Esto fue lo que dijeron a Sara sus compañeros de clase cuando les comentó a qué quería dedicarse de mayor. Tenía entonces casi once años y, aunque su determinación era grande porque había leído mucho sobre grandes científicas como Hipatia de Alejandría o Vera Rubin que le habían servido de inspiración, se encontraba con obstáculos tan gigantes como la opinión negativa de su propio padre. Sin embargo, Sara no permitió que los prejuicios le quitasen la ilusión. “Siete años más tarde, la habían aceptado en Vassar College. (…) Cuando terminó la carrera, consiguió un trabajo en el Observatorio Nacional de España. Allí se lo pasaba muy bien porque, al fin y al cabo, lo que más le gustaba a Sara era estudiar las estrellas”.

La historia de Sara, una ficción fruto de la creatividad de Carla Carbó Pérez, de diez añitos, es la historia de la mayoría de científicas de todos los tiempos. El Vassar College, una universidad para mujeres fundada en 1861 en el estado de Nueva York, permitió que a finales del siglo XIX y principios del XX hubiese un buen número de astrofísicas que acabaron desarrollando su carrera en la Universidad de Harvard, siempre bajo el amparo (y apoyo) de un jefe y con posibilidades muy limitadas de avanzar en la jerarquía académica.

Estas mujeres tenían cerradas las puertas de otros centros de formación y estudios superiores, así como el acceso a observatorios o sociedades científicas. Pero a la que se les dio la más pequeña oportunidad de dedicarse a la ciencia, su inteligencia y tesón hicieron el resto: era imposible negar su valía científica y hubo que ir haciendo concesiones para que, cada vez más, pudiesen formarse e investigar tal y como lo hacían los hombres. Hoy en día podemos entrar en los edificios de las universidades y hay aseos para nosotras en las instalaciones telescópicas alrededor del mundo.

Pero no caigamos en el error de creer que el problema está resuelto. Comentarios como el que recibió Sara de sus compañeros siguen impidiendo que la semillita de la vocación científica germine en muchas niñas y adolescentes. En la Comisión Mujer y Astronomía de la Sociedad Española de Astronomía lo sabemos bien: cada febrero desde 2018 organizamos una actividad titulada “Chatea con una Astrónoma”, consistente en doce horas ininterrumpidas durante las que cualquier persona desde cualquier rincón del mundo puede conectarse a un chat en línea y hablar de tú a tú con una astrónoma profesional española o trabajando en España. Y cada febrero desde 2018 nos encontramos con niñas que querrían dedicarse a la Astrofísica pero a las que les han dicho que “tú no puedes”.

Porque el problema persiste, en 2015 la Organización de las Naciones Unidas decidió que cada 11 de febrero se celebraría del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Un día para recordar que cualquiera puede dedicarse a la ciencia si así lo quiere y que tenemos que evitar los comentarios negativos que, aunque parezcan inofensivos, merman la confianza de ellas y perpetúan los prejuicios en las futuras generaciones de madres, padres y tutores.

Este año, 75 astrofísicas profesionales atendieron más de mil chats y charlaron con futuras investigadoras e investigadores y, en general, con gente de todas las edades con sed de conocimiento astronómico. Actividades como Chatea con una Astrónoma acercan la ciencia a la sociedad, dan visibilidad a las científicas y renuevan una ilusión por el saber con la que nacemos pero que vamos perdiendo a medida que la vida avanza.

Hoy 8 de marzo, Día de la Mujer, la Comisión Mujer y Astronomía de la Sociedad Española de Astronomía culmina sus actividades 11 de febrero con el anuncio de los primeros premios, segundos premios y finalistas de su I Concurso de Relatos Cortos “Mujer y Astronomía”. Esta actividad pretende fomentar la vocación científica y la igualdad de género entre estudiantes en edad escolar. Carla Carbó Pérez es la ganadora en la categoría de 10 y 11 años con la historia de superación de Sara. Diana Badiola Ruvira, ganadora de la categoría de 4 a 7 años, nos recuerda que para ser astrofísica “hay que estudiar mucho”. Daniel Hernández Montesa cuenta la historia de una aldeana que consigue viajar a otros planetas del Sistema Solar, convirtiéndose con ella en ganador de la categoría de 8 y 9 años. Y, por último, la ganadora de la categoría de 12 a 15 años Alaitz Otero Gómez nos recuerda la historia de Henrietta Leavitt, una de las astrofísicas que trabajaron en la Universidad de Harvard entre finales del XIX y principios del XX.

Pero no paramos. Aunque haya pasado febrero, aunque dejemos atrás el 8 de marzo, las astrofísicas continuaremos yendo a colegios, dando charlas virtuales y dando visibilidad a nuestro trabajo para reivindicar que sin científicas, no hay futuro.

Dibujo realizado por Júlia Novellas Corominas, ganadora del II Concurso de Dibujos “Mujer y Astronomía” en su categoría de 12 a 15 años, organizado por la Comisión Mujer y Astronomía de la Sociedad Esplañola de Astronomía en febrero de 2020.

Dibujo realizado por Júlia Novellas Corominas, ganadora del II Concurso de Dibujos “Mujer y Astronomía” en su categoría de 12 a 15 años, organizado por la Comisión Mujer y Astronomía de la Sociedad Esplañola de Astronomía en febrero de 2020.

*Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez, natural de Santa Cruz de Tenerife, es la coordinadora de Gaveta de Astrofísica. Licenciada y Doctora en Física por la Universidad de La Laguna con un proyecto de investigación sobre galaxias desarrollado en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), ha sido investigadora postdoctoral en la Universidad de St Andrews (Escocia), la Universidad de Granada, la Universidad Nacional Autónoma de México y el IAC. Actualmente trabaja en la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro de la Comisión Mujer y Astronomía de la Sociedad Española de Astronomía y del equipo editorial de su boletín bianual.