Los parterres exteriores de Miramar estaban como un día normal; nada hacía temer que a las once de la mañana llegaba la alcaldesa al bloque 27 -uno de los seis acogidos al Plan Estatal de Fomento del Alquiler de Viviendas, Rehabilitación Edificatoria y Regeneración y Renovación Urbanas (ARRU)-.

En el zaguán, un vecino con dálmata incluido saludó a la regidora, que desde que entró escuchó la preocupación de los residentes del bloque. No fue una inauguración de alfombra roja, sino una visita de obra, en la que muchos le hicieron constar que todavía las láminas de piedra que revisten los bajos del inmueble precisan una limpieza, o que algunos cables están al descubierto y cuelgan de la fachada trasera del bloque.

"Tenemos fachada nueva, pero ahora cuando enchufamos la secadora o la plancha se viene abajo la luz", le comentaron algunas vecinas a la alcaldesa, cuestión que la propia regidora encomendó a resolver a los técnicos que la acompañaron en la visita.

"Ha dado un cambio abismal", coincidieron vecinos y regidora, si bien la propia Patricia Hernández se mostró insatisfecha porque no se resuelve uno de los mayores problemas de la zona: conseguir un sitio para aparcar.

La alcaldesa se mostró conocedora del lugar, donde se crió, y por ello en su discurso se mostró más crítica que los propios vecinos en la demanda de soluciones. "Si ustedes se enteran de algún solar que sea público, me lo dice", les confió con el compromiso de aplanarlo y habilitarlo como estacionamiento. A Hernández le parecieron insuficientes hasta los columpios que satisfacen a los vecinos, y anunció que se trabaja en dar salida a Miramar con una vía que lo enlazará con César Casariego. Pero hoy les preocupa más la luz, y antes no le pasaba. "La obra no ha acabado", les dijo.