Las obras de reparación de humedades en la cubierta del CEIP San Fernando pusieron al descubierto posibles daños estructurales que motivaron la intervención de la Concejalía de Servicios Públicos por la vía de urgencia. El 9 de marzo se confirmó la necesidad de trasladar a los niños a otro centro y la comunidad educativa se decantó la opción temporal del Tena Artigas. Sin haberse suspendido la actividad académica, desde el lunes 22 los alumnos de cuarto, quinto y sexto de Primera se trasladan a diario de Ramón y Cajal y Miramar para recibir clases. “Hasta lo echarán de menos”, admiten algunos.

Los 155 alumnos de los niveles de cuarto, quinto y sexto de Primaria del CEIP San Fernando, en la céntrica calle de Ramón y Cajal, alternan desde el lunes 22 de marzo entre las instalaciones docentes de toda la vida, en el barrio chicharrero de Duggi, y la zona de Miramar, donde el Ayuntamiento santacrucero habilitó de forma provisional las aulas del antiguo colegio Tena Artigas para facilitar las obras de rehabilitación de la cubierta del San Fernando.

Casi de forma fortuita se descubrieron los posibles daños estructurales en la techumbre de este centro construido en 1929. La dirección del colegio solicitó la intervención de la Concejalía de Servicios Públicos de Santa Cruz para que reparara las humedades que había dejado el pasado invierno, cuando la lluvia se coló por el techó y cayó en algunas aulas. Por este motivo, el departamento que dirige el popular Guillermo Díaz Guerra, procedió a comienzos de marzo a proceder a la reparación que, inicialmente estaba previsto que se ejecutara de forma paulatina. Fue el propio concejal Díaz Guerra quien en una visita a la obra del aula solicitó una escalera para ver el estado de la techumbre requirió el informe de un arquitecto municipal que confirmó el posible riesgo de la estructura.

Cuando se retiró el cañizo interior del techo de la clase de segundo “b” se percataron del mal estado de algunas vigas de madera, afectadas por la polilla “canaria”, según la directora del centro, y advirtieron de la necesidad de intervenir en esta zona. Sobre la marcha, la concejalía de Servicios Públicos confirmó la situación a la dirección del centro y en coordinación se avanzó en la búsqueda de alternativas para continuar la actividad académica ante la pasividad de la Consejería de Educación, después incluso de que Díaz Guerra descartara la posibilidad de instalar aulas prefabricadas en la plaza a la espera de que concluyeran las otras.

Entre las tres posibilidades aportadas por Díaz Guerra, la comunidad educativa del CEIP San Fernando se decantó por las aulas del antiguo colegio Tena Artigas, en Miramar, que había sido rehabilitado por el Ayuntamiento en 2019 con 1,4 millones. El claustro de profesores y el personal de administración y servicios del CEIP San Fernando prepararon el dispositivo para la mudanza provisional de los alumnos de cuarto, quinto y sexto a Miramar. Se da la circunstancia de que estas aulas eran las afectadas por la cubierta en el colegio de Ramón y Rajal y coincide que son los estudiantes que mayor autonomía tienen, dado que en dicho centro reciben clases desde primero de Infantil hasta sexto de Primera.

Fue una operación de “ingeniería académica y milimétrica”. El viernes 19 de marzo los profesores se despidieron en Ramón y Cajal de sus alumnos hasta el lunes, con el cambio de sede en Miramar.

En paralelo, el claustro, con su directora Cristina Sendra al frente, planificó todos los detalles. Desde el traslado de los pupitres, a los que se le asignó una pegatina para mantener la distribución, hasta las pizarras digitales, además de habilitar las medias Covid para garantizar las medidas sanitarias. En paralelo, también con la colaboración de la jefa de estudios Alicia Reyes de Pablo y el profesorado, se trabajó en la configuración de una lista para la distribución del transporte.

“Tanto para este departamento como para la Concejalía de Servicios Públicos no pueden salir de mi boca otra palabra que no sea gracias”, dice la directora que agradece que la propia Consejería de Educación garantice de forma gratuita el traslado de los alumnos que cada día acuden a la parada que se ha habilitado junto al colegio de Ramón y Cajal para acudir a la sede de Miramar, tanto por la mañana como a la salida de la jornada lectiva, pues muchos regresan a las 13:25, también con el servicio de guagua habilitado por la Consejería, para ir al comedor.

Para facilitar el traslado de los 155 alumnos de cuatro, quinto y sexto, se realizó una distribución nominal en cada una de las tres guaguas. En paralelo, desde el pasado 22 de marzo, también se habilitó en un lateral de la sede de Ramón y Cajal una parada de guaguas que impide aparcar durante la jornada escolar para garantizar el tránsito de los vehículos, desde las 7:00 a las 15:00 horas. La directora insiste: “en toda esta planificación ha sido fundamental la implicación y el compromiso de toda la comunidad educativa (alumnado, profesorado, familias y personal de administración y servicios) para conseguir en pocos días que el alumnado continúe su formación en condiciones de normalidad y calidad”.

Vigilancia de la Policía Local

Ayer, desde antes de las ocho de la mañana, ya había niños en el CEIP San Fernando de Ramón y Cajal en acogida temprana, mientras una pareja de Policía Local estaba en los antiguos aparcamientos que, como anuncian ahora las señales verticales, están reservadas para el servicio de guaguas. Aún así, no faltó el malestar de alguna vecina que incluso llegó a increpar a los agentes, quien le anunció que recibiría la comunicación de una sanción administrativa, mientras la grúa procedía a retirar el vehículo de otro conductor.

Gracias a la colaboración de los padres, la dirección estableció la partida de las guaguas desde Ramón y Cajal al Tena Artigas a las 8:20 horas. Cada niño sabe su guagua y hasta su asiento. Es más, explica la jefa de estudio Alicia Reyes de Pablo, hasta se le consultó con quién quería viajar durante estos tres meses, ya que la normativa Covid obliga a fijar de forma nominal los asientos. Conforme a dicha distribución, los alumnos van subiendo a cada guagua. A la puerta, cada profesor, y hasta la directora también, procede a desplegar el operativo de seguridad: toma de temperatura y gel hidroalcohólico con cada niño.

Ocho minutos tarda la guagua en ponerse desde Ramón y Cajal a Miramar, lo que facilita que las clases, al igual que ocurrían en la sede original, comiencen a las ocho y media. Eso cuando no ocurre como ayer, que un conductor aparcó en una esquina y dificultó el tránsito de la guagua, por lo que los profesores salieron del colegio y fueron a la esquina de la calle Marcelino Camacho para traerlos en fila al centro. “Lo primero es la seguridad de los niños”, afirmó la directora, mientras justo en ese momento salía el conductor del turismo que se disculpó por el guirigay provocado. “Siempre salgo a las siete de la mañana para retirarlo; lo siento”, se disculpó.

Los pequeños entran y, como si estuvieran en este centro toda su vida, van a sus aulas disfrutando un remodelado colegio que, aunque fuera de servicio, tienes unas instalaciones de lujo. “Lo primero de dijeron los niños cuando llegaron a las que serán sus aulas hasta que acabe este curso en junio fue: se ve el mar”. Y es que el Tena Artigas goza de unas vistas de lujo de Santa Cruz, acorde a las canchas deportivas y, en general, al buen acabado del inmueble rehabilitado. Tras la jornada docente, regreso a “casa”. Guagua, y a Ramón y Cajal a las 13:25 horas, para llegar sobre las 13:40 con tiempo suficiente para ir al comedor o a que los recojan las familias si no vuelven solos a casa.

Mientras, en la sede de Ramón y Cajal se combina la actividad académica de los más pequeños con las obras en la cubierta. “Antes había un sitio para aparcar, pero con las obras la comunidad académica hemos tenido que alquilar plazas por la zona”. “Los niños han convertido la novelería de la guagua en una rutina y están encantado; hasta parecen más animados para afrontar el tercer trimestre”.

El primer teniente de alcalde y concejal de Servicios Públicos hace suya la valoración del arquitecto, que elogia la calidad de la construcción del colegio que data de 1929, y confirma que las obras en la cubierta, con un presupuesto de 800.000 euros, concluirán en verano, y permitirán recuperar la normalidad en la sede del colegio San Fernando.

Quinto año de la directora

Este es el quinto año de Cristina Sendra al frente de la dirección del CEIP San Fernando, al que llegó en 2009; antigua alumna del colegio de La Pureza, cursó su carrera y con 23 años opositó y logró plaza, para incorporarse dos años después al colegio de Ramón y Cajal.

Entre el profesorado del centro, Alicia Reyes de Pablo, jefa de estudio. En su caso, fue antigua alumna del CEIP, en el que ahora ella imparte clases. Además, miembro de una familia de toda la vida del barrio: nieta de María Isabel Coello, modista y diseñadora de las reinas del Carnaval.