«Las administraciones públicas, ya sean el Ayuntamiento de Santa Cruz, el Cabildo de Tenerife y/o el Gobierno de Canarias se enfrentan a una oportunidad excepcional para reconciliarse con la historia. Ya que perdimos la oportunidad de evitar el derribo del castillo de San Cristóbal -en la plaza de España-, salvemos San Joaquín». Este es el mensaje categórico del licenciado en Geografía e Historia y exdirector general del Patrimonio Cultural del Ejecutivo Autonómico en el anterior mandato, Miguel Ángel Clavijo, después de que a comienzos del mes de octubre el portal inmobiliario Idealista.com publicitara la venta de la referida fortificación militar cuyo origen se remonta al año 1586, cuando fue concebida como una batería militar.

Junto al exdirector general de Patrimonio Cultural, se suma a la visita a los alrededores del castillo de San Joaquín uno de los mayores conocedores de las fortificaciones militares de Canarias: el geógrafo Miguel Ángel Noriega, al igual que su tocayo Clavijo miembro de la Tertulia Amigos 25 de Julio, que rememora la Gesta que repelió el intento invasor del inglés Horario Nelson, en 1797.

Autor del libro Fortificaciones de la Isla de Tenerife. De la Torre de Añazo a la Segunda Guerra Mundial, Miguel Ángel Noriega pone en valor esta construcción que se localiza cerca del mirador de Vistabella, en la capital tinerfeña. «Estamos hablando de la única construcción de estas características en Santa Cruz que no se localiza junto al mar, sino que se levanta en una ladera». El geógrafo precisa que en el litoral de Santa Cruz llegaron a existir hasta dieciséis fortificaciones militares, todas en el litoral salvo el castillo de San Joaquín, emplazado en Vistabella.

El geógrafo ahonda en otra característica que no es baladí y pone en valor el inmueble: «el castillo de San Joaquín, desde el punto de vista estratégico, era la segunda puerta con llave para impedir el acceso a la Isla», y no pasa por alto que se remonta a una etapa en la historia en la que La Laguna era la capital de la Isla. «Si los supuestos invasores lograban superar la barrera del litoral luego se tendrían que enfrentar a esta segunda puerta de acceso que goza de un lugar estratégico, donde se ve la costa de Santa Cruz y también permite una vista privilegiada de la entrada de La Laguna»; cabe recordar que fue en 1833 cuando se determinó que Santa Cruz de Tenerife sería capital de Canarias, recuerda Miguel Ángel Clavijo.

«La compra de este castillo es una enorme oportunidad para la historia de Canarias»

Miguel Ángel Clavijo - Ex dtor. gral. Patrimonio Cultural

Un repaso por la historia

Junto a Miguel Ángel Clavijo, su tocayo Noriega recuerda que la primera referencia de la existencia de esta batería militar de San Joaquín se remonta a 1586, cuando se trataba de una batería que ocupaba una pequeña explanada acotada por un murete y en su interior habilitados unos cañones.

Ya en 1780 se proyecta la construcción en sí del castillo de San Joaquín con una configuración sobre la planta que ocupa similar a la que existe en la actualidad.

Nueve años después (1789) se utilizaría como almacén de pólvora, uso similar al que se dio al inmueble que se localiza en Cabo Llanos. Miguel Ángel Noriega incluso advierte un cambio en la configuración arquitectónica del castillo de San Joaquín que lo distingue de las que se levantaron con anterioridad en la época de los Habsburgo, con formas más rígidas y cuadradas, frente a la influencia del reinado de los Borbones que se traducen en la inclusión de formas redondeadas. De ahí que la planta del San Joaquín está rematado por cuatro formas redondas en el vértices -perteneciendo a una etapa similar al castillo de San Andrés o de San Juan (también conocido como Castillo Negro, en Cabo Llanos) y más distantes con las fortificaciones de Garachico o San Felipe, en el Puerto de la Cruz-, para añadir otra característica, el desfase en las alturas que existe entre las dos torres de la parte más alta respecto a las dos que se localizan en la parte orientaba a Santa Cruz, que atiende la pendiente del terreno donde se resuelve la construcción.

Noriega simplifica la descripción del inmueble de San Joaquín que se levanta sobre una planta cuadrada con un patio central y cuatro torres en los vértices.

y Miguel Ángel Noriega apuestan por comprar el Castillo de San Joaquín, cuyo origen se remonta a 1588, y que ocupa un emplazamiento excepcional, además de ser una fortificación en la historia de Tenerife. | andrés gutiérrez - el día

De castillo a palomar

Miguel Ángel Noriega continúa su repaso por los usos del castillo de San Joaquín, cuando entre 1899 y 1913 se convirtió en un palomar para especies mensajeras del Ejército, que durante esa época fueron fundamentales en las comunicaciones, si bien ya a partir de la segunda década del siglo pasado permaneció desde 1913 a 1928 sin uso. Eso sí, el esta fortificación militar es tan clave que se toma de referencia en la delimitación del término municipal entre Santa Cruz y La Laguna que se dijo en 1928, tomando en consideración la línea que se trazó desde las montañas de Ofra y Taco, incluyendo el referido cuartel de San Joaquín.

Durante la etapa de Santiago García Sanabria, admirado como alcalde de Santa Cruz de Tenerife y sin embargo cuestionado por su defensa del patrimonio, en 1928 se pide la cesión de los castillos de San Pedro -que se localizaba donde hoy estuvo la estación del jet-foil- y de San Joaquín argumentando, de forma textual en el primero de los casos, que estorbaba a futuras obras del puerto y de ampliación de la ciudad.

Pero García Sanabria se topó en su deseo de que le cedieran el castillo de San Joaquín para instalar allí la iglesia de La Paz y la Unión que luego se edificó en La Cuesta como tributo a la pacificación entre vecinos de ambos municipios; no corrió la misma suerte el castillo de San Pedro, que fue demolido, algo similar a lo que ocurrió con el de San Cristóbal para dejar paso a la nueva plaza de España en la década de los años cuarenta.

En 1930 San Joaquín se convirtió en un taller para el cuerpo de ingenieros y desde 1944 a 1991 se destinaría a prisión militar, precisa Miguel Ángel Noriega.

«Esta fortificación era la segunda barrera de protección en caso de ataque a La Laguna»

Miguel Ángel Noriega - Geógrafo/Tertulia 25 de Julio

Privatización

El Ministerio de Defensa saca a subasta en 1996 la enajenación del Castillo de San Joaquín, donde las administraciones públicas hacen oídos sordos a la situación de ventaja a la que se podrían haber acogido y un particular -un vecino afincado en el Sur de Tenerife- se hace con la titularidad de esta fortificación por 42,5 millones de pesetas, el equivalente a 255.000 euros. Ya en 1949 una orden ministerial daba manto de protección a las fortificaciones y construcciones militares, si bien en el año 2000 el Cabildo de Tenerife declara BIC al Castillo de San Jorge, afectado por la Ley del Patrimonio Histórico que dictó el estado en 1985 y que el Gobierno canario desarrollaría en 1999 para actualizarla en 2019. La protección BIC afecta tanto a los 1.350 metros cuadrados de planta del San Joaquín como a la parcela de 4.500 metros cuadrados que ocupa en total, precisan Noriega y Clavijo.

Frente a los 255.000 euros por los que un particular adquirió la fortificación en 1996, el propietario decide ponerlo en venta por primera vez en 2017, por 3,6 millones de euros, cantidad que se ha rebajado en medio millón de euros en este segundo intento que se ha iniciado este mes de octubre.

Sobre el estado de conservación, los expertos consultados advierten de que desde que está en manos del particular el inmueble ha sido vandalizado y que se ha visto deteriorado, tal vez también por la presencia de okupas y sin que se haya procedido a la intervención para su mantenimiento, por más que en el portal inmobiliario se pueden ver algunas hamacas que estuvieron en uso en el pasado, así como la cocina o parte del antiguo mobiliario.

Para Clavijo, que las administraciones públicas adquirieran el castillo de San Joaquín es fundamental para reconciliarse con la historia: se pueden instalar las oficinas de Patrimonio Cultural o Histórico del Gobierno a un centro de interpretación y de la Historia de Canarias, que es la opción favorita para Clavijo y Noriega, que ya sueñan con un centro de estudio, biblioteca que ponga en valor este bien patrimonial para el uso y disfrute de todos en un enclave idílico, logrando que una ruina se convierta en una joya.