¿Por qué la inmensa mayoría de médicos dedicados a los cuidados paliativos, facultativos que acompañan y tratan diariamente a los enfermos en el proceso de su muerte, están en contra de la eutanasia? Por ejemplo, en un reciente artículo de El País, firmado por más de 35 grandes profesionales de toda España, declaraban: “Tras muchos años de haber atendido a miles de pacientes, estamos convencidos, y por ello defendemos que, por supuesto, la medicina debe aliviar el sufrimiento con toda la energía posible, pero nunca debe causar ni provocar la muerte de manera intencionada”. De uno de los firmantes, el doctor Carlos Centeno, escuché un taller sobre ética de la compasión que comenzó con un relato muy revelador. Nos contó la historia de una enferma, desahuciada y sin deseos de pelear por su salud, pero que se dejó tratar y logró una gran mejoría, tanta que escribió a un periódico de Pamplona para manifestar su gratitud. Pero pocos meses después, la paciente acudió muy débil a urgencias con una neumonía que incluso le produjo una crisis de asfixia. Así llegó al dolor existencial total, situación en la que el enfermo no desea vivir. Escribió: “dejadme morir en paz”. Y prohibió la entrada en su habitación al personal sanitario.

En estas circunstancias, el doctor Centeno entró en su cuarto. No sabía qué hacer, pues junto al respeto a su paciente, sabía que podía superar su neumonía si accedía al tratamiento. Cogió la mano de la enferma y le susurró: “Mañana voy a asistir a un congreso de medicina paliativa y me gustaría contar cómo luchaste hace pocos meses, porque podría ayudar a muchos”. Entonces la paciente le apretó el brazo, y escribió: “¿Yo puedo ayudar a otros?”. Había encontrado sentido a su dolor, y eso la enganchó de nuevo a la vida.

Al día siguiente, el Congreso Nacional de Medicina Paliativa oía esta historia. Al terminar, su presidenta propuso un aplauso y tomó una fotografía; y un minuto después, las enfermeras de planta se la enseñaban a la enferma en su habitación: más de mil profesionales puestos en pie y aplaudiendo a rabiar, emocionados. Por cierto, cuando nos relató esto la paciente llevaba varios meses con una calidad de vida aceptable.

A los profesionales de los cuidados paliativos les importa mucho por qué algunos pacientes solicitan la eutanasia. Saben que detrás de esa petición siempre hay sufrimiento. Lo investigan y lo tratan. Y muchas veces consiguen que vuelvan a disfrutar de la vida. Cuando no es posible, ponen todo el potencial de la ciencia al servicio de los enfermos para que no padezcan ningún síntoma refractario. Si lo hay, les ofrecen una sedación paliativa. Y así no sufren al morir (con dignidad).

Pero hay más: ¿por qué el Comité Nacional de bioética, compuesto por doce expertos con sensibilidades muy diversas, ha emitido un informe con una posición unánime contraria a la consideración de la eutanasia y el auxilio al suicidio asistido tal y como aparecerá en la ley española? ¿Por qué se han puesto de acuerdo todos los sabios de la bioética española para rechazar la eutanasia como un derecho subjetivo y sobre su inclusión en los servicios sanitarios públicos como una prestación más?

Cuando no se consulta a los médicos ni a los especialistas en bioética, cuando se lleva adelante una ley con prisa y en la oscuridad de una pandemia, lo que se pretende es imponer una ideología y conseguir una transformación social. O sea, que se comience a aplicar para conseguir cambiar los valores de la sociedad, al desdibujar el concepto de persona como alguien intangible, y que se asimilen los de la ideología que inspira esa ley. También se transformará la práctica de la medicina, al borrar el límite del no dañar al paciente.

Propongo una rebelión crítica, plural y activa en defensa de la democrática civilización occidental. Porque una de sus bases fundamentales es la de no atentar intencionadamente contra la vida de los «metales pesados», las «lujosas gotas de mercurio amante» que somos cada persona, como cantan los versos de Carlos Marzal. Yo objetaré desde el primer día de su aprobación: por su fondo, por su forma y por compasión hacia los pacientes.