En 1918 los vecinos del pago troglodita de Juncalillo y todo su cauce, desde Barranco Hondo de Arriba a Barranco Hondo de Abajo, prometieron ofrendar una romería anual a Santo Domingo de Guzmán por salvarlos de un colosal temporal que a punto estuvo de borrarlos de la tierra.

10 de agosto. El sábado día 10, 101 años después de aquella catástrofe, sacan al santo para entregarle la rama y cumplir el rito. Pero no todos están de fiesta. José S.R. está armando una puerta de metal y enciende la radial. Son las 12:15 horas. Una chispa prende la hierba. La alegría está ahora coronada por un persistente humo que, en principio, no va a mayores. Pero al caer la noche se ordena la evacuación por las estrechísimas carreteras locales. En ocho horas, el incendio arrasa 112 hectáreas de matorral y pinar.

11 de agosto. En la madrugada del día 11 arrecia el viento y aviva un fuego que va ascendiendo para derramarse con furia por el otro lado de Gran Canaria, hacia el pueblo de Tejeda. Desde allí la imagen es dantesca: "Una cascada de lava", apunta un testigo. Por la mañana el balance arroja 1.000 hectáreas afectadas y cientos de vecinos evacuados. Se declara el Nivel 2. Se movilizan a 250 efectivos de las distintas islas y rugen diez helicópteros y un avión anfibio procedente de Andalucía. "Ni controlado, ni estabilizado", advierte al final de esa jornada el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres. Unas horas después, a las once de la noche, alguien provoca otro incendio a decenas de kilómetros al sur del foco principal, en Cazadores, Telde.

12 de agosto. La situación es desoladora. Medios que antes luchaban en el interior de la Isla contra un fuego "que se revuelve como un animal salvaje", según detalla el jefe de Emergencias del Cabildo, Federico Grillo, se han tenido que distraer hacia el nuevo conato, convertido en emergencia con 20 hectáreas ardiendo y más evacuados. Pero al final del día logran atemperar ambos frentes y regresa a casa medio millar de desplazados.

13 a 16 de agosto. El martes 13 el Gobierno de Canarias declara estabilizados ambos incendios. Es el mismo día en el que José S.R. esquiva la prisión con una fianza de 25.000 euros, por una acción que se salda con 1.164 hectáreas quemadas. Desde ese martes al viernes continúan las brasas, se prohíbe la caza y se aconseja no subir a las cumbres, pero, ¡por fin!, la piscina municipal de Tejeda se llena de vida tras cuatro días de incertidumbre. Para ese fin de semana la Aemet declara una alerta por altas temperaturas y Julián Jiménez, exalcalde de la localidad, precroniza: "Hoy el campo es una bomba".

17 de agosto. A las 15:45 el Cabildo lanza un aviso: "Conato que se presenta con gran potencial". El lugar, Lanzarote, en el municipio de Valleseco. Si la palabra incendio se había empleado para los episodios anteriores, ahora había que buscar un nuevo vocablo. La Provincia titula en su portada del domingo "Infierno en las Medianías". Porque en apenas dos horas, aquél "conato con gran potencial" se había transformado en inmensas bolas de fuego que rebotaban sobre las copas de los árboles a una velocidad endemoniada, obligando a reactivar evacuaciones en puntos tan alejados que la población no daba crédito. 2.000 personas de tres municipios son desplazadas de nuevo, incluidos los inquilinos y trabajadores del Parador Nacional de Cruz de Tejeda.

18 de agosto. Amanece en la Isla y se cumplen los peores presagios. Con el Nivel 2 reactivado se recurre de nuevo a la UME con base en Tenerife. Ese domingo las miles de personas que disfrutan de las playas de Agaete, en la costa Norte, observan cómo emerge del macizo de Tamadaba, una de las reservas naturales más emblemáticas de las Islas, un asombroso hongo que se eleva cientos de metros en la atmósfera.

Ese día la población descubre nuevos conceptos de la lucha contraincendios, cuando Grillo, tras declarar la situación como una "tormenta de fuego", asegura que el enorme dispositivo se enfrenta a "zonas de hombre muerto", es decir, áreas en las que "el ser humano no puede hacer más" por "un incendio que no se había visto nunca". En una entrevista posterior asegura que a esas horas en Tamadaba -que atesora el 20 por ciento de los endemismos de Canarias- se estaba formando "una nube convectiva, un pirocúmulo que se parece más a una bomba atómica y que puede lanzar pavesas a gran distancia", y que existía la posibilidad de un desplome de esa columna convectiva, "lo que podría generar una especie de chaparrón de viento hacia abajo y lanzar tormentas de fuego en todas direcciones". El Gobierno de Canarias recibe llamadas del Rey, del presidente, Pedro Sánchez, y el ministro de Agricultura, Luis Planas, anuncia su llegada para el día siguiente. Pero, con todo, solo acaba de empezar.

19 de agosto. El lunes 19 de agosto obliga a ejecutar un ejercicio mental para comprender las dimensiones del cataclismo. En su camino hacia el Sur, una vez arrasadas las medianías y cumbres del norte, se recuentan 10.000 evacuados, otras tantas miles de hectáreas arrasadas y su paso por encima de entre 2.000 y 2.200 edificaciones, que sorprendentemente escapan de las llamas. Todo ello en un perímetro de 75 kilómetros -que llegará a 112 al final- y que encajan casi a la perfección con el área declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco apenas un mes antes, el de Risco Caído y Montañas Sagradas de Gran Canaria.

El dispositivo de emergencias es apabullante: Unos 1.000 efectivos de decenas de equipos, tres aviones Air Tractor llegados de Castilla-La Mancha; cuatro aviones anfibios de Andalucía, que se convertirán en el icono de la lucha contraincendios por sus cargas de agua en el puerto de la capital; y once helicópteros de todas las islas. Con el permanente ronroneo de los aparatos y un humo que ya es visible desde el Espacio, la Isla está en territorio de guerra. Pero tan impresionante es la movilización de los equipos de emergencia como la que surgen de forma espontánea por la sociedad civil, activada para atender a sus vecinos desplazados en cantidades de cientos de voluntarios, y decenas de organismos y empresas implicadas en el apoyo y avituallamiento, que incluye la atención a miles de cabezas de ganado distribuidas en granjas particulares y del Cabildo. Todo ello mientras en las azoteas y en la arena de la capitalina playa de Las Canteras se estampan enormes Gracias, visibles para los pilotos de los aparatos, y se forman cadenas humanas con camisetas verdes para mostrarles el agradecimiento.

20 de agosto. Tras cuatro días, el Patrimonio es ceniza y sigue ardiendo Tamadaba, pero se comienza a estabilizar el incendio. 4.000 de los 10.000 desplazados comienzan a volver a unas casas salvadas del fuego, salvo el premiado Cortijo de Galeote por la calidad de sus quesos, que es pasto de las llamas, así como unas pocas viviendas en Barranco Hondo y Tejeda. Pero hay que reponer kilómetros y kilómetros de tendidos eléctricos y de telefonía así como de la red de abasto. En el pequeño pueblo cumbrero de Artenara, por fin respiran aliviados 45 residentes que han estado allí confinados durante las últimas tres noches.

21 de agosto. El fuego se duerme, "pero hay que rematarlo". En solo días se ha quemado el 6,7 por ciento de la superficie de Gran Canaria, 10.524 hectáreas, en un incendio que se estudia como "de sexta generación", que es el de un mundo que viene, aquejado por el abandono de las tareas agrícolas y ganaderas, la contaminación, el cambio climático y el profundo enfado de la naturaleza.