Opinión | A babor

El papelón

Fernando Clavijo

Fernando Clavijo / Carsten W. Lauritsen

Es probable que hoy mismo –o en los próximos días– Fernando Clavijo decida ir directamente a Madrid para intentar obtener alguna seguridad sobre la oferta realizada por Coalición Canaria al PSOE, que es el cumplimiento de la agenda canaria, la misma oferta que el Partido Popular aceptó como condición para que Coalición apoyara la investidura de su candidato Feijóo. Uno siempre piensa mal, porque en mi profesión, pensar bien no compensa, y les diré que pensando mal, es difícil no tener la percepción de que las negociaciones entre Coalición y el PSOE van caminando en dirección a un acuerdo.

Eso es lo que parece desprenderse de algunos indicios, como la bajada de tono de Ángel Víctor Torres en los últimos días, sus críticas centradas exclusivamente en el PP, un cambio de registro del PSOE canario refiriéndose a Coalición como un partido serio y de gobierno, y por otro lado el silencio absoluto de los negociadores nacionalistas, o del propio Clavijo. Uno no larga consignas a los medios cuando las cosas van bien. Cuando van mal se dice de todo, se saca pecho, se amenaza… cuando van bien se pone siempre cara de no sabe/no contesta.

En realidad, el voto de Coalición es completamente prescindible en la investidura de Sánchez. Superfluo. Me pregunto por qué al candidato le parece ahora conveniente contar con el único voto de Cristina Valido, para añadirlo a su cuerda de apoyos. La respuesta es más obvia que la propia pregunta: Sánchez quiere incorporar una perla moderada al peligroso collar de perlas radicales e indepes que va a rodearle el cuello en esta legislatura. Coalición no es en absoluto necesaria para la investidura, pero si conveniente para que la legislatura avance. En la situación actual, con tantos intereses en conflicto en esa mayoría que Sánchez ha decidido montar, un voto es algo más que un voto. Hasta hace una semana (día más, día menos) la posición de Coalición era abstenerse en la investidura, y llegar a acuerdos durante la legislatura, a cambio de que el maná con el que Moncloa va a regar Cataluña llegara también a Canarias. Ahora las cosas parecen (levemente) distintas: a pesar de las amenazas y exabruptos de sus potenciales socios, Coalición cree posible que Sánchez logre los votos necesarios para seguir en Moncloa. Si así fuera –supongo que sólo si así fuera– estarían dispuestos a apoyar otra presidencia del jefe del PSOE, a cambio de unos seiscientos y pico millones, millón más, millón menos, si el Gobierno se compromete seriamente con rascarse el bolsillo y atender las exigencias de las islas.

Personalmente, veo muy difícil que Sánchez pueda resultar creíble en un acuerdo así. No sé cómo podría ofrecer garantías de cumplir sus promesas a Canarias, cuando lleva años incumpliéndolas, y sólo en este interim previo a la investidura, sus ministros (parte de ellos, para ser más exactos) dan muestras de querer ocuparse de los asuntos más graves que nos afectan, como la emigración. El Gobierno ha reaccionado en contra de sus propias políticas hasta ahora, reconociendo la gravedad de la situación, y aceptando avanzar en fórmulas que Canarias reclama hace años, como el reparto de menores migrantes por el territorio nacional. El mismo Sánchez que no quiso siquiera recibir a Clavijo cuando empezaron los problemas, hace cinco años, acusa ahora al PP de falta de sensibilidad con Canarias.

Algo se mueve, pues, y en ese descarado zoco de vendedores de favores y privilegios pagados con nuestros impuestos, parece que el voto de Coalición se cotiza alto. Pero la pregunta que hay que hacerse tiene que ver con cuestiones como la coherencia y la decencia: Coalición se ha manifestado siempre contraria a esta amnistía mercachifle. ¿Va a cambiar ahora su posición por unos millones (muchos, es cierto) para Canarias, como Sánchez cambio la suya a cambio de los votos que necesita para mantenerse? Coalición ha demostrado ser un partido posibilista, ha gobernado apoyando (y apoyándose) con unos y con otros. Ha jugado siempre a la defensa de los intereses territoriales, por encima del discurso ideológico. Sus dirigentes presumen de esa ambigüedad en política nacional, y eso les ha permitido operaciones tan rocambolescas como la de anunciar que apoyarían a Feijóo –y lo hicieron– para pasar acto seguido a valorar muy seriamente el apoyar Sánchez.

Si se trata de sacar perras para una región que se va a enfrentar a un futuro muy complicado, algunos de sus votantes podrían entender la tentación de un acuerdo. Pero si el acuerdo supone cambiar de posición en relación con la amnistía, no creo que sus electores más conservadores –y en Tenerife son muchos– se lo perdonen nunca. Ellos sabrán: aunque en política el término nunca no tiene el mismo significado que tiene en el mundo real.

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