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Fiestas de Mayo

Juan Cruz recrea la Santa Cruz de su juventud entre grandes de la Cultura

El periodista portuense y adjunto a la Presidencia del Grupo Prensa Ibérica conjuga sentimiento con una lección de Literatura en su pregón de las Fiestas de Mayo

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Juan Cruz pronuncia el pregón de las Fiestas de Mayo 2022 María Pisaca

La plaza de La Concepción, parroquia matriz de Santa Cruz, fue precisamente el escenario elegido para el acto inaugural de una nueva edición de las Fiestas de Mayo que permite a la capital reencontrarse con la nueva normalidad, en lo que el alcalde chicharrero, José Manuel Bermúdez, definió como «un nuevo amanecer, un renacimiento, un redescubrimiento» de la ciudad alegre que el regidor identificó con una sonrisa, un corazón.

El reloj de la iglesia marcó las nueve de la noche y también el inicio del acto, que tuvo por banda sonora una folía en versión pop de la mano del timplista Althay Páez, natural de Fuerteventura, y uno de los alumnos aventajados de Domingo Rodríguez El Colorado. Fue el entremés musical de lo que estaba por venir, al término del pregón, que acabó con el timple a ritmo de rock.

«Bienvenidos al primero de los actos que inicia un nuevo amanecer», dijo Bermúdez en la apertura de los actos patronales que contaron con la presencia de la ministra de Sanidad, la canaria Carolina Darias, quien arropó al periodista portuense y adjunto a la Presidencia del Grupo Prensa Ibérica, Juan Cruz, que dio la bienvenida a las primeras Fiestas de Mayo de los últimos tres años.

Bermúdez dio el pie de romance a Juan Cruz, al que presentó como «memoria viva y escrita de ilustres humanistas que poblaron nuestra ciudad», como así evidenció en su pregón, en el que mezcló el sentimiento de aquel niño que venía con su madre desde su ciudad natal, Puerto de la Cruz, con grandes de la Cultura. El periodista se refirió al pintor Cristino de Vera, a quien definió como el pintor del alma de la ciudad –aunque nunca la pintara, dijo–; al novelista vasco Ignacio Aldecoa, al que admitió que conoció cuando ya había fallecido, de la mano de José Arozena, para realzar, en especial, la impronta de Joan Margarit. Este catalán que fue premio Cervantes, «santacrucero de alma y de honor», llegó a Tenerife en 1954, recordó Juan Cruz, para tomar prestadas diferentes descripciones de aquel Santa Cruz de mitad del siglo pasado, donde «las calles están hechas a la medida de los transeúntes y hay tres plazas magníficas, la de Weyler, la del Príncipe y la de la Candelaria», para incluso incorporar una referencia que dedicó Joan Margarit a la popular Recova, «que parece un zoco árabe, un mercado animado, inundado de luz, repleto de peces desconocidos...».

Un pregón de dentro afuera

Juan Cruz se subió a la tribuna tras la presentación del alcalde y propuso un viaje de dentro afuera, tanto de la ciudad hacia el resto de la Isla, como en primera persona, evidenciando generosidad en el recuerdo y haciendo cómplices de su magisterio a grandes de la Cultura vinculados a Santa Cruz, para los que solicitó el correspondiente reconocimiento.

El periodista evidenció su artesanía de la palabra: «Ay Santa Cruz, que tras de Anaga te escondes. Una ciudad escondida y abierta, que tiene su frontera en ningún sitio, pues es marina y terrestre». Parecía la letra de una copla a la que solo le faltaba la música de Los Sabandeños para luego lanzarse a la aventura en un paseo por Tenerife, llegando a identificar a Santa Cruz con una guagua en su recorrido por el Norte rumbo a Puerto de la Cruz, La Orotava, Icod de los Vinos hasta adentrarse «al sur más sur de todos», el de Guía de Isora hasta Adeje, para regalar otra de sus perlas cuando se asoma «hasta las zonas ahora iluminadas del territorio que, en un tiempo, fue desierto animado y ahora es como un Nueva York de playas y de ruido».

Del Norte, a la ruta del Sur, hacia Las Caletillas, Güímar, Fasnia, El Médano, Granadilla... En su canto a la Santa Cruz de su adolescencia, otra copla para una isa: «Ay Santa Cruz. Eran tan felices Santa Cruz y la noche, como si hubieran nacido juntas para divertirse».

Y de aquella visión íntima de una ciudad que caminó con su madre sobre adoquines, «donde casi todo valía una peseta», Juan Cruz habló con la autoridad de quien se codeó con grandes como Rafael Arozena, Eduardo Westerdhal, Pedro García Cabrera, Domingo Pérez Minik...

De la Santa Cruz, que tras Anaga se esconde, a la Santa Cruz, tierra de paseantes, para reivindicar las figuras del novelista vasco Ignacio Aldecoa, referencia que el periodista aprovechó para recordar que a la capital tiene una deuda «con aquel ilustre amigo de don José Arozena, igual que la tiene con Alexander von Humboldt», «el más importante viajero del siglo XIX. Venía a medir el Teide, por así decirlo, y al llegar a la isla, pertrechado con todos los aperos de su labranza física, se sentó a descansar por esa zona en la que los viajeros se sentaban a esperar que las tardes fueran eternas, cuando todavía no se anunciaban los periódicos en las calles».

De Aldecoa, testigo del crecimiento de La Graciosa, que pasó de islote a isla, también recordó Juan Cruz, al «poeta ejemplar», como definió a Joan Margarit. «Aquí vivió años de adolescencia y aprendizaje que hizo inolvidables en muchos de sus poemas, y sobre todo en un relato autobiográfico que debiera estudiarse en las escuelas de esta ciudad que él adoró», recordó el pregonero de las fiestas patronales de Santa Cruz.

También reclamó un tributo para este literato. «Después de conocerlo y tratarlo como un amigo que también fue un chicharrero, sentí como una herida del tiempo que no hubiera habido sensibilidad u ocasión para que Santa Cruz considerara que Margarit era uno de sus hijos», para finalizar precisamente con su verso que lleva por título La isla misteriosa.

Tras la entrega de un grabado de manos de la ministra de Sanidad, el alcalde de Santa Cruz y el concejal de Fiestas, de nuevo el timplista Althay Páez mostró, entre sus tres piezas, la versión más pop de Ay, Santa Cruz. 

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