"Taganana no es Santa Cruz. ¿Se ha dado cuenta?". Es la reflexión que le lanza un vecino de la zona a una pareja palmera que recaló en la mañana de ayer en la parroquia de la Virgen de Las Nieves para rendir culto en Taganana a la patrona de su Isla. Junto a la puerta lateral de la iglesia, orientaba al barranco, Manuel, se dirige a los jóvenes para explicarle las bondades de Taganana, mientras le señala que en la subida que está por detrás del templo estaba el antiguo ayuntamiento, para luego referirse al juzgado que paz que estuvo operativo hasta 1963.

"¿Cómo estaba el tiempo cuando salieron de Santa Cruz? ¿Y Cómo está aquí en Taganana?", segunda reflexión para hacerle caer en la cuenta de la notable temperatura, el contraste del calor de la capital con el fresco del pueblo que preside la Península de Anaga. Los jóvenes palmeros, tal vez en un intento de establecer complicidad con el tagananero, elogian el león de Taganana que se encontraron cerca del túnel, un guiño que lejos de facilitar la empatía suscita la incomodidad del oriundo del lugar: "No es el león de Taganana, es Amogoje, y no hay cosa que más nos moleste a los vecinos que nos cambien los nombres", reivindica en su diálogo, como si fuera una seña de identidad de la pureza de la sangre.

Cerca, en la plaza de la iglesia, alrededor del busco del cura que más años ha estado en Taganana Isidoro Cantero Andrada -63-, dos señoras pasan lista de los vecinos que acuden al templo a la misa de once y media; abajo, unos niños -del medio centenar de pequeños que habitan en Taganana- corretean entre unos pocos columpios frente a la antigua ermita de Santa Catalina; al lado, el otro altar del día de las Nieves, un restaurante que ocupa la sede de la asociación de vecinos del pueblo, donde una decena de personas ya guarda turno desde antes del mediodía para almorzar.

Al otro lado de la plaza, la iglesia, punto de encuentro a las once y media de la mañana, de la función que marca el inicio del (único) acto central de las fiestas patronales de Taganana, este año hipotecadas por el Covid-19, lo que ha mermado más si cabe la escueta presencia de vecinos.

El repique de campanas del templo anuncia tercera y, por tanto, el inicio de la eucaristía, lo obliga a muchos a apresurar el paso; entre ellos, Amalita Negrón, la alcaldesa honorífica de Taganana desde 2019 que llega acompañada de su esposo, Quico, y detrás, el concejal de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, el nacionalista Javier Rivero. En la puerta, dos ayudantes de la iglesia se disponen a pedir las manos para echar gel hidroalcohólico antes de entregarle un número que asigna el lugar en los bancos del templo. Amalita no tiene problema; "aquí está nuestra alcaldesa", comenta una de las sacristanas a otras, mientras la acompañan hasta el primer banco; su esposo recibe el número 57, en un banco de atrás y con advertencia del cura, Esteban Rodríguez, que le recuerda que con las medidas de seguridad no se puede estar para adentro y para fuera del templo... Justo detrás de Amalita, la alcaldesa honorífica, el concejal de la capital de la Isla, al que le entregan en número 1, también en primera fila.

Tras el repique, comienza la eucaristía con la procesión de dos monaguillos que abren paso a la comitiva que entra por el atrio principal de la iglesia; en total, cinco presbíteros, que esperan que José Ángel Alonso, tagananero de pro, exgerente de Fiestas y experto del sector vitivinícola, acabe de sacarle la foto a la Patrona, que lucen un manto azul, como el color del cielo y el mar que también están representados en el escudo heráldico del pueblo.

La parábola de Taganana

Avanza el ritual religioso y, en el momento de la proclamación del evangelio, toma el ambón el presbítero Juan Pablo Mendoza, cura desde 2017, párroco de Las Chumberas, capellán de la prisión Tenerife II -que tomó nombre del papa por promesa de la madre-, y compañero de estudios del titular de la iglesia de Las Nieves, como demostró en su homilía para traducir la encarnación de Jesucristo en "no conformarnos con las marcas blancas". Fue ahí donde el cura se vino arriba e improvisó su particular parábola de Taganana. "Tengo un amigo que es párroco de Taganana, estudié con él. Y le gusta mucho la Coca-Cola. Cuando íbamos a comprar el refresco, siempre estaba la Coca-Cola y la marca blanca, y por ahorrarse un dinero, a veces alguien se decantaba por la más barata, pero no es lo mismo. ¿Por qué ahorrar un poco dinero cuando se puede optar por el original?". Esa reflexión la extrapoló a Dios. "¿Por qué conformarnos con una vela cuando tenemos el sol?. No hay nada más bello ni mejor de Dios", sentenció en la homilía ante la mirada atónita de Antonio Gómez el escolapio, el cura de los jóvenes y otro de los incondicionales del 5 de agosto.

Antes de acabar la ceremonia, un Ave María, y al finalizar la misa... vivas a la Virgen de Las Nieves. Fueron los primeros que se escucharon hasta ese momento, pero no los únicos. Ya en la comunión se había escuchado el tono cadente del tamborilero de la Librea de Taganana; con una cuadrilla que encabezó el presidente de la asociación de vecinos, Luján González; todos vestidos de época y que esperaron pacientemente a que concluyera la misa. Pero el párroco dio la bendición y los feligreses se fueron a apagar el fuego de los calderos de comidas, muchos con la carne de cabra -especialidad del 5 de agosto-, para preparar el almuerzo a la familia que viene de Santa Cruz cuando acaben de trabajar porque allá no es festivo hoy. Luján se aproxima al templo. Como si fuera a negociar la derrota de Nelson, el jefe de la Librea de Taganana advierte a la sacristana que quieren hacer una ofrenda a los pies de la Patrona. Rauda, la mujer advierte de la presencia; el cura se vuelve a revestir y casi en familia entra la milicia para postrarse a los pies, con la bandera de Taganana en ristre y culminar con tres vivas: "¡Viva la Virgen de Las Nieves! ¡Viva Taganana! ¡Viva la Virgen de Las Nieves!". Despedida y cierre de la ceremonia, mientras el resto de la feligresía regresa a casa y ya medio centenar de personas aguarda turno en la calle -cañas, de cerveza, en mano- en el restaurante de la asociación de vecinos. Ahora, a esperar que venga gente.