África llegó a Canarias en el año 2000. Era un bebé cuando un trabajador del puerto de Las Palmas de Gran Canaria se enteró de que la habían abandonado a su suerte en un barco junto a otros tres pequeños chimpancés. Cuando llegó a las Islas ya había sido testigo de muchos eventos traumáticos, como el asesinato a sangre fría de su manada y su madre, y había tenido que sufrir el maltrato de sus captores que le propinaron fuertes golpes en la cara y el cuerpo para introducirla en aquel barco que les alejaría del único hogar que había conocido.

África llegó a Canarias con la mandíbula inferior partida y una contusión en la espalda. Al estibador le conmovió la situación de tal manera que decidió llevarse a la pequeña chimpancé a su propio hogar, junto a su mujer y su hija. Allí la primate vivió durante cinco años como una más de la familia. Comía pizza, gambas al ajillo y natillas, paseaba con su nueva familia y, en ocasiones, pintaba con tizas. Cuando África cumplió cinco años ya era tan fuerte como un hombre adulto. Incapaces de controlar sus cambios repentinos de humor y los celos que sentía por la hija del trabajador del puerto, este decidió encerrarla en un cuarto de pequeñas dimensiones mientras él estuviera fuera de casa. Se pasaba allí gran parte del día. Pero la soledad y el aburrimiento pronto mostró sus primeras consecuencias. La chimpancé empezó a pintar las paredes con sus heces de manera regular y a cronificar uno de los comportamientos que más había referido desde que llegó a su nueva casa: arrancarse el pelo de manos, brazos, piernas y pies.

Tras 9 años de convivencia, los que se habían convertido en sus dueños, decidieron trasladarla a la Fundación Mona, en Cataluña, con la esperanza de que allí le dieran una vida mejor. La asustadiza chimpancé llegó a la fundación sin apenas pelo en hombros y cabeza, con muchas costras y con una herida en la parte superior del cráneo que no se había curado correctamente.

África es una de los 23 chimpancés rescatados y estudiados por la veterinaria Yulán Úbeda, que junto a un equipo especializado de investigación, han descrito cómo esas experiencias traumáticas prolongadas en el tiempo han afectado a su desarrollo cognitivo y su estabilidad emocional. La situación de cautiverio en espectáculos o el mascotismo –con todo lo que ello implica– generó tanto en ella, como en los otros 22 primates que integraron el estudio trastornos destructivos del control de los impulsos y de la conducta, depresión, ansiedad, bipolaridad, parafilias y estrés postraumático, entre otros.

Es la primera vez que se describen los trastornos mentales en una especie no humana

“Es la primera vez que se estudian los trastornos mentales en una especie no humana”, explica la investigadora afincada en Tenerife, que señala que solo se habían descrito cinco trastornos en la especie –en cuatro de los 10 estudios al respecto– de los más de 200 que están especificados en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). Concretamente, se sabía que estos animales podían sufrir diferentes niveles de trastorno por estrés post-traumático, depresión mayor, ansiedad generalizada y trastorno obsesivo-compulsivo. “Esos cinco trastornos representaban una proporción demasiado pequeña de entre aquellos que podían ser diagnosticados en la especie”, asevera la investigadora que en aquel entonces decidió ampliar a su investigación a todo el DSM, aplicando a su vez “una estadística sólida” de la que carecían estudios previos.

No fue un trabajo fácil. “Hay una serie de aspectos metodológicos y teóricos que dificultan la adaptación completa del DSM a la especie”, insiste Úbeda. Por ejemplo, es muy difícil saber el comportamiento de los chimpancés de noche porque en ese momento los vigilantes no los observaban. Esto provocó que se tuvieran que suprimir los ítems relacionados con los trastornos del sueño, aunque no significa que no lo sufran.

Los 70 ítems que componían el cuestionario fueron evaluados por 6 cuidadores (3 de cada centro participante: Fundación Mona y Loro Parque) que habían estado en contacto con los animales una media de 12,5 años. El análisis estadístico de reducción de datos evidenció nueve categorías de diagnóstico de trastornos mentales para chimpancés muy similares a las humanas.

Este trabajo de investigación pretende, entre otras cosas, que la sociedad se conciencie a través de datos empíricos y constatables del daño psicológico que estas actividades provocan en los animales que se ven obligados a asumir esta situación. También pretende recuperar una vieja iniciativa legislativa cuyas promesas de prohibir la utilización de grandes simios en espectáculos así como su tenencia como mascotas, cayeron en saco roto por no tramitarse a tiempo en las Comisiones de Medio Ambiente.

África se ha ido recuperando poco a poco. Su piel está como nueva y ya apenas recuerda las heridas provocadas durante su cautiverio. El poder compartir tiempo con otros primates de su especie le han levantado el ánimo, logrando que abandone viejas costumbres paulatinamente, como arrancarse el pelo. Los que fueron una vez conformaron su único hogar, siguen acudiendo regularmente a Fundación Mona a visitarla y comprobar cómo la vida en libertad y con los nuevos miembros de su familia han logrado que vuelva a ser una mona feliz.