Opinión | A BABOR

Escasa productividad y pobreza: la ecuación canaria

Políticas que a veces se extienden absurdamente al conjunto de los ciudadanos, obviando que el papel de las administraciones no es ejercer de Santa Claus munificente para el conjunto de los votantes, sino compensar a quienes más lo precisan

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Cada vez que se plantea el diferencial negativo de Canarias en lo que se refiere a la pobreza, alguien –probablemente un empresario o un técnico al servicio de los empresarios– recuerda la cuestión de la falta de productividad de la economía, que en las islas también se lleva premio. La productividad no es la única causa de la pobreza, pero sin duda contribuye a hacer que la pobreza sea algo estructural.

Con baja productividad laboral, los beneficios empresariales disminuyen y disminuyen también la inversión y los salarios. Canarias es una economía fuertemente terciarizada, donde gran parte de la actividad depende exclusivamente del turismo y sus actividades paralelas. Las sociedades terciarizadas tienden a tener también sueldos más bajos. Eso se suma a los defectos y lastres de una sociedad con altísimas cotas de desigualdad social, recién salida del subdesarrollo, con hábitos económicos clientelares, muy dependientes de los recursos públicos en todas las actividades que no son el turismo, la construcción y el comercio. En una suerte de circulo vicioso, la dependencia de la economía del sector turístico, la baja productividad y los salarios bajos embarrancan los deseos de bienestar y progreso de miles de ciudadanos.

Frente a eso, los poderes públicos ensayan planes y proyectos parciales para mitigar el impacto de la pobreza: subsidios al desempleo de larga duración, ayudas a los mayores de edad desempleados, a los jóvenes en busca de su primer empleo, salarios sociales, ayudas vitales, bonos de comida, gratuidad del transporte público, ayudas para afrontar la pobreza energética, becas y políticas de apoyo a quienes peor lo pasan.

Se trata de actuaciones, en muchos casos fruto de la mala conciencia de una sociedad que se siente corresponsable del fracaso económico e incluso vital de miles de personas. Políticas que a veces se extienden absurdamente al conjunto de los ciudadanos, obviando que el papel de las administraciones no es ejercer de Santa Claus munificente para el conjunto de los votantes, sino compensar a quienes más lo precisan.

Cuando se habla del problema de la menguante productividad de nuestras empresas y nuestras administraciones, la mayoría prefieren mirar para otro lado, buscar justificaciones ajenas a nuestra propia historia de región dependiente, a nuestra sociología de comunidad subtropical o nuestra economía con perfiles tercermundistas: «la culpa de la baja productividad es de los bajos sueldos», es uno de los enunciados recurrentes. Suena bien, pero vale igual en la otra dirección: «la culpa de los bajos sueldos es de la baja productividad…».

En realidad, la cuestión es bastante más compleja, pero al final es cierto que todo puede expresarse en cifras. En 2022, el diferencial entre la renta per cápita española y la de Canarias era de 7.131 euros. Esa renta supone un 25 por ciento menos que en el resto de España. Si Canarias hubiera logrado funcionar con los mismos niveles de productividad laboral que la media española, únicamente en su sector terciario, el Producto Interior Bruto de las islas habría crecido cerca de 11.000 millones de euros más.

Ocurre que los trabajadores canarios son de media un 17 por ciento menos productivos que los del resto de España, y hasta un 27 por ciento menos que la media de los europeos. Si la productividad media de Canarias fuera la misma de España, el PIB habría recortado en 30 puntos su diferencial con a la Península en el 2022 y habría reducido a la mitad –¡¡¡la mitad!!!– la actual cifra de parados, bajando también el número de familias en riesgo de pobreza o exclusión social. La ecuación permite hacerse ilusiones.

Ayer, el presidente Clavijo, y el portavoz parlamentario del PSOE, Chano Franquis, se reunieron en el búnker de Presidencia en Santa Cruz de Tenerife para iniciar los trabajos de un ambicioso plan para atajar pobreza y baja productividad, alejado de los vaivenes políticos coyunturales, y con la pretensión de ser desarrollado y ejecutado a lo largo de varias legislaturas, gobiernen los unos o los otros.

El acuerdo entre Coalición y el PSOE, al que se suma el PP es que los partidos con representación en el Parlamento, más los agentes económicos y sociales, aborden la creación ya de grupos de trabajo, que comenzarán a funcionar el próximo mes de marzo, antes o inmediatamente después del primer Debate parlamentario sobre el Estado de la Nacionalidad. Espero que no se olviden de incluir también en la ecuación el reparto desigual de la riqueza, que es otra característica evidente de la ecuación canaria.

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