“Hasta ahora solo podíamos defendernos del virus, ahora por fin tenemos un arma para combatirlo”. Con estas palabras Raquel García, subdirectora de la zona básica de salud de La Matanza, reflejó el sentir general de los sanitarios de Canarias en la primera jornada de vacunación contra el coronavirus para todos ellos en la región. Han sido meses duros para los sanitarios pues desde marzo se enfrentan a la incertidumbre, el sufrimiento, el estrés y el cansancio para detener la expansión de un virus. Tras 303 días desde el confinamiento, 1.532 sanitarios recibieron la vacuna del coronavirus, lo que para muchos es un “regalo” que les permitirá “ganar calidad de vida”, el 4,8% del total. En los próximos días, el número de vacunas suministradas a este grupo llegará a 32.000, es decir, todo el personal del Servicio Canario de la Salud (SCS).

En el pequeño centro de salud de La Matanza, la llegada de la vacuna de Pfizer se vive como una verdadera celebración. A primera hora de la mañana, todos los sanitarios acudieron a la puerta del centro y aguardaron, bajo las estrictas medidas de distanciamiento social, su turno para recibir la inoculación. Aún debían esperar al largo procedimiento de preparación de la dosis, que se demoró al menos 10 minutos. No es de extrañar pues la profesional encargada debe primero mezclar las dosis con suero fisiológico para separarlas –vienen cinco en el mismo blíster– y, tras varios enérgicos giros a un pequeño bote se procede a inyectar la sustancia en una jeringa.

“Que pase el siguiente”, se escucha desde el fondo del cubículo en el que una enfermera ya espera con la inyección en la mano. La que lo hace en La Matanza es Isabel Méndez, que lleva ya varias semanas preparándose para ese justo momento. Y es que el SCS ha estado formando a 655 profesionales de Enfermería en las especificidades de estas nuevas vacunas. “Son de muy complicado manejo, especialmente esta porque llega en multidosis y hay que conservarla a una muy baja temperatura”, recuerda la directora de la zona básica de salud María del Río Rivero, que señala que las próximas vacunas que probablemente se empiecen a suministrar, como la de Moderna o la de Oxford, serán cada vez más manejables.

Natalia Castro fue la primera en recibir esta primera dosis de la vacuna. La emoción era tal que la enfermera no sintió siquiera el pinchazo de la aguja atravesando su piel. Tampoco notó cuando “entró el líquido” de la vacuna, esa sustancia que contiene parte del código genético del virus (ARN) que tienen la tarea de introducirse en sus células para que creen la proteína S del virus, la misma con la que el coronavirus se adentra en las células humanas. Una vez creadas las suficientes copias, el sistema inmune lo reconocerá y empezará a movilizar un potente ataque contra ella. Tras la segunda dosis y una semana más, la persona vacunada será inmune a los efectos nocivos del virus y no desarrollará de ninguna forma la Covid-19.

“Tenemos la tranquilidad de la inmunidad y de no sufrir tantos efectos adversos”, recalcó la directora de la zona que, no obstante, recuerda que la vacuna no priva a nadie de contagiarse y, por tanto, de poder seguir expandiendo el virus. Por eso, como concluyó la sanitaria, “habrá que seguir manteniendo las medidas de seguridad un tiempo, al menos hasta que todos estemos correctamente vacunados”.