Ni se come ni tiene su hábitat natural en el mar. Pero se merienda todo lo verde que encuentra a su paso y se mueve por el medio acuático en forma de grandes enjambres para trasladarse. Así ha llegado históricamente a Canarias la temible schistocea gregaría, la langosta africana. En las islas cigarrón o cigarra berberisca. Han aparecido ejemplares estos días en el Archipiélago y vuelve el temor a esta auténtica plaga bíblica.

Ya se han visto este mismo fin de semana langostas del desierto en las islas. Por ejemplo, en los municipios tinerfeños de Tacoronte, al Norte, y Adeje, en el Sur. También fue anunciada en las redes sociales su presencia en la playa de Las Canteras de Las Palmas, pero se trataba en realidad de libélulas. Otros foros apuntan sin confirmación que aparecieron ejemplares aislados en la avenida de Anaga de Santa Cruz.

Es probable que con las actuales condiciones meteorológicas de intensa calima y viento aparezcan más en otros puntos del Archipiélago.

Estos insectos han visitado Canarias en muchos momentos a lo largo de la historia. Con dos fechas que han pasado a memoria colectiva por la intensidad del fenómeno, ambas a mitad del mes de octubre de 1659 y 1958.

El episodio del siglo XVII quedó en la memoria sobre todo por el testimonio escrito del ilustrado José Viera y Clavijo. Describió con detalle la nube de insectos que oscureció de día el cielo de varias zonas de Canarias. Además, coincidió con un eclipse de sol. Sólo el cambio de viento y la llegada de la lluvia pudieron acabar con el expolio a la naturaleza de unos bichos cuyas bolas en los viajes por mar pueden juntar a cincuenta millones de ejemplares capaces de comerse al día cien toneladas de materia vegetal

La segunda efemérides inolvidable de la que aún quedan, incluso, algunos testigos vivos, ocurrió asimismo a mitad de octubre. Pero en este caso de 1958. La nube de insectos afectó sobre todo a las medianías de Tenerife y en concreto al Valle de Güímar.

Rogativas, rezos y hasta sacar en procesión a vírgenes y santos. Todo valía contra la terrible invasión que arruinó el campo canario. Las langostas se comieron papas, tomates y en menor medida atacaron también a las plataneras.

Entre medidas rudimentarias como los voladores y las hogueras, más las fumigaciones realizadas desde el mar y el aire, la plaga acabó veinte días después. Balance: miles de insectos muertos en las playas, cargados luego en camiones, y pérdidas millonarias entonces en pesetas.

Las visitas aisladas de la cigarra desde el cercano continente africano han sido múltiples. Con más asiduidad en el siglo XX.

Por ejemplo, sólo cuatro años antes de ese fatídico 1958, con gran Canaria como principal isla afectada, se registró otro hecho similar. Cabe reseñar como anécdota que el encuentro de fútbol UD Las Palmas-Athletic de Bilbao, disputado en el Estadio Insular el 17 de octubre de 1954, paso a la historia como el partido de la langosta. Hay una imagen elocuente, la de un futbolista amarillo que le da una patada a un insecto.

Ya en fechas más reciente han aparecido ejemplares más o menos numerosos, siempre aislados. sobre todo en Lanzarote y Fuerteventura. En 1989, 2004 o 2009.

Ahora vuelve el peligro de llegada masiva de estos animales de entre cinco y siete centímetros de largo y color gris, amarillo y rojo con matices. Y hay razones para temerlo.

A finales del mes pasado, la FAO advertía del gran enjambre que crece a lo largo de Etiopía, Kenia y Somalia, tras surgir el brote en Arabia Saudí y Temes. Las dimensiones del fenómeno no tienen precedentes en la zona desde hace casi un siglo. Son millones las langostas que avanzan desde el Cuerno de África devorando todo lo que encuentran a su paso. Un riesgo también para Canarias.

Calima como nunca y vientos cálidos. Las condiciones ideales para que la schistocea gregaría se lance al mar para buscar comida en las islas. Un azote de plaga bíblica. Y no sería la primera vez.