Opinión

Luis F. Febles

Nos va a quedar bien poco

Una imagen de varias viviendas en construcción.

Una imagen de varias viviendas en construcción. / EP

Si se lo cargan todo nos quedará bien poco. Ya no es cuestión de abrazar un extremismo ecologista que no tiene razón de ser, se trata de aplicar pequeñas dosis de coherencia para no convertirnos en un parque temático de cemento y hormigón. Sería bastante ingenuo obviar la lógica expansión urbana y la construcción masiva que da respuesta a la demanda de más hoteles para albergar al exagerado número de turistas que nos visitan. Sin embargo, su impacto sobre los entornos naturales, especialmente en Tenerife o Gran Canaria, es a menudo subestimado. Existe un ligero matiz que no se suele tener en cuenta en el imaginario colectivo, y se llama la biodiversidad única y el frágil equilibrio ecológico. Estos dos condicionantes son particularmente susceptibles a los efectos negativos de la construcción desmedida, porque es una realidad perfectamente palpable y constatable que la construcción masiva está destrozando los paisajes naturales de muchos rincones de Canarias. El impacto ambiental está siendo devastador, con merma de la biodiversidad local y una pérdida de especies endémicas incuestionable. Junto a este desastre manifiesto, la urbanización intensiva está aumentando la impermeabilización del suelo, lo que provoca la escorrentía superficial y la erosión del territorio, afectando la calidad del agua y los ecosistemas acuáticos circundantes. Para seguir con esta lista de efectos adversos, la construcción de grandes infraestructuras, muchas de ellas necesarias y otras megalómanas, trae aparejada la alteración de la topografía natural de la isla, con una indiscutible degradación de laderas, la pérdida de suelos fértiles y el aumento del riesgo de deslizamientos de tierra e inundaciones. Además, la extracción de materiales de construcción, como arena y grava, destruye hábitats costeros sensibles y contribuye a la erosión de las playas. Ya no digamos la construcción de hoteles y urbanizaciones en el litoral natural de Tenerife, que da para un monográfico extraordinario. Pero bueno, para muchos son cuatro ecologistas cuyo único cometido es llamar la atención. Tampoco estamos viendo venir que la construcción masiva tiene repercusiones significativas en el tejido social y económico de una isla. El rápido crecimiento urbano genera tensiones sociales, como la gentrificación, la congestión del tráfico y la escasez de vivienda asequible, lo que excluye a las comunidades locales y aumenta las desigualdades socioeconómicas, un hecho más que evidente. Asimismo, la dependencia excesiva de la construcción como motor económico nos vuelve a crear una economía insostenible y vulnerable a las fluctuaciones del mercado. Parece que ya no se acuerdan de aquella construcción desenfrenada que nos regaló burbujas inmobiliarias, especulación de precios y una sobreoferta de propiedades que nos llevó a la crisis. ¿Tanto cuesta entender la importancia de preservar la belleza y la diversidad de las islas para nosotros y las generaciones futuras? La respuesta volverá a ser la misma: ¿Y de qué comemos? Pues del equilibrio, que se puede conseguir con menos trabas de las que nos ofrecen. Al final, si nos cargamos lo que nos hace grandes, únicos y diferenciales, vamos a convertirnos en destino de resorts. Venir a Canarias para no salir del hotel.