Opinión

Javier Lima Estévez

El legado de Guillermo Camacho

Una persona curiosea los libros.

Una persona curiosea los libros. / ZOWY VOETEN

En estas jornadas marcadas por diversos actos relacionados con el Día Internacional del Libro, detenemos nuestra ¬atención ante las aportaciones de una persona cuya trayectoria profesional se sucedería entre el ámbito militar, la enseñanza y la investigación. Se trata de Guillermo Camacho y Pérez-Galdós (1898-1995). Del año 1939 data su primera colaboración en la Revista de Historia (origen de la actual Revista de Historia Canaria) bajo el título «Una carta del historiador Núñez de la Peña». Para tal aporte recurre esencialmente al archivo del Adelantamiento mayor de Canarias, ubicado en la casa principal de la Hacienda de Los Príncipes. Una crónica publicada por el compositor, periodista y escritor Néstor Álamo en el periódico Falange, con fecha 21 de junio de 1944, nos aproxima ante la trascendencia del libro La Hacienda de los Príncipes, estableciendo diversas consideraciones sobre el autor y la obra. De su labor como profesor destaca un aporte compuesto por 24 páginas, distribuido al precio de 5 pesetas y publicado en 1947 con el título El imperio español en Canarias: lección para alumnos de 6º año de Bachillerato. En 1950 ve la luz como artículo en la revista del Museo Canario una aportación formada por unas pocas decenas de páginas bajo el título «La Iglesia de Santiago de Realejo Alto». Un trabajo que se une a una aportación dedicada como homenaje al profesor Elías Serra Ràfols en 1970 bajo el título «La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción del Realejo de Abajo». La comisión de Cultura del Ayuntamiento de Los Realejos materializa en 1983 la publicación de los dos trabajos en un único aporte bajo el nombre de Iglesias de la Concepción y Santiago Apóstol. La década de los sesenta conoce una de sus grandes aportaciones, concretamente en las páginas del Anuario de Estudios Atlánticos en 1961. Ahí muestra «El cultivo de la caña de azúcar y la industria azucarera en Gran Canaria (1510-1535)». También en el Anuario de Estudios Atlánticos, concretamente en 1966, publica el artículo «Cultivos de cereales, viña y huerta en Gran Canaria (1510-1537)». Para ello recurre esencialmente al mismo conjunto documental utilizado en su trabajo anterior, pero añadiendo ahora dos protocolos más del escribano Hernando de Padilla. En los inicios de los años setenta ve la luz el estudio «Ascendencia de los Pérez Galdós. Estudio especial de las ramas cubanas de esta familia», también en el Anuario de Estudios Atlánticos. Publica en 1979 en las páginas de la revista de El Museo Canario el trabajo «Don Miguel Camacho de Acosta, canónigo de la Iglesia de Canarias (1729-1811)», definiendo la trayectoria del sacerdote palmero, canónigo de la Santa Iglesia de Canarias, abogado de los reales consejos, socio de las reales sociedades económicas de Gran Canaria y de La Palma, así como activo colaborador en las obras de la Catedral de Las Palmas. Guillermo recurre entonces a consultas en el Archivo del Antiguo Cabildo de Tenerife y en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, además de diversos aportes bibliográficos. Unos años en los que también forma parte de jurado de proyectos como el recordado Premio Viera y Clavijo de Literatura e Investigación de Los Realejos, siendo ejemplo de ese quehacer el año 1976 con la distinción al polifacético sacerdote realejero José Siverio Pérez por la obra Los conventos del Realejo. Alfonso Trujillo Rodríguez no dudaría en recordar la importancia de tal aportación en la senda de nuevas averiguaciones y datos tras la obra ya iniciada por el propio Guillermo Camacho y Pérez-Galdós en el panorama de la historiografía realejera.

Diversos homenajes y reconocimientos se sucedieron tras toda esa labor hasta su fallecimiento el 3 de abril de 1995. Tal vez, ante la proximidad de las tres décadas de su pérdida, sería aconsejable y oportuno que se pudieran generar iniciativas asociadas al conocimiento y la difusión de toda esa trayectoria. Sin lugar a dudas, su legado lo merece.