Opinión | Retiro lo escrito

Enseñanzas gallegas

Ni siquiera descarto que Noemí Santana termine ingresando en PACMA después de desvelar que Ione Belarra no usa hilo dental

Pablo Fernández, Ione Belarra e Isa Serra, en reunión del Consejo Ciudadano de Podemos.

Pablo Fernández, Ione Belarra e Isa Serra, en reunión del Consejo Ciudadano de Podemos. / EFE

El PP ganó en todas las provincias gallegas. El porcentaje de votos a favor de los conservadores fue apenas medio punto porcentual menor que en 2020. Y eso con veinte puntos más de participación que hace tres años y medio. El Bloque ha crecido, obviamente, pero mayoritariamente a costa del PSOE, que obtiene los peores resultados autonómicos en esta comunidad: nueve escaños de 75. Es el precio del sanchismo que deben pagar los socialistas.

El PSG arrancó la campaña electoral con el miserable objetivo de convertirse en la muleta de los bloquistas, de la misma manera que Sánchez no busca amplias mayorías en las Cortes, sino sistematizar férreamente sus acuerdos con independentistas y nacionalistas para impedir que el PP lo desplace del poder. Y así vas camino a que los independentistas y nacionalistas se conviertan en las principales fuerzas políticas en sus respectivos territorios y los socialistas locales en sus obedientes bastones parlamentarios.

No puedo creer, con sinceridad, que Sumar y Podemos estén muy decepcionados. Juntos tenían posibilidades muy limitadas de cosechar un o dos escaños, por separados, absolutamente ninguna. Son organizaciones estúpidas, conflictivas y autodestructivas. Antes del verano Sumar se comenzará a desbaratar mientras Podemos acelerará su putrefacción. Veremos episodios gloriosos. Por mi parte ni siquiera descarto que Noemí Santana termine ingresando en PACMA después de desvelar que Ione Belarra no usa hilo dental. Sin embargo no conviene precipitarse ante lo que está por llegar: que Irene Montero no consiga escaño en el Parlamento europeo.

Las elecciones gallegas deberían llevar a la reflexión a los partidos nacionalistas canarios. Es difícil: suelen preferir irse a cualquier otra parte. Pero si consiguieran concentrar su atención repararían en sus enseñanzas. El pasado diciembre el Bloque Nacionalista Gallego firmó un acuerdo de colaboración electoral con Anova. Y Anova procede del BNG. En 2012 un grupo de ilustres bloquistas, incluyendo el histórico Xosé Manuel Beiras, decidieron abandonar su formación y constituir otra organización «nacionalista y soberanista», Anova.

Los de Anova quisieron pactar con Esquerda Unida para superar rápidamente al bloque y firmaron con Susana Díaz, entonces coordinadora de EU, para presentar una alianza electoral en ese 2012. Más adelante, en 2016, Anova y EU se integraron en Podemos en Marea, estrellándose de nuevo frente a Alberto Núñez Feijoo. Beiras y sus compañeros supieron muy pronto del arte del navajeo de Díaz. Ocho años más tarde Sumar le presenta todo género de miserias y dificultades para convergen en listas comunes.

Y así vuelve Anova a dialogar y pactar con el BNG. Gracias a eso los bloquistas crecieron electoralmente y, pese a la nueva victoria del PP, se convirtieron en la primera fuerza de oposición. El PSOE cae en la insignificancia. Porque el PSOE, muy resumidamente, no tiene un proyecto para Galicia. La alternativa a la derecha seudogalleguista es el Bloque, y por eso ha recibido voto socialista y autonomista, como ha recibido voto soberanista y republicano. Esa es la orientación estratégica inmediata del BNG: moderar discurso, lograr una integración ideológica, representar a todos los gallegos, considerar al PSOE, en el mejor de los casos, como un socio subordinado y obediente.

El nacionalismo canario tiene un problema estructural al que se niega a prestar atención. No crece político-electoralmente. Nueva Canarias apenas consigue escaños o alcaldías en islas que no sean Gran Canaria. Coalición Canaria parece que tiene en los 20 diputados un techo insuperable. Más del 65% de los votos en las comunidades autonómicas los obtiene en Tenerife, donde arrastra dificultades graves en municipios como Santa Cruz, La Laguna, Arona o Puerto de la Cruz. Solo un proceso de convergencia electoral entre CC y NC conseguiría que el nacionalismo fuere inequívocamente la primera fuerza política del país, condición imprescindible para avanzar hacia la hegemonía en Canarias y tres o cuatro diputados en Madrid.

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