"Hay que vivir. Disfrutar cada momento". Es la lección que la vida ha dado a Valentín Otero, uno los últimos pacientes que han sido dados de alta en Pontevedra tras haber padecido el coronavirus. Después de tres semanas en el hospital, dos de ellas como él mismo asegura "peleando por sobrevivir", tiene claro que lo suyo "ha sido un milagro".

La odisea de Valentín, de 60 años, comenzó igual que la de muchos otros estos días. Con fiebre. "Estuve casi una semana con ella", explica a Efe. Llegó al hospital de Pontevedra "ya con problemas" y tras dos días en una habitación de planta "me puse peor". Tenía neumonía bilateral.

Fue ingresado en la UCI y le indujeron el coma. "Estuve doce días peleando entre la vida y la muerte", asegura. A su familia, en todo ese tiempo, "le llegaban noticias nefastas" e incluso les dijeron que "había que prepararse para lo peor". Pero Valentín, como siempre ha hecho en la vida, no dejó nunca de luchar. Y salió airoso del envite que el destino le había preparado.

"Fue una batalla muy difícil", rememora ahora que ya empieza a ser consciente de todo lo que ha pasado en el hospital. De la parte clínica, reconoce, no se acuerda "de mucho". Eso sí, sabe que tras salir de cuidados intensivos y regresar a planta "casi me vuelven a llevar de nuevo" porque el coronavirus, aún presente en su cuerpo, quiso dar sus últimos coletazos.

Lo que tardará en olvidar, sin duda, es lo que pasó por su cabeza durante todo ese tiempo. El efecto de los medicamentos, relata aún temeroso, le generó "un mundo fantástico e irreal" que "fue terrorífico". Eso, subraya Valentín, "es lo que más recuerdo, fue una cosa horrible".

Ahora, ya en el confort de su hogar, es plenamente consciente de que estuvo "más para allá que para acá" y que si logró salir de esa situación fue gracias al personal médico que le atendió en el hospital de Pontevedra. "Ellos fueron los que me sacaron adelante", afirma. A todos ellos, añade con la voz entrecortada, "les estaré eternamente agradecido".

Superar el coronavirus ha sido para él "como volver a nacer" y salir del hospital, mirando por la ventana de la ambulancia a medida que iba atravesando la ciudad de Pontevedra, "es un sentimiento maravilloso que no sé cómo explicar".

Pero nada se compara con lo que vivió al regresar a casa. "Estaba casi toda mi familia en el portal. No me lo esperaba", reconoce muy emocionado. No pudo abrazarles ni besarles pero solo verles "fue maravilloso", porque, añade: "Yo lo pasé mal pero para ellos fue horrible" al no poder acompañarle en el hospital por las restricciones sanitarias.

A Valentín le queda ahora por delante una cuarentena que, como mínimo, se alargará siete días más. "Me han dicho que vendrán del hospital a hacerme otra prueba", apunta. Hasta entonces, su única compañía será una de sus tres hijas, con la que convive actualmente.

Siempre le quedará la duda, eso sí, de cómo pudo haber contraído el virus. "No tengo ni idea de cómo lo cogí o quién me pudo contagiar", asegura Valentín. Él no estuvo de viaje y tampoco su gente más cercana. No tiene patologías previas.

"Yo hice mi vida normal", explica sobre una rutina que, a diario, incluía ir al supermercado o jugar a las cartas con sus amigos, esto último mientras fue posible.

Valentín cuenta ya los días para recuperar las riendas de su vida. Pero ha sacado algo en limpio de todo esto. "Hay que vivir, disfrutar de cada momento y aprovechar cualquier excusa para estar con la gente a la que quieres", afirma desde su casa.

"Es la única reflexión que me deja todo esto", señala antes de despedir la conversación, no sin antes responder a una última pregunta. ¿Qué es lo primero que hará cuando el coronavirus no sea más que un mal recuerdo? "Abrazar a mi familia y darle un beso a todo el mundo". Y hacer una gran fiesta "en la que no falte el churrasco". Eso sí, cauteloso añade, "cuando se pueda".