La sede del Seminario Diocesano, en La Verdellada, acoge desde hoy -durante un mes- la huella de la memoria del pueblo judío y de la historia de la humanidad en una de sus etapas más negras: el Holocausto. La shoá en hebreo, traducida como tragedia o catástrofe, se reproduce en La Laguna en la exposición Ser testigo. La forman veinte fotografías y el atrezzo propio de un campo de concentración nazi. No es ninguno en concreto, pero representa el terror de todos. Un pequeño espacio acoge la grandeza de un momento de vergüenza del ser humano que nunca debe repetirse. Una muestra sencilla en la forma pero con un mensaje profundo en el fondo que no deja indiferente a nadie.

EL DÍA entra en este universo del horror en pleno proceso final del montaje. Ángel Quintero, comisario de la exposición, coloca con mimo uno de los elementos y luego guía a través de la barbarie. Recuerda que "esto ha sido posible gracias a la embajada de Israel en Madrid en colaboración con el Centro Sefarad Israel del Ministerio de Asuntos Exteriores de España". Añade que "ha itinerado por medio mundo con paradas en Portugal o varios puntos de España".

El material procede del Yad Vashem de Jerusalén, el complejo museográfico de referencia mundial dedicado a la conmemoración del Holocausto. El centro más importante del Holocausto en el planeta. La instalación la forman en La Laguna 20 fotografías en blanco y negro con imágenes reales. La mayoría corresponden a la Alemania de entre guerras. Configuran un círculo y exponen cronológicamente la crónica visual de la Shoá a través de acontecimientos y temas históricos. Desde el ascenso del nazismo en 1933 y el establecimiento de los guetos a la deportación de millones de judíos a los campos de exterminio en coincidencia con la II Guerra Mundial. Una nómina terrible de infausto recuerdo jalona esos años y ha quedado en la memoria de la Humanidad: Auschwitz, Mauthausen, Dachau, Treblinka...

Cada lámina va acompañada de una breve explicación histórica colocada de forma caótica. A veces a un lado y a veces a otro. Arriba o abajo. Es algo intencionado para atraer al lector. Bastan dos ejemplos brutales. El de un banco "solo para judíos" en el que una mujer sentada se tapa la cara o la imagen de otra con un cartel que lo dice todo: "Soy una cerda. Me acuesto con un judío".

Las fotografías ubican al visitante en la situación de los judíos a partir del ascenso al poder de Hitler. Desde su relación desde la propaganda nazi con todos los males del pueblo alemán a la confiscación de propiedades y el inicio del exterminio sistemático.

Lasa fotos son duras pero los ejes funcionales de la muestra todavía más. Una atmósfera muy bien lograda. Con la banda sonora de la premiada película La lista de Schlinder y su música de violines de fondo y una luz tenue. Algo se mueve en el estómago del visitante. Un inquietante desasosiego.

El cartel que abre el recorrido tiene un mensaje elocuente: Bien venido a la locura. Y la ruta del terror comienza con la visión de unos viejos raíles que representan los trenes en los que eran conducidos, peor que si fueran ganado, al matadero.

A continuación, las alambradas, las literas, las gruesas cadenas, los característicos trajes a rayas con los números que también llevaban los judíos en las muñecas como símbolo de su sufrimiento... La desazón crece poco a poco.

En el centro, las carcasas de bombas recuerdan el conflicto bélico, la guerra como marco del exterminio. El Ejército las ha cedido para la exposición.

Parada obligatoria es el despacho del médico del campo de concentración. No podía faltar como símbolo de los horribles experimentos que los nazis hicieron con seres humanos. Las grandes jeringas con las que llegaban a inyectarles gasolina. O el pelo que les cortaban nada más entrar al campo para luego aprovecharlo como hacían con la piel. Mejor no continuar con tanto sadismo. Es imposible no recordar aquí la figura del siniestro doctor Josef Mengele.

Se acerca el final. Suena mas música y en una pantalla aparecen la imágenes de la cinta El álbum de Auschwitz. Se proyecta constantemente durante la visita. Un documento único sobre el horror del Holocausto. Descubierto por una superviviente consta de casi 200 imágenes que donó a los fondos del Yad Vashem.

El último hito de la ruta es una gran cartulina en la pared que simula ser un muro con las palabras shoá y testigos. Todavía está vacío pero la idea de los organizadores es que se llene de testimonios con la libre expresión de los visitantes. Que escriban ahí lo que quieran. Qué les ha parecido la exposición, pero, sobre todo, qué sentimientos les despierta desde las entrañas. Uno sale de la pequeña habitación con sensación de alivio. Es innegable que no se puede soportar mucho tiempo lo que se ve. Y menos aún lo que se intuye.

Quintero explica: "El proyecto, aunque abierto al público en general, incluye la visita de 600 escolares del Norte y el Sur de la Isla. Llevan un mes preparando en clase trabajos sobre el Holocausto con sus profesores de Historia y Religión que les acompañarán".

No el único encuentro que tendrán estos días los estudiantes tinerfeños con el Holocausto -Shoá en hebreo- sufrido por el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Otros 400 chicos asistirán la mañana del próximo viernes a la charla ofrecida por Patria Weitz Friedman en el seno de la propia exposición del Seminario.

¿Quien es Patricia Weitz? Pues la hija de Violeta Friedman. Esa última, superviviente de los campos de concentración, dedicó buena parte de su existencia a mantener vivo el recuerdo de lo ocurrido. Porque se tata de no olvidar. Patricia tomó el relevo de su madre y mantiene encendida la llama.

Einsten, Freud, Popper, Celan, Zweig, Polanski... Todos supervivientes del holocausto. Esta lista hace pensar en cuántos genios se perdió la humanidad por culpa del genocidio más atroz de todos los tiempos. Con el máximo respeto para tantos otros anónimos que perdieron la vida en los campos de concentración nazis

La reflexión ante la apertura de Ser Testigos en Barcelona vale como conclusión: "La transmisión de la memoria del Holocausto ayudará a la formación en valores que enfaticen el respeto hacia culturas diferentes y otras maneras de pensar. En definitiva, a luchar por la igualdad y por la no discriminación en el día a día de una sociedad en la que todavía emergen demasiados prejuicios".

Declaración de principios que desvela el motivo principal para que esta exposición se dirija sobre todo a los jóvenes. Con una doble intención: no olvidar y no repetir.