Aunque cada día aparezca tras el horizonte, el Sol es aún un misterio en muchos aspectos. A los científicos aún les es imposible anticiparse a una tormenta solar debido a los misteriosos vaivenes de sus partículas cargadas. Tampoco podrían dibujar con pleno conocimiento de causa cómo son los polos de la estrella porque la órbita de La Tierra solo nos permite mirarlos de canto.

Sin embargo, la situación puede cambiar gracias a la investigación astronómica europea que lanzará este domingo, 9 de febrero, la misión Solar Orbiter. Un satélite de la Agencia Espacial Europea (ESA) que se acercará tanto al Sol-a una distancia mínima inferior a la de Mercurio- y lo hará en una órbita tan distinta a la de la Tierra, que tendrá la capacidad desentrañar los misterios asociados a la composición de su atmósfera, sus vientos y hasta cartografiar la morfología de la estrella.

El satélite tendrá la capacidad de estudiar de manera precisa la composición de las partículas que forman los vientos solares, cómo se mueven y desde dónde se han originando. De esta manera, en un futuro próximo, será posible mejorar la capacidad de predicción de fenómenos meteorológicos espaciales, -puesto que la mayoría tiene su origen en el Sol- anticipando las medidas que se puedan tomar en la Tierra para evitar, por ejemplo, un gran apagón asociado a una potente tormenta solar.

Por otro lado, será capaz de "ver" por primera vez, los polos solares que, desde la observación terrestre, solo se pueden intuir. "Los hemos visto mal durante mucho tiempo, de canto, este aparato nos permitirá conocer el magnetismo de los polos donde, además, se genera la mayor parte de las partículas energéticas que influyen en la meteorología espacial", explica Manuel Collados, investigador del IAC y responsable del Telescopio Solar Europeo (EST).

Esta misión, que desarrolla la Agencia Espacial Europea (ESA) empezó a diseñarse en 2011, aunque la idea se fraguó mucho antes, a principios de siglo. Casi 20 años después, los científicos europeos ven en este desarrollo una oportunidad para mejorar los aspectos de la investigación relacionados con la física solar y con el conocimiento de la meteorología espacial. Para ello, el aparato estará integrado por una decena instrumentos creados por instituciones científicas de toda Europa.

Los instrumentos importantes

Dos de ellos -los más importantes- han sido diseñados por un consorcio internacional donde el 42% de la participación ha sido española. En total han participado en su desarrollo siete instituciones de nuestro país, entre ellas el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), lo que significa que "la contribución española al diseño de estos instrumentos ha sido muy importante", como señala Collados.

Los instrumentos en cuestión son SO/PHI (siglas de Polarimetric and Helioseismic Imager) y EPD. "El SO/PHI, liderado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), observará el sol remotamente para estudiar cómo son sus campos magnéticos", explica Collados. Por otro lado se encuentra el EPD, un "instrumento de detector de partículas" cuyo desarrollo ha liderado la Universidad de Alcalá de Henares.

Con estos nuevos datos, la colaboración en Tierra resultará "fundamental". Aunar una instrumentación más limitada -pero con una capacidad mayor para tomar datos de cerca-, con los potentes telescopios solares de la Tierra (como el Telescopio Solar Europeo que se instalará en Canarias y verá su primera luz en 2027), permitirá, finalmente lograr una visión más completa y realista del astro.

"Nos pillará justos"

"A nosotros nos pillará justos", remarca Collados. Y es que las primeras estimaciones le dan tan solo ocho años de vida útil al Solar Orbiter, es decir, su misión acabaría en 2028 . Este domingo se lanzará a la noche espacial para entrar inmediatamente en "modo crucero". La sonda viajará en paz hasta que en noviembre de 2021 cuando se verá envuelta en dos maniobras de asistencia gravitatoria: una alrededor de Venus y otra alrededor de La Tierra.

Esto le permitirá elevar su plano orbital y acceder a las latitudes altas, fundamental para poder observar los polos solares. El primer acercamiento al Sol tendrá lugar en 2022, situándose a unos 42 millones de kilómetros del astro, menos incluso que Mercurio, que se encuentra a unos 60 millones de kilómetros. "Se estima que esté tres años y medio en misión, que se podría extender otros dos años si todo va bien", explica Collados. En ese caso, la misión acabaría en 2028. No obstante, el investigador recuerda que hay muchos satélites que han acabado ampliando el tiempo de misión previo durante años, por lo que tampoco descarta que Solar Orbiter pudiera estar activa más de una década.