Parece un contrasentido. De hecho, lo es. Pero, por paradójico que pudiera resultar a priori, hay cada vez más casos de personas cuyo estado de ánimo decae cuando cogen vacaciones. Tanto es así que ya existe un término acuñado por psiquiatras europeos: "la depresión de la tumbona". Ese período soñado de relax, viajes y encuentros especiales se convierte en una pesadilla. Desentrañar los porqués es un asunto complejo, a medio camino entre la psicología y la medicina. Fue ya hace quince años cuando los doctores de la clínica psiquiátrica austríaca Wagner-Jauregg acuñaron la expresión para referirse a la ansiedad que empezaban a tratar en algunos pacientes con dificultad para olvidarse del trabajo en sus periodos de descanso estival, tal y como aclara la psicóloga y profesora de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya, Sílvia Saumell.

Comenzando por los datos, un 51% de los españoles en activo responden a correos electrónicos y atienden llamadas de trabajo durante sus vacaciones, según datos del último informe sobre el mercado laboral en España de InfoJobs-Esade, lo que aumenta lo que los especialistas denominan "estrés vacacional". "Hoy, ese síndrome, también llamado 'estrés vacacional' o 'bajón veraniego', es cada vez más frecuente", advierte Saumell, que describe como síntomas "dificultades para pensar con claridad, problemas de atención, concentración y memoria, sensación de no hablar con la misma fluidez y necesidad de comprobar las tareas una y otra vez,". A esto se uniría la sensación de cansancio, problemas para dormir, sensación de no haber descansado lo suficiente, o bajo estado de ánimo.

Pero yendo al quid de la cuestión, parece que esa patología ocurre por una causa previa: "Sabemos que los periodos de elevado estrés prolongado en el tiempo pueden generar sentimientos de tristeza, desmotivación, pocas ganas de hacer cosas, sensación de que no se disfruta de lo que uno hace, e irritabilidad en el sentido de que nos enfadamos por cualquier cosa o a la mínima que alguien nos dice algo", agrega la experta. La especialista explica que "mientras se trabaja a un ritmo trepidante, los niveles de cortisol y adrenalina (las dos hormonas relacionadas con el estrés) son elevados. La adrenalina hace que el sistema inmunológico esté más fuerte y el cortisol actúa como antiinflamatorio, para que podamos aguantar largas jornadas".

"En cambio, cuando entramos en 'modo vacaciones' estos niveles de hormonas bajan, con lo que nuestro sistema inmunológico se deprime y podemos enfermar más fácilmente", advierte Saumell, que apunta que es más común que lo sufran "personas hiperexigentes o que se consideran imprescindibles". Según la psicóloga, el estrés vacacional afecta a personas para las que el trabajo lo es todo.

"Se vive a un ritmo vertiginoso en el que la labor profesional ocupa un lugar protagonista y genera una adicción que suele ser el vivero de muchas de las frustraciones que nos atrapan", sostiene la psicóloga Tania Quirós. "La depresión de la tumbona está directamente relacionada con el estilo veloz de vida actual al que nos sometemos, en el que priorizamos el hacer y el tener", precisa, por su parte, la psicóloga Tamara Fernández.

Un fenómeno explicado, entre otras razones, por el apego inmoderado que sufren algunos trabajadores hacia su empleo. "Como toda experiencia adictiva, existe un patrón común", afirma José Ramón Hermida, catedrático de Psicología Clínica. Según este experto, esta situación viene propiciada "por algo que al empleado le gusta y le obliga a repetir". Asimismo, José Errasti, profesor de Psicología, indica que la "depresión de la tumbona" puede darse en "personas inseguras e inestables en su rendimiento", mientras que la psicóloga Esther Blanco vincula esta alteración con una personalidad "obsesiva y narcisista", en la que los individuos "se validan a través de la consecución de metas laborales". Se trata, puntualiza, de personas que en su infancia "han sido apremiadas a cumplir con normas y excelencias académicas" y que llegadas a la vida adulta "no conectan con la emoción del presente, solo se sienten instigadas a trabajar y a rendir porque solo eso les hace felices".

Existe una cierta controversia a la hora de clasificar el proceso. A juicio de Errasti, "esta cuestión no puede tratarse desde el ámbito de las adicciones". Hay "trabajos más inestables que otros", en los que el empleado tiene una jornada más duradera e indefinida, por lo que puede experimentar "más dificultades para desconectar". El origen del fenómeno, señala, se sitúa "más en las peculiaridades del trabajo que en las características de las personas".

Resumiendo, cuando se encuentran de vacaciones, no saben hacer frente al tiempo libre, no saben cómo relajarse y disfrutar de él. De tener una agenda a tope y estar siempre pendientes del móvil y de los correos electrónicos, pasan a no tener nada de ello. Y cuando se queda sin su rutina de hábitos laborales y profesionales, se desestabilizan".

Más datos de InfoJobs: un 34% de los trabajadores españoles cree (erróneamente) que son imprescindibles y nadie podrá sustituirles y, de hecho, el 8% nunca se coge más de una semana seguida de vacaciones por temor a que el trabajo no salga adelante en su ausencia. "Cuando oigo que una persona, con nombre y apellidos, es imprescindible automáticamente pienso en que esa empresa tiene un problema de organización", comenta la consultora de recursos humanos y profesora de Economía y Empresa, Gina Aran. "Las personas son imprescindibles para que las empresas funcionen y crezcan, pero centrar eso en alguien concreto es un grave error. Lo realmente imprescindible es que el capital humano tenga recursos y esté organizado de forma que la empresa pueda adaptarse eficazmente a todos los cambios", según la profesora.

Los trabajadores con cargo de empleado se conectan durante las vacaciones a la oficina en el 45% de los casos; los mandos intermedios lo hacen en el 68%, y los cargos directivos, en el 84%". Muchos lo hacen motu proprio, pero para el 30% se debe a las exigencias de sus jefes, a quienes les parece lógico que los empleados estén conectados, aunque sea contraproducente.

Como posibles soluciones para rebajar la tensión, Tania Quirós propone alcanzar "un equilibrio en el día a día entre el trabajo y los otros aspectos de la vida". Así se consigue que "la vorágine de la rutina no enmascare las crisis emocionales que pueden aflorar en el descanso, afectando al sueño". Entre tanto, Tamara Fernández apuesta, como medida de protección, por "centrarse en el sentir y valorar el momento presente".