Víctor Manuel A.I. lloró varias veces en el juicio en el que la Fiscalía le pide 10 años de cárcel. Vanesa García llora sentada en un banco de una plaza. En apenas unos pocos segundos, la existencia de esta vecina de Finca España, su marido, José Enrique, Quique, y la de los hijos de la pareja cambió de forma radical la tarde del 13 de julio del 2018. «La agresión me ha destrozado la vida completamente», señala entre lágrimas.

Aún no se explica por qué Víctor presuntamente decidió erigirse en justiciero tras una pelea anterior que ya se hallaba zanjada entre las partes. «¿Por qué pasó si todo estaba tranquilo?», se cuestiona una y otra vez. Fue a tocar en la puerta de la casa de Quique para que salieran un hijo de este y dos amigos más, al parecer para darles un correctivo. José Enrique preguntó por qué acudía a su casa con esa actitud y dio la cara para defender a los jóvenes. Víctor presuntamente lo levantó en peso y lo tiró de cabeza contra el suelo del peatonal en las viviendas sociales de La Piterita.

Durante la agresión, fueron muchas las personas que presenciaron la reyerta desde la acera y las ventanas. Después, cuando la víctima quedó tendida sangrando por la boca, los oídos y la nariz, todo el mundo desapareció y Vanesa estuvo sola hasta que llegó la ambulancia y los policías.

Durante un mes y medio, el afectado estuvo en la Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI) del Hospital Universitario de Canarias (HUC). A las dos de la madrugada del sábado, un neurólogo habló con ella y le dijo que esperarían el fin de semana para ver cómo evolucionaba. No había garantías de que pudiera sobrevivir. Ahí fue consciente la esposa de la gravedad de la situación.

A este el momento del suceso, la víctima trabaja como instalador de sistemas wifi en hoteles y arreglaba ordenadores. Hasta aquella tarde de un viernes, Vanesa describe a su pareja como un hombre atento, cariñoso, buen padre y responsable. Con una sintomía plena. Su relación empezó cuando ella tenía 18 años y tuvieron cuatro hijos.

Cuando salió del centro hospitalario, tras dos meses y una semana hospitalizado, José Enrique caminaba con gran dificultad, «como un bebé». Tan solo su enorme fuerza de voluntad y interés por hacer ejercicio físico en su hogar le han ayudado a tener la actual movilidad. Pero eso no fue lo peor. Los especialistas le diagnosticaron afasia, una enfermedad por la que el paciente pierde memoria y carece de capacidad de concentración o atención. En aquel momento, no era capaz de recordar que tenía hijos ni identificarlos por su nombre.

Uno de los problemas más graves en la vida diaria de este vecino de La Piterita está relacionada con su comunicación con su entorno. Tras el golpe que le fracturó la base del cráneo, Quique no sabe leer ni escribir. Pero tiene una considerable dificultad para hablar, expresar frases completas y buscar las palabras adecuadas para que lo entiendan. Y, de forma paralela, tampoco es capaz de entender lo que dicen sus seres queridos. La novia de uno de sus hijos, Dayana Tejera, comenta que, tal vez por eso, cuando existe algún encuentro familiar, él opta por aislarse escuchando música con sus cascos.

Tres años después del episodio que marcó su vida de forma trágica, no es capaz de acordarse de los nombres de sus cuatro hijos ni del de su nieta. Según su esposa, antes de los hechos, era ella la que solía ponerse nerviosa y alterada ante algunas situaciones, por lo que era José Enrique quien la calmaba. En cambio, ahora es su marido quien se irrita, se desespera o se enfada por cualquier detalle sin importancia.

Ella explica que trabajaba en el servicio doméstico en una vivienda de Radazul, pero tuvo que dejar ese empleo, ya que su pareja en los primeros meses tras salir del centro hospitalario mostraba un constante deseo de irse de la vivienda, a caminar, ya que consideraba que no vivía allí.

En estos momentos, la familia sale adelante gracias a una pensión por incapacidad laboral permanente que percibe Quique, así como a los trabajos ocasionales que Vanesa efectúa para familiares, según explica la vecina de La Piterita. El citado episodio traumático también afectó a varios de los hijos del matrimonio. Uno de ellos no aceptó lo que le ocurrió a su progenitor y pasó de ser una persona tranquila, a intentar estar de forma constante en la calle y en ambientes festivos. Tras la agresión, otro de los jóvenes permaneció unos 20 días encerrado en su habitación, sin salir ni asearse. Además, se trata de una persona que sufre problemas de ansiedad. En otro caso, uno de los hijos dejó de ir al instituto el curso siguiente y no ha retomado los estudios a día de hoy.

En las primeras semanas tras el brutal ataque, la mujer de José Enrique recibió el apoyo y la ayuda de su madre y de una hermana. Pero fue ella la que pidió que la dejaran afrontar las tareas domésticas para intentar salir adelante y no hundirse en una depresión.

La realidad diaria no resulta fácil para esta mujer natural de Gran Canaria. Su pareja en estos momentos tampoco es consciente de valor del dinero, se siente inseguro en lugares públicos, como centros comerciales o cines. En estos momentos, solo sale de su vivienda para acudir a los médicos.

La falta de información

Vanesa Carmen García tuvo que moverse para lograr la actual pensión por incapacidad de su marido. Explica que la primera trabajadora municipal con la que contactó no le dio ninguna salida válida. Fue en la Seguridad Social donde consiguió gestionar la percepción de ese ingreso, ya que su pareja no puede desempeñar empleo alguno. Según Dayana Tejera, pareja de un hijo, «se le destruye la vida a una persona y no se le da información» desde el primer momento. El fiscal que lleva el caso solicita a los tres magistrados de la Sección V de la Audiecia Provincial que el presunto autor sea condenado a diez años de prisión. Además de la pena privativa de libertad, el representante del Ministerio Público reclama que el acusado aporte al afectado una responsabilidad civil de más de 192.000 euros, de los que 61.760 son por los 607 días en que tardó en curar de sus lesiones y el resto por las diferentes secuelas irreversibles que le han quedado. Y, además, el Servicio Canario de Salud (SCS) le reclama otros 123.000 euros por los gastos generados en la atención a la víctima. A pesar de que Víctor declaró ante los magistrados, el fiscal, la letrada del Gobierno canario y el abogado defensor que simplemente levantó a José Enrique y después lo soltó, los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal explicaron que las lesiones sufridas por el vecino de La Piterita se tuvieron que producir por una fuerza mucho mayor. Y es que la fractura de la base del cráneo es similar a la que sufren algunas víctimas de accidentes de tráfico.