¿Qué pasaría si no existiese ni una sola abeja en el mundo? La consecuencia más inmediata resultaría en perder la mayoría de nuestra biodiversidad vegetal porque el 88% de las especies de plantas con flor necesitan una polinización animal. Pero no solo el reino vegetal sufriría las desastrosas consecuencias de la pérdida de esta importante fauna, también lo harían el 70% de nuestros cultivos, acarreando pérdidas millonarias a las economías de los países, así como un déficit nutricional en la población. Y, claramente, tendríamos que olvidarnos de la miel. En los últimos meses se ha ido sucediendo una imagen reiterada en plazas y patios: abejas sin vida por doquier. No son muchas, pero sucede que, cada cierto tiempo, una o dos aparecen tendidas en el suelo. La situación, que se está convirtiendo en una estampa cada vez más habitual, no es baladí, porque emana de un fenómeno mundial que lleva años estudiándose.

El 37% de las poblaciones de abejas en Europa están en declive, según Greenpeace. En Canarias los investigadores han determinado la existencia de al menos 125 especies nativas de abejas distintas, unas que viven en sociedades (como la melíferas) y la mayoría de ellas en solitario. Del total, la Lista Roja de Especies Amenazas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) estima que al menos medio centenar podría estar amenazada o ser vulnerable. No obstante, no existen datos suficientes para determinar el estado en el que se encuentra actualmente el 75,5% de las especies de esta lista. Y es normal porque no existe un censo actualizado de las abejas canarias. De hecho, esta labor es justamente la que realizará en los próximos años un grupo de investigación de la Universidad de La Laguna (ULL), en el que se encuentra el biólogo Carlos Ruiz Carreira. La línea de estudio Sistemática, biogeografía y evolución de Artrópodos de Canarias pretende crear un modelo del efecto del cambio climático en estas abejas y caracterizar su ADN.

Pero como señala el investigador, el problema es "complejo" y "no depende de un único factor". En concreto, hay cinco situaciones que están provocando la muerte temprana de las abejas: la presión urbanística, la agricultura intensiva, las enfermedades emergentes y la introducción de especies invasoras que además está íntimamente relacionado con otro factor: el cambio climático. Los investigadores creen que estas dos últimas, junto al cambio de uso del suelo, son las que pueden estar afectando a las poblaciones de las Islas. "Las abejas suelen anidar en las zonas áridas y costeras, justamente donde existe una mayor presión urbanística", explica Ruiz Carreira.

Tampoco las estamos dejando nutrirse de forma adecuada. "Con los monocultivos, los recursos a los que tienen acceso las abejas -que al polinizar logran polen (proteínas) y néctar (azúcar para desarrollar larvas)- se reducen", afirma el biólogo. De hecho, se ha llegado a la conclusión de que los insectos que rondaban nuestras flores en los años 90 tenían una dieta más rica. Asimismo, la agricultura intensiva que requiere el uso de plagicidas y otros productos tóxicos, también provoca daños en las poblaciones. Por esta razón Greenpeace aboga por la agricultura ecológica.

En Canarias, la introducción de al menos dos especies invasoras de abejas y de una avispa depredadora (Philanthus triangulum o lobo de abejas), también están influyendo en la población local. "Tienen que competir por los recursos disponibles", insiste Ruiz Carreira. La llegada de estas especies también tiene que ver con el cambio climático. Otra de las situaciones por las que las abejas endémicas. y principalmente las solitarias, no pueden resistir. Con los cambios de temperatura, las floraciones se alteran. Así, hay especies vegetales que lo hacen antes de tiempo (como los tajinastes o los almendros) y otras que se retrasan (caso de los manzanos). "Las abejas solitarias emergen en estas épocas y realizan su ciclo vital durante ese momento", explica el investigador, que recalca que esta modificación puede influir a largo plazo en la reproducción de las abejas. La situación es compleja, las soluciones también. Pero está claro que la actuación debe ser inmediata y llegar antes de que se produzca una pérdida de biodiversidad.