La continua rotación de los asteroides produce "intensas variaciones de temperatura". Y esos cambios bruscos en el calor de la superficie de estos cuerpos celestes se traduce en una actividad geológica que genera "grietas y fracturas" y, finalmente, expulsión de partículas. Es decir, produce una estela similar a la de los cometas, pero por razones totalmente distintas. Así lo han constatado los resultados de un estudio de un equipo de científicos internacionales entre los que se encuentran Julia de León y Javier Licandro, investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

En este estudio, publicado en la revista Science, se presentan los resultados de la vigilancia exhaustiva del asteroide Bennu (101955) desde diciembre de 2018 hasta febrero de 2019. En ese periodo de tiempo se comprobó que, cuando el asteroide se acercó a la órbita del Sol, la eyección de partículas también se hacía más frecuente, incluso tratándose de un "asteroide de bajo nivel". En este sentido, se ha llegado a a la conclusión de que la "geología y la composición del asteroide" es lo que genera esa "cola" tan habitual en los cometas. Una estela que, sin embargo, en estos últimos, se produce por absorción de hielo de agua en los espectros de su superficie o por los chorros asociados a la liberación volatil. "La superficie de Bennu experimenta intensas variaciones de temperatura en su rotación, lo que puede causar grietas y fracturas con el tiempo, que podrían ser responsables de la expulsión de partículas", sugiere Javier Licandro.

Tras su paso por el sol, Bennu perdió un kilo de masa. Una pequeña porción en comparación a su masa total (730 toneladas).