Opinión

Pedro Sánchez: si dudas, no es liderazgo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / EP

Me gusta esta reflexión: si dudas entre otra persona o yo, por favor no me elijas a mí. Algo parecido podríamos extrapolarlo al liderazgo político; la reciente duda sobre si continuar o no en la presidencia del país, desde el punto de vista psicológico, sencillamente resta poder. Pedro Sánchez, el presidente de España, nuestro presidente, todo un héroe psicológico, capaz de hacernos reinterpretar el efecto psicológico de sus acciones y de las nuestras. Para los psicólogos que trabajamos sin ideología y que, de hecho, hemos entrenado a candidatos de distintas siglas, nos sigue sorprendiendo que todavía, a día de hoy, en los gabinetes de presidencia sea nula o insignificante la presencia profesional de la psicología, con ese plus de la vivencia de la actividad política no endogámica.

Aunque nuestros valores sean inexistentes, debemos de entrenar en mínimos no solo nuestra comunicación verbal sino también nuestro despliegue personal y nuestra comunicación no verbal. Si entrenar el Ser es hasta revolucionario, el Estar sí es moldeable incluso para aquellos egos ingobernables, en los que aprovechamos esa pequeña rendija de luz para asomarnos y lograr que nos acepten para contribuir al éxito político y personal.

La psicología tiene establecidos parámetros de conducta que pueden reflejar de forma inconsciente nuestro ser real; pisar los atriles en las comparecencias, caminar «a lo grande» a la llegada a las audiencias y mantener las manos introducidas en los bolsillos durante los actos o en presencia del Jefe del Estado, son solo la punta de un iceberg; no solo muestran un ser, sino una total ausencia de conciencia sobre lo que puede perjudicar a la imagen pública y a la credibilidad de un líder político.

La imagen pública y psicológica del presidente está definida por el uso de unos colores determinados, trajes característicos, esas mejillas tensas y contraídas cuando no puede controlar su malestar; esa configuración estrecha de sus facciones, muestra de su evitación o afrontamiento, son demostrativas para los profesionales de la psicología; simple, pero profundo. Todo un mundo interior que ni siquiera la ciudadanía, lógicamente, puede captar. El marketing político de supervivencia funciona, aunque no es compatible al 100% con la ausencia de valor transmitido.

Las dimisiones de los liderazgos poderosos nunca vienen anunciadas, se manifiestan cuando se comunican. Jugar al despido interior social es muy peligroso, incluso para los propios seguidores. Confundir conexión o emocionalidad con reducida profesionalidad es incoherencia. La simbiosis vinculada al ámbito familiar no es creíble, porque psicológicamente no está conectada. Hay unas reglas para las comparecencias que no han estado presentes en este proceso; la máxima expresión hubiera sido comparecer con tu familia y con un discurso de descripción de hechos y acciones.

Si analizamos psicológicamente su lenguaje, encaja con ese concepto de adanismo, que no es otra cosa que llevar a ti, en exclusiva, una sucesión de hechos de forma victimizada para proclamar que son tuyos en exclusiva; lo tenemos en las palabras de su discurso, centrado en la exclusividad de su situación familiar y en apropiarse del poderoso concepto de democracia. Si viajamos al pasado, eso que proclama ya lo hemos vivido en otros líderes políticos.

Su discurso, psicológicamente poco cuidado, acompañado de rasgos populistas, se produce días después de que anunciara un periodo para reflexionar sobre su continuidad al frente del país. Los rasgos y el análisis de su comunicación están vinculados a sesgos cognitivos capitalizando los fallos de otros, el dogmatismo frente a la crítica, la incitación a la acción, ese sesgo de confirmación de validar lo propio junto con el sesgo de similitud; incorpora un liderazgo carismático asociado a una retórica persuasiva para -con habilidad- asignarse la legitimidad social; asumiendo que sus intereses son los únicos legítimos, y lo son tanto que merecen ser defendidos a toda costa de las supuestas élites corruptas… Curiosamente, un aspecto antipluralista rige su lenguaje discursivo.

El éxito de la actual oposición pasa inexcusablemente por cambiar su estrategia y establecer un vínculo igualitario; por preguntarse a quién evita nuestro actual presidente y si realmente los elementos estratégicos actuales responden a la hoja de ruta de un presidente que reta a la pluralidad. Cada día cuenta, cada minuto, cada comparecencia…

El discurso populista se reduce desde el valor del desarrollo individual; anular la retórica con datos, frenando la idealización de una sociedad para que recupere su sueño individual.

El mejor liderazgo es aquel que no pone condiciones ni para irse, ni para quedarse.

Y ya lo decía Ortega y Gasset, «el mundo es la suma total de nuestras posibilidades vitales».

Asesora etikpolitica.es @EtikMaite