29 años; mata dos veces más que los accidentes de tráfico y 65 veces más que la violencia de género».

Este profesional aclara que los intentos de suicidio o los episodios consumados ocurren en momentos en que la persona sufre «un secuestro emocional», que puede durar algunas horas o varios días. Por eso resulta tan importante que en dicho periodo cuente con el acompañamiento de un profesional adecuado. Esa ayuda de un psicólogo, por ejemplo, no le va a quitar la depresión, pero sí le va a salvar la vida. En esa situación resulta clave no dejar sola a la persona. «El médico le va a curar las heridas físicas, pero no las heridas del alma», aclara Felipe Lagarejo.

El factor hereditario o metabólico

Raquel Marín, catedrática de Fisiología de la Universidad de La Laguna (ULL) y Neurocientífica, explica que los suicidas no tienen un cerebro distinto al resto de personas. «No hay una determinación anómala clara» y, «desde el punto de vista neurológico, es un rompecabezas», señala. Explica que, «de los depresivos, tan solo el 10 por ciento tiene» ideas de matarse y, «de los que deciden acabar con su vida, nueve de cada 10 tiene una condición anómala de salud mental». En el vídeo divulgado estos días, Marín manifiesta que «no hay gen del suicidio», por lo menos no se ha identificado. Pero advierte de que sí parece cierto que los familiares biológicos de niños adoptados que se suicidan son también más propensos a la impulsividad y al juicio viciado, lo que indica que puede haber «cierto componente hereditario».

Para Raquel Marín, «la serotonina, una molécula que produce el cerebro y nos ayuda a tener buen ánimo, está más baja en los suicidas». Y más baja aún en quienes intentan quitarse la vida de forma drástica. También aparece en tales personas en mayores proporciones el glutamato, un excitador que provoca impulsividad y excesiva carga emocional, indica la catedrática. Además, hay factores metabólicos. Por ejemplo, las personas con ideas suicidas tienen bajos niveles de colesterol y omega-3. O bien elementos inflamatorios, pues dichos ciudadanos producen mas sustancias inflamatorias en el cerebro.

Según los datos en manos de los profesionales, cada suicida intenta acabar con su existencia entre 20 y 25 veces. Y deja una media de seis o siete familiares destrozados emocionalmente, «a quienes nadie de acerca». Por la magnitud del fenónemo, Felipe Langarejo considera que un organismo privado o una única entidad no puede hacerle frente, por lo que tiene que ser el Estado y las autonomías quienes afronten medidas.

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