En ocasiones los árboles no nos permiten ver el bosque. Algo similar nos ocurre cuando queremos entender cómo es nuestra galaxia hogar, la Vía Láctea: estamos tan inmersos en ella que estudiar sus características globales, tales como su forma o su movimiento, supone un gran reto. Y es que no se puede tener todo. La Vía Láctea nos proporciona estrellas cercanas, vecinas de nuestro Sol, cuyas propiedades y velocidad podemos analizar en detalle, algo que hasta hace poco no podíamos hacer con las estrellas individuales de ninguna otra galaxia. Pero esa es la única información a la que tenemos acceso, pues no existe satélite o telescopio espacial capaz de alejarse tanto de la Tierra como para abandonar la Vía Láctea y observarla entera.

Los astrofísicos debemos encontrar formas para, utilizando la información disponible, describir las características de nuestra galaxia hogar y nuestro lugar en ella. No es tarea fácil. Estudiando la posición y movimiento de estrellas individuales de la Vía Láctea los investigadores averiguaron que se trata de una galaxia espiral y, ya en 1964, Gerard de Vaucouleurs propuso que contenía una estructura alargada conocida como barra de estrellas. Pero había algo más: las estrellas revelaban la presencia de alguna otra estructura interna cuya naturaleza no era fácil determinar. Se planteó la posibilidad de que la Vía Láctea contuviera no una, sino dos barras estelares. En la última década, utilizando más y mejores datos, se llegó a la conclusión de que en el centro de la Vía Láctea lo que hay realmente es€ un maní.

Fue en 1959 cuando Margaret Burbidge y su marido presentaron los primeros casos de galaxias vistas de canto en las que una formas cuadradas o en equis sobresalían en el centro. En muchas galaxias tales morfologías realmente recuerdan un maní y se les dio else nombre técnico (peanuts en inglés). Durante mucho tiempo se pensó que los maníes eran estructuras independientes en las galaxias, como el disco o la barra. Las galaxias observadas de canto esconden la mayoría de la información de igual manera que si tomásemos un hermoso plato de porcelana decorado con finos paisajes y lo miráramos de perfil: solo veríamos el borde, pero el paisaje, o incluso el mero hecho de si el plato está decorado o no, nos sería desconocido. Por el contrario, la presencia de estructuras como los maníes solo se aprecia al observar galaxias de canto, pues ¿cómo es un maní de estrellas visto de cara?

Mediante simulaciones por ordenador se ha podido averiguar que los maníes no son estructuras independientes. Son, de hecho, parte de esas barras de estrellas presentes en la mayoría de las galaxias espirales y en nuestra propia Vía Láctea. Pasado un tiempo desde que se forma una barra en una galaxia, al menos unos mil millones de años, la barra puede sufrir un proceso de "abolladura" en el que sus partes centrales se hinchan y adquieren la forma de maní. Al no poder distinguir la presencia de una barra en una galaxia vista de canto, esa relación entre barra y maní había quedado camuflada. Se trata de una relación unilateral: siempre que hay un maní ha de haber una barra, pero no al revés. Un maní revela por tanto no solo la existencia de una barra en la galaxia, sino también el hecho de que esa barra es ya, si no adulta, adolescente.

Las simulaciones también han contestado la pregunta antes formulada: ¿cómo es un maní de estrellas visto de cara? Lamentablemente no adquiere una forma tan característica: un maní visto de cara es ovalado y se le ha dado el nombre de lente. El lamento no viene motivado por no poder usar un nombre más atractivo, sino porque las galaxias están llenas de estructuras con formas circulares y ovaladas: determinar que, cuando hay una barra presente, una de estas estructuras es una lente debida a un maní es muy complicado. En 2006 un grupo de investigadores encontró una manera de identificar maníes de cara estudiando el movimiento global de las estrellas en el centro de las galaxias. No se trata de analizar estrellas individualmente como sí hacemos en la Vía Láctea (y como, de hecho, se ha determinado que nosotros también tenemos un maní), sino el efecto combinado del movimiento de todas las estrellas contenidas en cada región de una galaxia externa: la cinemática estelar.

Gracias a ese diagnóstico cinemático se han podido detectar maníes en muchas barras vistas de cara, pero cómo de frecuente es la presencia de maníes (¿todas las barras están abocadas a desarrollar maníes?) es todavía una pregunta sin respuesta, cuya relevancia viene dada por el hecho de que tener muchos maníes implicaría que la mayoría de barras de estrellas son estructuras que sobreviven en el tiempo, algo que es objeto de debate en la comunidad científica.

En 2019 hemos dado otro paso de gigante en nuestro conocimiento sobre la estabilidad de las barras. Utilizando el diagnóstico de la cinemática estelar y unos datos estupendos de la galaxia vista de cara NGC1291, hemos encontrado que esta tiene un maní asociado no a la barra "regular", sino a una barra interna. En 1974, el mismo de Vaucouleurs que propuso la presencia de una barra en la Vía Láctea presentó el caso de NGC1291, una galaxia en la que coexisten dos barras de estrellas: una barra externa y una barra interna. El debate sobre la supervivencia de las barras internas en las galaxias es incluso más polémico que el de las barras simples. Al encontrar que las barras internas también pueden desarrollar maníes, apoyamos el hecho de que estas estructuras también pueden ser estables y sobrevivir durante miles de millones de años. De hecho, parecen comportarse exactamente igual que sus hermanas de mayor tamaño€ solo que en pequeñito.

Así es como, observando los bosques de galaxias externas y los árboles de nuestra Vía Láctea, los astrofísicos vamos poco a poco dando forma a los árboles de galaxias externas y al bosque de nuestra galaxia hogar, poblado de barras y maníes.

En el panel de la derecha, vemos un fragmento de la imagen original de la galaxia NGC128 incluida en el artículo de 1959 de Margaret Burbidge y su marido donde reconocían por primera vez la presencia de maníes en galaxias vistas de canto. El panel superior izquierdo muestra la imagen de la galaxia con dos barras NGC1291 vista de cara, mientras que el panel inferior es una ilustración artística del maní asociado a su barra interna si lo viésemos de perfil./ Créditos: Carnegie Irvine Galaxy Survey/ Gabriel Pérez, Instituto de Astrofísica de Canarias/ Burbidge and Burbidge (1959, ApJ, 130, 20) / Méndez-Abreu, de Lorenzo-Cáceres et al. (2019, MNRAS, 482, 118)

Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez nació en Santa Cruz de Tenerife y es Licenciada y Doctora en Física por la Universidad de La Laguna, con un proyecto de investigación desarrollado en el Instituto de Astrofísica de Canarias, donde trabaja actualmente. Ha sido investigadora postdoctoral en la Universidad de St Andrews (Escocia), la Universidad de Granada y la Universidad Nacional Autónoma de México, siempre dedicada al estudio de la formación y evolución de galaxias. Es miembro de la Comisión Mujer y Astronomía de la Sociedad Española de Astronomía y coordinadora de esta sección Gaveta de Astrofísica.