Tras casi ocho meses de días y noches de intenso trabajo, la campaña de vacunación masiva contra la covid-19 en Canarias ha conseguido proteger frente al virus a 1,4 millones de personas.

No ha sido un camino fácil. Lograr el 70% de la inmunidad de grupo parecía un objetivo idílico, lejano y no exento de escepticismo. Pero tras ocho meses de trabajo a destajo durante semanas en las que, para los sanitarios del Servicio Canario de la Salud (SCS) el descanso ha quedado a un segundo plano, se ha conseguido lo que algunos pensaban que no ocurriría ni en un año y medio. El escenario, no obstante, ha cambiado mucho desde que Doria Anatolia Ramos, de 84 años, recibiera una de las primeras vacunas contra el coronavirus que se pusieron a unísono en todas las Islas del Archipiélago aquel 27 de diciembre de 2020.

Hoy las vacunas contra el coronavirus son accesibles para todos los canarios mayores de 12 años de manera abierta y sin cita, los equipos de vacunación se encuentran en grandes recintos abiertos 24 horas o en vacuguaguas que van de gira por los municipios de las Islas, y la confianza hacia la vacuna se ha incrementado a pasos agigantados. No hay más que ver que el porcentaje de rechazo a las vacunas en España, que se encontraba en el 47% en octubre, pasó al 28% en diciembre y hoy en Canarias solo el 19% de la población no se ha vacunado. Sin embargo, al mismo tiempo la variante dominante en las Islas es una que escapa a la protección que confiere una sola dosis de la vacuna –al contrario que las anteriores– , el control del virus es cada vez más complicado debido a las trabas judiciales para imponer restricciones y existe aún un pequeño reducto de personas que no solo niegan la vacuna, sino la pandemia y la evidencia científica en su conjunto.

En ocho meses se ha demostrado que diseñar una campaña de vacunación masiva es de todo menos sencillo. Por el camino, la Administración sanitaria canaria se ha encontrado con falta de suministro, suspensión preventiva de la inoculación de ciertas vacunas, el frenazo en la llegada de ciertas dosis, dificultades para poner en marcha los puntos de vacunación masivo, polémicas por los altos cargos políticos que decidieron saltarse su turno establecido y, por último, una ingente ola de positivos en coronavirus que han hecho que muchos servicios sanitarios hayan tenido que regresar a la casilla de salida.

Todo ello, además, sin contar otras contingencias propias de la gestión sanitaria con las que han tenido que lidiar durante este tiempo la Consejería autonómica, como la anulación judicial de la Oferta Pública de Empleo (OPE) sanitaria de 2018, el escenario de crispación generado por el abuso de contratación continuado en los médicos interinos o la primera huelga en la historia de los técnicos de Salud Pública. En estos últimos meses, incluso, ha tenido que repensar la propia gestión de la pandemia, pues tras el fin del Estado de Alarma, muchas de las herramientas de contención de los contagios (como el toque de queda, el cierre perimetral o el cierre interior de los locales) se ha quedado sin aval jurídico.

Ocho meses después la Consejería de Sanidad ha inoculado 2.852.193 dosis de las cuatro vacunas del mercado (Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen), lo que ha permitido a 1.406.278 personas en el Archipiélago contar la pauta completa. En otras palabras, casi ocho meses después de que comenzara la campaña vacunal a finales de diciembre, se ha rebasado el 70% de la población protegida e inmunizada, lo que supone que se ha cumplido la primera previsión del Gobierno y los expertos canarios que estimaron que la inmunidad de rebaño en la población diana llegaría a final del verano. En este tiempo ese objetivo ha ido cambiando, de hecho, en cierto momento, en un alarde de optimismo, los sanitarios y la propia consejería llegaron a señalar como fecha límite el 31 de julio. La inmunidad de grupo se alcanzó 18 días después, el 18 de agosto.

El fallo de cálculo puede deberse a uno de los muchos factores que cuando se estableció ese objetivo no se tuvieron en cuenta, como el largo parón de la inoculación de AstraZeneca, el aumento de la población diana hasta los 12 años o una sobrecogedora quinta ola, la más grande en lo que se refiere a casos positivos. La vacuna diseñada en Oxford tuvo problemas casi desde el laboratorio.

En septiembre de 2020 la farmacéutica se vio obligada a parar los ensayos al descubrir un caso de mielitis transversa en su ensayo clínico, lo que generó muchas dudas sobre el suero. Los problemas se acrecentaron cuando se aprobó en Europa pero la mayoría de países decidieron no inocularlo a menores de 65 años por «falta de datos suficientes para evaluar su eficacia». España la restringió entre los 18 y los 55 años. El 15 de marzo se decidió suspender cautelarmente su uso tras conocerse los primeros casos de trombos durante dos semanas, y aunque Canarias trató de recuperar su uso poco después, el 8 de abril volvió a paralizarse completamente. Esta vez, transcurrieron dos meses para que el Ministerio decidiera qué hacer con las segundas dosis de todas esas personas menores de 60 que ya habían recibido la primera dosis de AstraZeneca. La decisión final fue la de mezclar prioritariamente las vacunas de AstraZeneca y Pfizer, pero muchas personas optaron por mantener la pauta homóloga, es decir, seguir vacunándose con AstraZeneca, debido a la falta de aval científico que entonces tenía la propuesta. La quinta ola, por su parte, generó una cantidad ingente de contagios casi imposibles de asumir para los servicios sanitarios, lo que derivó en que se cerraran algunos puntos de vacunación.

El objetivo se ha alcanzado de manera desigual en las Islas. Así, las más pequeñas y poco pobladas llegaron al objetivo casi un mes antes que el resto y el día que se logró el 70%, aún había islas que no lo habían conseguido. Es el caso de Tenerife (69,3%), Fuerteventura (66,8%) y La Gomera (67,8%) que probablemente lo lograrán en los próximos días, dado que en Tenerife ha recibido la primera dosis el 80,3% de la población, en Fuerteventura el 73,9% y La Gomera el 73%.

Sin embargo, una vez se ha llegado a este punto y con el escenario cambiante de las mutaciones del virus, ese objetivo se ha quedado más en un hito simbólico que en una meta realmente útil. Con el escape de la variante delta a la inmunidad que confiere la primera dosis de las vacunas, los expertos epidemiólogos creen conveniente alcanzar el 90% de la cobertura vacunal completa en la población para poder hacer frente al avance del coronavirus. El 81,6% de la población diana en Canarias ha recibido al menos una dosis del coronavirus, es decir, 1.600.535 personas. Por tanto, hay 164.161 personas que deben recibir la vacuna para llegar a ese 90%.

Las vacunas han salvado cientos de vidas en el archipiélago. En solo dos semanas de quinta ola, los cálculos proponen que Canarias ha evitado el fallecimiento de más de 300 personas. Y aunque por estar vacunado nadie está exento de contagiarse, sí que se ha comprobado que la probabilidad de que el virus siga saltando de una persona a otra se reduce considerablemente.

De hecho, de no haber contado con la cobertura vacunal, el número de positivos detectados podría haber superado los 30.380 casos de coronavirus en 14 días, es decir, un 67% más de los casos que se dieron en realidad. Reducir la mortalidad y apagar al virus no ha sido fácil. Pero esta campaña vacunal, además de dar esperanza, ha marcado un hito histórico, pues jamás en la historia de la humanidad la ciencia y los recursos habían conseguido proteger a sus ciudadanos de un patógeno como este en un tiempo tan breve y con tal eficacia.