Taganana, la capital de la Península de Anaga, celebra hoy su día grande en honor de la Virgen de las Nieves. Esta pedanía hasta 1963 no cuenta con ayuntamiento propio, como ocurriera durante siglos, pero sí puede presumir de tener alcaldesa honorífica: Amalia Negrón Manrique, que fue designada por la asociación vecinal Voz del Valle que presidente Luján González Izquierdo.

Curiosamente, la primera vez que se designó un alcalde honorífico con motivo de las fiestas fue en 2018, una distinción la asociación otorgó al regidor municipal de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, como gesto de respeto a la localidad en la que están adscritos administrativamente, por más que dirigentes vecinales como Luján González anhelan a poder gestionar algún día las ayudas que desde administraciones europeas y estatales se destinan.

Al año siguiente, 2019, se renovó la designación de esta distinción que recayó en Amalia Negrón Manrique, alcaldesa honoraria desde entonces de Taganana, y al menos hasta el próximo año, aunque no hay visos de cambio. "Soy tagananera cerrada", explica con orgullo, haciendo constar que sus padres eran naturales de este pueblo, donde precisamente conoció a su esposo, Francisco Manrique Viñas Quico.

Aunque en su juventud la costumbre era ir a las casas de los vecinos, en el mismo pueblo todos se conocía, como cuando iba a coger agua para llevarla a su casa. Fruto de su matrimonio -contrajo matrimonio con 24 años-, esta tagananera que nació dos meses después de la sublevación militar de Franco. "Yo de eso no me acuerdo", apunta con humor. De lo que sí se acuerda, y puede presumir con orgullo, es del trabajo desarrollado tanto por su esposo, en la viña, como por ella, con las esterillas, para sacar adelante a sus tres hijos: María Jesús -"a la que conocemos familiarmente como Marusa"-, Ángel Francisco, subdirector de Enfermería del Hospital Universitario de Canarias, e Inmaculada.

"Mi hija fue la primera mujer de Canarias que fue madre por fecundación in vitro", comenta con orgullo; por tanto, Amalia -Amalita, como la conocen en Taganana- es la primera abuela de niños nacidos por este sistema de fecundación artificial. En la actualidad tiene seis nietos y cuatro bisnietos. Todos se han establecido fuera de Taganana; la mayoría de La Laguna, y al pueblo acude Marusa una vez a la semana.

A sus 83 años de edad, Amalita recuerda cuando viajó junto a su esposo Quico, de 85, en el viaje de hermanamiento que tuvo lugar con Uruguay. "El primer alcalde de allá era tagananero y una agrupación musical del pueblo fuimos para allá hace ocho o diez años para participar en el hermanamiento". Toda una odisea.

Mirando atrás, la alcaldesa honoraria de Taganana echa de menos a la gente. Recuerda el '. Saca cuentas por la edad de su hijo: "él nació hace 57 años y la carretera venía llegando por tramos; cuando la carretera ya estuvo aquí se notó un movimiento distinto", destaca con orgullo de pertenencia. "Necesidad no pasamos", añade. Por aquella su esposo regentaba un bar y ella "hacía cosas de mano" que aprendió de su madre: sombreros de maga que elabora con hojas de palmera y luego adorna con cintas o terciopelo, similar a los que le encargó una parranda y que hoy, con motivo de la fiesta de la Virgen de Las Nieves, vendrá a recoger a Taganana una parranda.

"Tal día como hoy venía gran cantidad de gente del pueblo, pero ahora esto está muerto. A esta hora -la conversación se desarrolló en el mediodía de ayer, víspera de Las Nieves- había mucha bulla, pero aquí no único que hay hoy son unas pocas chispas de agua", añade con humor.

Amalita puede presumir de ser sobrina del último alcalde de Taganana, Daniel Negrón Pérez. "Entonces teníamos hasta juzgado de paz", y saca a relucir de nuevo su ingenio. "El año pasado me nombraron alcaldesa honorífica; ya me pudieron haber mandado un suelo", se ríe agradecida de este reconocimiento.

"Todos los 5 de agosto venían las familias; aquí se hacían unas fiestas buenas, como las fiestas de campo, con gente a montones aunque incluso no hubiese carretera". El día de Las Nieves en Taganana no faltaba la carne de cabra, que se servía acompañada de unas batatas o unas papas y después de una sopa. "A mi marido no hay quien lo tumbe arreglando la carne de cabra", presume.

En sus 83 años de vida, recuerda a un personaje muy querido por el pueblo de Taganana: Isidoro Cantero Andrada, un extremeño de Cáceres que prestó su servicio pastoral durante 63 años y al que se recuerda con un busto por fuera de la iglesia de Las Nieves, cerca de donde vive precisamente Amalita. "Cerca se alquiló una habitación donde teníamos un 'molinillo'; uno era de uso privado y otro, público". Se refiere así al teléfono desde el que los vecinos de Taganana establecían con conferencias con el mundo... y hoy hay móvil, aunque falle la cobertura, precisa, aunque lo más que le preocupa a Amalita es que al pueblo le falte vida.