¿La gente le mira distinto cuando saben a qué se dedica?

La gente ahora al menos entiende a lo que me dedico. Como comentamos en el libro, la epidemiología a veces es una disciplina que, cuando funciona, es silenciosa, porque si todas las enfermedades están controladas no se la ve, pero que cuando falla (se produce una epidemia) se convierte en el foco mediático.

De haber estado usted al frente del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias y no Fernando Simón, ¿qué habría hecho usted de una forma diferente?

Creo que nunca me hubiese gustado estar en la situación de Fernando Simón, la verdad. La labor de coordinación de las emergencias y la comunicación del Gobierno es una labor muy complicada y poco agradecida. Además, para cambiar verdaderamente el impacto que ha tenido la epidemia en España tenemos que estudiar el contexto del que partimos más que de la respuesta concreta.

¿La magnitud de la tragedia le sorprendió como al Gobierno?

En casi todos los círculos de salud pública esperábamos que ocurriera una pandemia de alto impacto en el siglo XXI. Ya tuvimos avisos con la gripe A, el SARS o el MERS. Sin embargo, creo que pocos habrían apostado a que la pandemia del SARS-CoV-2 tuviese este impacto global.

¿Cuál es la lección más importante que hemos aprendido?

Si tenemos que aprender tres lecciones de la primera ola son que las predicciones no funcionan en un entorno de alta incertidumbre, por lo que quien asegure cuándo y cómo se producirá una segunda ola es probable que mienta; que necesitamos reforzar los elementos más importantes de los sistemas sanitarios y que los virus sí que entienden de clases sociales.

¿Qué diría a quien se cruza con usted en la calle sin llevar una mascarilla?

Procuro ser poco culpabilizador. No conozco las circunstancias por las que una persona decide no llevar la mascarilla en un momento de riesgo. Desde nuestro lado, tenemos que mejorar la información que damos, que sea sencilla y accesible.

Ya estamos viendo lo que está ocurriendo tras el confinamiento y la desescalada. ¿Cómo convencer a la gente para que no se amontone en botellones, playas y fiestas?

La comunicación es un elemento esencial en cualquier tipo de crisis. Y lo que es cierto y está comprobado es que una mejor comunicación ayudará a que se produzcan concentraciones como estas y los riesgos que suponen con menos frecuencia. Aun así, hay que ser consciente de que, por ahora y con los datos que tenemos, el mayor riesgo se está dando en personas que trabajan en entornos de alta precarización tanto como en el caso de las fiestas.

¿Qué sensaciones le provocó ver la indefensión de los sanitarios y de los ancianos?

Desolación. Por un lado, ver a compañeros y compañeras exhaustos y sin los suficientes recursos es desolador. Por otro, la situación con las personas mayores es aún más preocupante, hemos perdido a muchísimos familiares y personas cercanas que estaban casi abandonados en residencias.

¿La carrera por la vacuna será más larga de lo que se piensa?

Como casi todo lo que tiene que ver con esta pandemia, con mucha incertidumbre. Todavía no sabemos si habrá vacuna, y en el caso de que la haya, cuándo será y con qué efectividad. Además, hay que tener en cuenta que no se trata solo de descubrirla, sino de producirla y distribuirla.

¿La catástrofe económica impedirá otro confinamiento?

Yo espero que si necesitamos un segundo confinamiento no les tiemble la mano a la autoridades. También deseo que los refuerzos de los últimos meses nos permitan detectar antes aumentos en la transmisión comunitaria, y que, en caso de ser necesarios, los confinamientos no sean tan intensos como el primero.

¿Hay alguna vacuna contra el comportamiento de personas como Bolsonaro o Trump?

Ojalá. Pero es que Bolsonaro y Trump son solo un síntoma de una reacción del capital más poderoso. Trump y Bolsonaro no salen de la nada, los dos provienen del mundo de los negocios o del mundo militar.

¿En qué falló y en qué se equivocó el Gobierno español?

Aquí podríamos distinguir dos situaciones por las que pedir responsabilidades a un gobierno en la gestión del Covid-19. Y esto es aplicable a casi todos los gobiernos europeos. Por un lado, podemos pensar que lo que falló fue la detección precoz de la transmisión comunitaria; por otro, podemos juzgar que, sabiendo que había transmisión comunitaria, no se realizara el confinamiento antes. En mi opinión, el problema se sitúa en la primera parte.

¿Los brotes hasta ahora entran dentro de lo normal?

Ahora, por cada caso que tenemos somos capaces de detectar los casos secundarios respecto a este y agruparlos en brotes. Esto de por sí es bueno, porque podemos cortar la cadena de transmisión de todo ese brote, cuando antes solo llegaban casos sueltos que no éramos capaces de investigar. Hasta ahí es normal. Tenemos que ver si esos sistemas de vigilancia y control funcionan igual de bien cuando haya un aumento de presión asistencial como el de ahora en varias regiones españolas o en la época en la que empiece la gripe.

¿Corremos peligro de un mercado negro de fármacos y vacunas ilegales?

Si no somos capaces de que los medicamentos y las vacunas se produzcan con criterios de justicia global, corremos el riego de que exista un mercado paralelo de distribución de fármacos. Los gobiernos tienen que ser fuertes en generar espacios de producción rápida, pero que a la vez sirvan para la cooperación (y no competición) entre países. Una medida muy adecuada en nuestro contexto, y que se lleva debatiendo un tiempo, sería la creación de una farmacéutica pública que pudiese producir los fármacos esenciales.

¿Entienden las epidemias de clases sociales?

Por supuesto. Tenemos diferentes estructuras sociales (el género, el sistema económico, el sistema colonial?) que dividen a los ciudadanos en diferentes clases sociales (ya sea en hombres y mujeres por el género, en diferentes trabajos por la ocupación...). Estar en una clase u otra hace que estés expuesto al riesgo de enfermar de una forma diferente a otra persona. ¿Quién es el personal que trabaja en residencias de personas mayores y, por tanto, se expone más al riesgo? Mujeres, de clase ocupacional baja y de origen latino. ¿Quién ha tenido posibilidad de teletrabajar y, por tanto, realizar un verdadero confinamiento? Las personas en trabajos asociados a cualificación alta. Hay una intersección de ejes de desigualdad que no podemos ignorar. Los primeros brotes de ahora se están produciendo mayoritariamente en sectores precarizados, y no podemos dejar pasar estos aspectos.

¿A quién dejamos morir? ¿La ética contra el racionamiento sanitario?

En el libro comentamos que existen diferentes formas en las que podemos distribuir los recursos, que nunca son infinitos. Entre ellos: el azar (por ejemplo, en las viviendas de protección oficial), las características clínicas (los más graves, o los más jóvenes), la capacidad para rentabilizar más los recursos utilizados (que los recursos que se utilicen generen más años de vida con buena calidad), el orden de llegada (listas de espera), o el valor social (a las personas que consideramos que tienen tareas esenciales para la sociedad). Tiene que existir el debate social de ante qué situaciones vamos a utilizar unos criterios de priorización sobre otros. Esto ha sido uno de los debates clave durante la pandemia.